Hernán Reyes Aguinaga

Desde que hace dos meses se produjera el violento atentado que costó la vida de cuatro militares, lo que estuvo seguido por el secuestro y posterior asesinato de los tres trabajadores de “El Comercio”, la agenda informativa del país no ha cesado de referirse a la frontera norte como primer tema noticioso en prensa, radio y televisión. Tampoco las redes sociales se han sustraído de esta verdadera “fiebre informativa”, aunque a su propio modo: repletas de opiniones, comentarios y rumores.

Es como si de súbito hubiera emergido un espacio geográfico que, a pesar de haber estado siempre ahí, ahora nos cercaba, inusualmente amenazante y violento, cargando una marca mayúscula de violencia e irracionalidad, e impactando fuertemente en la percepciones de inseguridad y de miedo, en los sentimientos de impotencia, rabia e indignación colectivos, así como en el estado de ánimo de todo un país.

Sin embargo, y pese a todo este caudaloso flujo noticioso, la falta de certeza se cierne aún con fuerza sobre aspectos cruciales relacionados con la frontera, sus acumulados históricos y sus problemas de fondo. ¡Cuán difícil es mirar el bosque y no las ramas desde la mera revisión de las informaciones periodísticas!

Se cree que estar informado es estar siempre atentos a ese devenir incontrolado de “noticias” sobre la realidad que difunden los medios ya ni siquiera a diario, sino con actualizaciones casi en tiempo real. Sin embargo, la opacidad sobre lo que sucede en realidad sigue presente, pues casi nadie se toma el trabajo de indagar si existe una lógica reiterativa que los medios masivos han puesto en práctica, cada vez que han estallado conflictos en la frontera con Colombia, conflictos y las sintonías o no entre los gobiernos de turno que han tensionado los últimos años no únicamente las relaciones binacionales, sino que han activado los discursos políticos y las narrativas ideológicas sobre cuestiones tales como el militarismo y la paz, la guerrilla y el narcotráfico, el uribismo y el paramilitarismo, y, obviamente, las diversas posturas de los medios de comunicación mostrando su afinidad o no con el nacionalismo y con los gobernantes de turno.

Algunos análisis sobre el rol y los discursos mediáticos en los recientes conflictos desatados en la zona fronteriza colombo-ecuatoriana revelan interesantes tendencias relativas a su actuación -sesgos y énfasis, silencios y distorsiones- como informadores de los hechos. En los tres episodios más significativos desatados en este campo (la detención del Comandante de las FARC  “Simón Trinidad” en Quito en el 2004, el ataque a Angostura y la muerte de “Raúl Reyes” y 21 personas más en el 2008 y los atentados y crímenes que se han dado desde marzo pasado en la zona de Mataje), resulta decidor recoger algunas de las conclusiones a las que han llegado varios estudios académicos.

En primer lugar, los medios tienden a naturalizar la violencia en las zonas de frontera. Cerbino, Ramos y Rodríguez (2105) plantean que: “… la frontera que aparece en los medios asume la característica de un lugar espontáneamente violento. La violencia es naturalizada por la propia condición del espacio fronterizo, como si se tratara de un lugar que por su situación limí­trofe está destinado a ser violento. Al intentar representar la frontera, el criterio casi único de lo mediatizable es la violencia”. 

Adicionalmente, estos académicos hacen notar que los medios negativizan a quien pertenece al “otro lado” de la línea fronteriza: “los medios ecuatorianos han contribuido a una construcción discursiva de los inmigrantes, que ha pasado desde una posición tolerante hacia lo colombiano hacia posiciones discriminantes y nacionalistas que estigmatizan a esa población”.

Hay una explicación para aquello. Se trataría de la “lógica de enclave” con la que la mayoría de los medios masivos tratan a la frontera, puesto que informan sobre ella “desde lejos y desde arriba”, es decir desde el centro que articula su lógica empresarial de rentabilidad noticiosa (rating) y económica, lo que deviene en que normalmente la prensa nacional no aborde temas de interés local ni incorpore voces locales, invisibilizando permanentemente las demandas sociales y difundiendo representaciones estigmatizantes sobre la vida cotidiana de los pobladores fronterizos.

Otra investigadora, María Fernanda Noboa, analizó las coberturas del conflicto de Angostura y llegó a concluir que los medios espectacularizaron el conflicto e incluso banalizaron sus implicaciones, sin contextualizarlo, lo que ideologizó el tema “a partir de la construcción axiológica de la defensa ante la amenaza a la soberanía ecuatoriana por la violación del territorio por parte de Colombia y a la seguridad de Colombia, frente a las acciones de las FARC y de la mitificación de los héroes salvadores y compensadores (OEA, Grupo de Río, Venezuela para Ecuador, Estados Unidos para Colombia”.

Este trasfondo de las coberturas mediáticas tiene muchas reiteraciones en el tratamiento del actual conflicto fronterizo. ¿El resultado? Continúa la subinformación y hasta la desinformación sobre elementos clave de ese espacio liminal que está entre el olvido y el silencio, entre la histeria y la estigmatización; angostando los posibles sentidos de los hechos narrados; así como conduciendo a una aproximación emocionalista y fragmentaria de lo que está allí aconteciendo y de su afectaciones reales para el país en su conjunto.

 

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