Ezequiel O. Salinas
La semana pasada analizamos la empresa offshore MICAM Capital Holdings de Marcelo Merlo, quien fue nominado por Moreno al CPCCS transitorio y nombrado por el CPCCS transitorio como Presidente del Consejo de la Judicatura encargado y transitorio. Esta semana examinaremos a la cabeza de una nueva terna enviada por Moreno.
En una anterior ocasión examinamos los vínculos entre los grupos económicos, el capital financiero y los medios de comunicación: el latifundio mediático. Vimos que el poder económico está plenamente asociado al poder mediático. Esta asociación es fundamental para que el capital –cada vez más antihumano– pueda sostener su hegemonía.
Aunque el mayor error del proceso del proceso de transformación llamado Revolución Ciudadana fue no dedicarse a apoyar la organización de las fuerzas sociales por fuera del gobierno y del Estado, y a pesar de que en muchos aspectos solo se formaron consumidores y no ciudadanos, sí se llegó a construir una conciencia contrahegemónica que ha calado en al menos un tercio de los votantes ecuatorianos (reflejados en el porcentaje del No de la consulta de febrero de 2018). Esta conciencia contrahegemónica no se expresa en una organización disciplinada ni en organizaciones con siglas o lemas. Esta conciencia es verdaderamente ciudadana, se aglomera flexiblemente conforme a los tiempos líquidos que vivimos y su aspiración de organización es en la forma de red de redes. Aunque valora de sobremanera el liderazgo, no podemos aspirar a que esta conciencia contrahegemónica se organice piramidalmente.
Esta conciencia es mucho menos ingenua. Gracias a la pedagogía política que significó la comunicación desintermediada –siendo el Enlace Ciudadano no el único, pero sí su principal instrumento simbólico– un tercio de la población no solo que puede percibir a los poderes ocultos en la sociedad, sino que puede hacerlos visibles para que otros los perciban. Puede detectar con poco esfuerzo el lenguaje y los símbolos que opera para ejercer la dominación (ejemplos: “actualización” del precio de la gasolina y “modernización” o “flexseguridad” del régimen laboral). Como si fuesen estudiosos de la sociología política, este amplio y diverso colectivo ciudadano entiende las relaciones de poder que mantienen al capital como hegemón global. Por ejemplo, pueden concluir que #MorenoesNebot a pesar del inmenso control en la dirección opuesta que ejercen los medios de comunicación dominantes.
Por eso la fuerza de esta conciencia contrahegemónica se vuelca a las redes sociales, porque encuentra en ellas oportunidades de salir del dominio mediático del capital. Lamentablemente, las redes sociales occidentales –otrora medios de comunicación alternativos– ya están gobernadas por los monopolios estadounidenses y sus nuevos métodos de censura: desde el control a los supuestos derechos de autor, pasando por la curaduría de contenidos subcontratada a tanques de pensamiento neoliberales y el downranking de páginas socialistas, hasta la censura directa apodada shadowbanning. Es más, sirven como mecanismos de espionaje y de manipulación subjetiva al por mayor.
La conciencia contrahegemónica amenaza a los intereses del capital –por lo pronto– por dos vías: la electoral y la simbólica. A nivel electoral, el bloqueo es evidente para impedir su participación democrática. Pero a nivel simbólico, buscan eliminar la conciencia contrahegemónica mediante dos grandes técnicas: deslegitimación al mensajero (con ataques ad hominem como los de corrupción generalizada) y erradicación del mensajero (amedrentamiento, apresamiento, desterramiento y -por suerte, todavía no- asesinato).
Si es que hay una persona que sintetiza la relación entre el poder económico y el poder mediático, infiltrado, camuflado y escondido, pero ahora obligado a hacerse visible, es Danilo Sylva, el candidato de Moreno para presidir, paradójicamente, la superintendencia antimonopolio. Sylva fue defensor de Jamil Mahuad en 1999 cuando puso al Estado y a la sociedad entera plenamente al servicio del poder económico y financiero.
Antes de incluirlo en la tercera terna que envió Moreno al CPCCS transitorio, Sylva fue nombrado por Moreno –y por Andrés Michelena, informante de la embajada de EE.UU.– para presidir el Consejo de Regulación de la Información y Comunicación. Sylva, con quien en tándem con Edison Toro, otro infiltrado encargado por Andrés Michelena a la Superintendencia de Comunicación a través del CPCCS transitorio, tuvieron como mandato desmantelar la regulación a los medios de comunicación hegemónicos y anular cualquier intención de que el mensaje contrahegemónico se exprese en el espectro radioeléctrico.
Una vez que los retrocesos en favor del capital -el verdadero hegemón- se cristalizarán en la nueva Ley de Comunicación, los grupos económicos han pedido que Danilo Sylva pase a la Superintendencia de Control de Poder de Mercado para que desde ahí proteja sus intereses y también plantee alteraciones a la Ley Antimonopolio, incluyendo la disposición legal que instrumenta la obligación constitucional de separar a los medios de comunicación de los banqueros y de los grupos económicos.
La ley dice que el titular de la Superintendencia debe tener título y experiencia en temas afines a los temas antimonopolio. Su “doctorado de pregrado” no es en temas antimonopolio. Y su experiencia como defensor de Jamil Mahuad no debería contar como experiencia en temas afines.