Editorial 11 RutaKrítica 

Lenín Moreno vivió una tragedia después de ser asaltado y herido gravemente. Su dolor y su discapacidad ha sido uno de sus referentes políticos en el imaginario social. A nadie, a absolutamente nadie, se le pasaría por la cabeza que su curación depende de un acto de meditación o de reflexión filosófica o algo por el estilo. Él mismo sabe el significado de una situación dolorosa e irreversible. Y como tal debería asimilar ese acontecimiento, su discapacidad, como un hecho que física, científica y médicamente tiene unas complejidades, pero sobre todo que demandan de los demás respeto, solidaridad y consideración. Por eso es inconcebible e inaceptable que en condición de Presidente de la República y una persona con una discapacidad irreversible, Moreno hable a su país sobre el cáncer con la ligereza que le llevó, sin duda alguna, a pedir disculpas, pero… el daño está hecho.

Así como es irresponsable e irrespetuoso ofenderlo por usar una silla de ruedas, también con los enfermos de cáncer, con los oncólogos y todos los especialistas en esta enfermedad es ofensivo asumir que es un asunto de la física cuántica o de una meditación metafísica su origen y mucho menos su cura. Con el cáncer no se juega, así de simple y puntual. Pero para estar mejor informados es preciso acudir a quienes saben del tema. Ni siquiera para repetir sus conocimientos, sino para sensibilizarnos mejor sobre una situación trágica.

Si Lenín Moreno considera que los médicos se enriquecen con la cura del cáncer también debería tener la respuesta para eso, si de verdad es así. Para eso hacen falta políticas públicas, considerar el gasto público como una necesidad social y una herramienta para la igualdad y la justicia social. Reducir o aumentar el gasto en atención de salud conlleva considerar a las enfermedades catastróficas como una prioridad estatal. Mucho más cuando ya es público (y como Presidente lo debe tener a su mano a la hora de hablar a sus ciudadanos) que el cáncer es la primera causa de morbi-mortalidad en Ecuador. Y lo más grave es que en vez de abrir un debate social, de altura, para un tema de tanta sensibilidad, las palabras o desvaríos intelectuales del Primer Mandatario se trasladan al meme, la vulgaridad, el chiste soso y la discusión evanescente.

Lo responsable de una autoridad es introducir a la discusión pública problemas con la solución en la mano y no su banalización. Por eso recomendamos leer el artículo de uno de nuestros editorialistas, incluido en esta edición, especialista en genética, César Paz y Miño, que bien valdría la pena que empezando por Moreno, pasando por la SECOM y el Ministerio de Salud se divulgara para restaurar la confianza en la palabra oficial y en un entendimiento más sensato y maduro de problemas de tan delicada trascendencia. 

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