Orlando Pérez
Con la salida de María Alejandra Vicuña, en el excelso mundo de la “opinión pública” ecuatoriana, ha quedado fuera una de las “izquierdistas” que ponían en peligro la descorreización. Bajo el epíteto de “topos” se ha establecido una matriz de acción política y mediática para desmontar la institucionalidad de Montecristi con el objetivo de “limpiar” la administración pública de todo “remanente” correísta.
La pregunta de fondo es cuánto durará este proceso de desinstitucionalización a favor del esquema de la partidocracia, porque parecería que en alguna parte hay alguna dificultad: perder conquistas sociales, garantías de derechos, infraestructura productiva y de servicios públicos no será fácil. Pasar al sector privado las instituciones estatales y sus bienes, para endosar ganancias extraordinarias a los socios del actual gobierno, no será una tarea cómoda. Evidentemente habrá resistencia social, sin participación de los gremios cooptados. La experiencia francesa de los chalecos amarillos es un síntoma peculiar. Si los políticos, de derechas o izquierdas, no leen la realidad y creen lo que dicen los medios sin una mirada crítica la pauperización a la que siempre llevan los procesos de austeridad y privatización tendrá su tiempo de eclosión y respuesta popular.
Hay algunos síntomas de que en la economía hay problemas y eso ya no podrá justificarse achacando toda la culpa al gobierno anterior: el déficit fiscal no se va a resolver con más austeridad ni préstamos “a bajo costo” con los chinos; la atención de los servicios públicos cada vez empeora y no hay nueva inversión social; el desempleo aumenta no solo porque se despiden empleados públicos sino porque en el sector privado no hay ventas ni incrementos de producción ante la caída del consumo; y, para finalizar, las importaciones superan a las exportaciones y la dolarización entra en crisis, que no será asumida por los importadores ni las cámaras sino que será de absoluta responsabilidad del gobierno al incentivar un modelo importador con un débil sector externo.
¿El año 2019 tendrá menos tensión política porque ya no estará en escena el “fantasma del correísmo”? Hoy queda claro que tras las elecciones municipales y sin un Consejo de Participación Transitorio para hacer los mandados de la derecha, a Lenín Moreno le toca exponer cuál es su verdadero plan de gobierno, una idea transparente de su proyecto político y afrontar las demandas ciudadanas frente a las dificultades económicas. Y solo ahí sabremos si efectivamente ha concluido la descorreización y ha empezado el nuevo gobierno. Hasta tanto es turbio el esquema de transición: ¿será el nuevo Vicepresidente la carta de la derecha para presionar (algunos dicen chantajear) al actual Primer Mandatario? ¿O, por el contrario, es el cerrojo con el cual quedan ajustadas las tuercas de un gobierno de las élites empresariales para entregar a su sucesor de derecha en el 2021?
De todos modos hay que tener algo en cuenta: jamás los proyectos y planes políticos de la derecha sin líderes fuertes y populares han logrado mantenerse por mucho tiempo. Basta leer todo lo ocurrido entre 1996 y 2006 para entender cómo se comporta el pueblo ecuatoriano sin necesidad de acudir a revoluciones armadas o convulsiones violentas. La ‘izquierda’ en el poder y la derecha que organiza el show no leen hasta ahora qué pasa en las entrañas de los sectores afectados por el nuevo modelo y ahí, como en Francia, puede pasar cualquier cosa.