El día empezó bien, con disciplina, con más optimismo que ayer,
dispuesta a olvidar un poco lo triste y a hacer lo que había que hacer. Y
bueno, así iba: juntas virtuales de 2 BGU, clases cortitas porque es
miércoles. Entre uno y otro bloque, preparar el almuerzo: arroz, pollo
chilindrón con la receta del primer libro de cocina que compré solita.
Clase. Reunión de área. Almuerzo a solas porque los demás ya habían
almorzado. Descanso. Lavar los platos, y luego me hice un programa
detallado para la tarde que iba cumpliendo más o menos: revisión de
correos y arreglo de asuntos del parcial anterior con los estudiantes.
Arreglo de otro sector de mi cuarto, el de las fotos sobre el mueble de
junto a la puerta…
También se me ocurrió hacer un video musical
para calmar mi aburrimiento y el de las otras personas, y vi que no era
la única que estaba pensando en eso.
Entonces comenzaron a aparecer
las noticias medio raras: algunos afectados por la epidemia de los más
de cien que hay en Guashakill pertenecen a la clase más alta: la de
Samborondón, así mismo. Esa que desprecia a los pobres por ignorantes,
indisciplinados y vagos. Porque ocurre que algunos vinieron de Italia y
otros, o los mismos, se reunieron en una boda con un montón de
invitados. Así nomás. ¿No ven que los ricos son de otro material, tienen
otra piel y los virus les huyen?
Luego, al saber que un avión de
bandera europea iba a aterrizar en el aeropuerto de Guashakill, con once
miembros de tripulación, a la emperatriz de esa ciudad no se le ocurrió
nada mejor que hacer que algunas camionetas ocupen la pista de
aterrizaje para impedirlo y así, heroicamente, salvar a su ciudad de la
peste que ya está más que extendida. Nadie entiende si fue ignorancia,
estupidez, prepotencia nivel Trump o una tóxica mezcla de las tres
cosas. Y peor aún, las declaraciones de la semidiosa que defiende su
actitud nada técnica, nada sensata, nada inteligente y por supuesto para
nada apegada a ningún protocolo de nada.
De todos modos, seguí mi
plan, entre el asombro y la indignación, y estaba leyendo unos textos
para una chaucha, cuando de repente cayó la bomba: a mi yerno lo botaron
del trabajo. ¿Motivo? El hecho de faltar dos días seguidos, según
ellos, cuando la realidad es que ayer no encontró transporte y alguien
le dijo que no se preocupara, que se quedara en casa, y hoy era su día
libre, amén de que la ley le concede tres días y admite justificaciones.
Comenzamos a movernos, a buscar el apoyo del papá de mis hijos que sabe
de leyes, y mientras íbamos viendo qué se hace nos enteramos que, al
momento de la contratación le hicieron firmar un papel en blanco con el
pretexto de que era para formalizar algún rato el contrato indefinido…
pero en realidad estaba firmando la forma en la que otros escribirían
su renuncia, de ser ‘necesario’.
Me quedo con el amargo sabor de
constatar cómo son los ‘empresarios’ de mi país: gente que no está
dispuesta a ceder medio milímetro de ningún privilegio a nadie. Gente
que maltrata, estafa y ataca a sus propios trabajadores como si fueran
enemigos, cuando en realidad son el motor de su enriquecimiento. Gente
que aprovecha la crisis para dar mordiscos y se escuda en los problemas
del país para sus trafacías más sucias y crueles. Para colmo, es una
empresa tercerizadora, de esas que Rafael Correa suprimió para que sean
las empresas originales quienes cumplan con las obligaciones patronales y
se hagan cargo de cualquier conflicto con sus trabajdores. Entonces
duele más pensar que estamos en manos de los poderes más perversos sobre
la tierra: el mercado de la ambición, la traición gubernamental y la
prepotencia imperial a varios niveles (incluso el de aldea perdida en la
nada con ínfluas de madre perla por sus clases dominantes).
Por si acaso, les dejo el nombre de la empresa tercerizadora: #Intelca, y el de los supermercados que se van a quedar pobres con la crisis: #Tia.
Si no están de acuerdo en lo que hacen con la gente, por favor no
compren nada nunca más ahí. Siempre me pregunto qué pasaría si la gente
de buena voluntad tuviera las suficientes agallas para hacer sentir su
poder en el mundo.
Buenas noches y que mañana se vea la bondad por
encima del horror y si no es así, que podamos reírnos un poco más de la
ridícula estulticia de los ambiciosos.