Francisco Herrera/EcuadorInmediato

El anuncio del presidente de la República, Lenín Moreno Garcés, el pasado 19 de marzo, que procedía con la eliminación de la Secretaría de Inteligencia (SENAIN), disparó las alarmas sobre la forma como el estado ecuatoriano ha manejado su «inteligenzzia» y, las funestas consecuencias que puede traer un apresuramiento del mandatario al haber cerrado un sistema de conocimiento que resulta vital para la nación. Es más, se puede cernir una amenaza en el tejido social la mala utilización de ese tipo de información, en una sociedad dada últimamente al escándalo que destruye.
En términos conceptuales, ha de entenderse a la inteligencia, según el tratadista Sherman Kent “Es el conocimiento que nuestros civiles y militares de alto rango deben tener para salvaguardar el bienestar nacional”; mientras que, Peter Gill define. “La inteligencia es un medio para un fin, este fin es la seguridad e incluso la prosperidad de la entidad que establece la recopilación y posterior análisis de la inteligencia” de acuerdo con lo recogido en el interesante trabajo de tesis de Lorena Villavicencio de la UASB denominado Análisis doctrinario de las tendencias tradicionales y contemporáneas en el campo de la inteligencia y su aplicación en el caso ecuatoriano. 
Con esas definiciones debe entenderse que en el Ecuador es un estado moderno que requiere de esa información para su pervivencia vital, por ende, debe tener un sistema de inteligencia creado para funcionar en las actuales circunstancias. Sin embargo, la historia acumulada en ese sentido no expone más bien a un mal pasado pudo haber llevado a tomarse decisiones nada apropiadas sobre el tema.
Me explico mejor. La conformación doctrinaria e ideológica de extrema derecha y en defensa del sistema capitalista en el siglo pasado, hizo de nuestros ejércitos y policías en el continente, cuerpos armados que fueron usados para la guerra fríacontra la Unión Soviética, China y Cuba. La inteligencia fue creada y concebida como arma para enfrentar a estos enemigos y, con ello asumir un papel determinante en el conflicto. El pasado de los cuerpos de inteligencia en nuestra región está regado de cadáveres y los uniformes empapados en sangre. Las víctimas, en especial en las décadas de los 60’s a los 90’s, se cuentan entre torturados, desaparecidos, ejecutados, prófugos, exiliados o asesinados vilmente por la fuerza de los militares y policías que abusaron del poder y de esa inteligencia, formando a sus agentes para matar comunistas, solo para eso.
La formación y adoctrinamiento pronorteamericano para los servicios de inteligencia en nuestros países fue una puerta abierta para la intervención de los Estados Unidos que, usando a la CIA como su punta de lanza, provocó desde la represión selectiva hasta los golpes de estado o genocidios contra la población indefensa. Una historia plagada con sangre y que deja hasta la fecha un auténtico legado de cenizas.
El caso ecuatoriano no es tan diferente a la historia latinoamericana, sin dimensionar en que proporción, pero el arma de inteligencia en manos de militares y policías fue parte de una lucha ideológica para enfrentar y reprimir a la izquierda, a lo que debe sumarse que el conflicto territorial con el Perú que fue el otro campo en el que se desempeñó un rol efectivo. Para todos los gobiernos y gobernantes del país la seguridad fue entregada sin miramientos y menos con un sentido de estricta responsabilidad al poder armado, aplicando con esa fuerza una doctrina que impuso el conocimiento directamente vinculado a inteligencia militar o policial como la gran solución al tema. Los excesos, abusos y errores cometidos en esta entrega nunca han sido sancionados, dejando en auténtica impunidad lo hasta aquí actuado por estos cuerpos uniformados, que bien pudieron actuar con su poder en secreto discrecional que ocultó todo.
Tres momentos marcan una experiencia nada grata del Ecuador con sus cuerpos de inteligencia militar o policial. El primero, la injerencia de la CIA en los 60’s, de lo que se conoce denunciado por Phillip Agee, que demostró para quien servían esos agentes ecuatorianos entregados a una nación extranjera.  El segundo, la represión contra la izquierda y las dictaduras de los 70´s con la inclusión en el “ Plan Cóndor”, así como el tiempo nefasto de Febres Cordero en los 80’s y su lucha antisubversiva, que ha llenado las cárceles, las tumbas o los espacios de víctimas ejecutadas por esa acción de una inteligencia mal usada, tanta que la nación recientemente tuvo que descubrir, por ejemplo, que en el batallón de Inteligencia, en Sangolquí, se tenían cárceles y calabozos privados como salas de tortura según el informe de la Comisión de la Verdad.
Lo tercero, los hechos que rodearon al bombardeo en Angostura por parte del gobierno colombiano contra Ecuador, el 1 de marzo de 2008. A la nación le impactó llegar a conocer que los mandos involucrados en la inteligencia militar no actuaron en favor del estado ecuatoriano, muy por el contrario, impregnados por el fanatismo anticomunista y peso ideológico de derecha proporcionaron información al enemigo, al atacante, olvidando su obligación con la sociedad ecuatoriana. Súmese a eso la injerencia directa de los Estados Unidos que, desde el control de la base en Manta, hasta el extremo de tener cuerpos policiales que reportaban a su embajada antes que, a los mandos oficiales, y contar con agentes como directivos de la inteligencia en el Ecuador, el país descubrió que este era un flanco débil, un lado obscuro, una carencia crítica: No teníamos inteligencia al servicio de la patria.

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