Los obispos Pedro Casaldáliga de Brasil y Leonidas Proaño de Ecuador fueron pastores según el corazón de Dios y las necesidades del Pueblo de los pobres, en particular de los Indígenas. En este mes de agosto, la memoria popular los ensalza en las mismas celebraciones masivas de su pascua, tanto en las Américas del Norte, Centro y Sur como en Europa. Han pasado a ser figuras de la Iglesia universal del ‘Buen Pastor’ que fue Jesús de Nazaret.

  1. LEONIDAS PROAÑO: PASTOR PARA NUESTRO TIEMPO.

Tuve la dicha de conocer a monseñor Leonidas Proaño durante más de 10 años en Reuniones nacionales, Encuentros latinoamericanos de formación y en momentos de simple amistad. No hace falta insistir en que fue y sigue siendo un gran personaje tanto en Ecuador como en nuestro continente y al nivel internacional. Los homenajes anuales -ni hablar de los libros y artículos sobre él- lo demuestran. Estos días sólo hace falta mirar su imagen en las redes sociales ecuatorianas y latinoamericanas e igualmente de España, Francia, Bélgica…

Este próximo 31 de agosto se cumple 32 años de su pascua. Falleció en 1988. Ese año estaba estudiando en Roma: por celebrar su pascua hubo una misa de acción de gracias, en español, en una gran, por no decir inmensa, iglesia de Roma llena de gentes, con testimonios sobre él, cantos ecuatorianos, frases de él… una ‘fiesta’ de la vida y del mensaje de monseñor Proaño. Me quedé felizmente sorprendido.

Monseñor Proaño había nacido en 1910 en San Antonio de Ibarra, un pequeño pueblo de la provincia de Imbabura. Era hijo único; sus padres eran campesinos y tejedores de los sombreros de paja toquilla, mal llamados “de Panamá”… porque era de Panamá que salían para Europa. Él aprendió a tejerlos… y cuenta que, adolescente, se le sangraba los dedos. Sus padres eran de origen indígena y él se sentía orgulloso de ellos. Decía: “Amo lo que tengo de indio”. En 1977 el mismo escribió su autobiografía: “Creo en el hombre y en la comunidad”.

Fue ordenado sacerdote en 1936 y ejerció su ministerio pastoral en la ciudad de Ibarra. Allí apoya el movimiento de la ‘Juventud Obrera Católica’ (JOC); publica la ‘Revista Excelsior’ y funda el periódico ´La Verdad’. Se desempeña también como profesor en el Seminario de Ibarra. En 1954 recibe la ordenación episcopal para la diócesis de Chimborazo. Comienza su labor pastoral visitando las Comunidades indígenas de la provincia; poco después decide entregarles las haciendas que poseía la diócesis.

De 1962 a 1965 participa en el Concilio Vaticano 2°. En esos años crea las ‘Escuelas Radiofónicas Populares’ (ERPE) y abre un ‘Centro de Estudios y Acción Social’ (CEAS). Al final del Concilio firma, con unos 40 obispos mayoritariamente latinoamericanos, el “Pacto de las Catacumbas” donde se comprometían a “vivir pobremente y al servicio de la liberación de los pobres”. En 1968 participa en la 2ª Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín, Colombia, donde pronuncia una ponencia sobre ‘Pastoral liberadora’. Colabora intensamente para que esta Conferencia, convocada para ‘aplicar las orientaciones del Concilio a la Iglesia Latinoamericana’, sea la “Carta Magna de la Iglesia de los Pobres en América latina”. En 1972 ayuda a la formación de la “Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador” (ECUARUNARI) que en 1986 se une con las Organizaciones Indígenas de la Amazonía y de la Costa, para conformar la “CONAIE” (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador).

Por su opción por los pobres y en particular por los Indígenas que ayudó a despertar en su dignidad, sabiduría y protagonismo, encontró muchas dificultades al nivel local, nacional y de parte del Vaticano donde reinaban el papa Juan Pablo 2° y su brazo derecho el cardenal Josef Ratzinger. Los terratenientes y otros gamonales de Chimborazo le libraron una guerra sin cuartel. La dictadura militar no quedó atrás: en 1976 apresaron unos 17 obispos y más de 35 sacerdotes, religiosas y laicos que monseñor había invitado para compartir experiencias pastorales, en el “Hogar de Santa Cruz”, casa de formación teológico-pastoral-política y social al nivel nacional y continental. Por denuncias y calumnias de otros obispos y del nuncio de Ecuador, el Vaticano mandó, en 1973, un ‘visitador’ para que fiscalizara el trabajo pastoral que se realizaba en la diócesis de Chimborazo. Nunca se publicó las conclusiones, favorables a monseñor Proaño; pero el papa Pablo 6° de aquella época comentó: “No puedo condenar a un obispo tan fiel al Evangelio”.

En 1985, presenta su renuncia por límite de edad (75 años) la cual es inmediatamente aceptada por el papa Juan Pablo 2°. En los 3 años que preceden su pascua (1988), monseñor es la gran figura latinoamericana de la Iglesia de los Pobres. Es llamado en muchos países de Europa y en Estados Unidos para conferencias y reuniones; es postulado como candidato al Premio Nobel de la Paz; recibe varios Doctorados Honoris Causa. Hace unos 10 años sus escritos, entre los cuáles varios libros (El Evangelio subversivo – Concientización, Evangelización y Política – Rupito), han sido reconocidos como “Patrimonio Inmaterial del Ecuador”.

Monseñor Leonidas Proaño es enterrado en San Antonio de Ibarra en una parcela familiar, donde había fundado una Congragación Misionera. Ese lugar ha pasado a ser la memoria viva de monseñor Leonidas Proaño, de su pastoral liberadora, de su valentía tranquila, de su estatura profética y de su teología de la liberación. Su tumba es visitada cada año por numerosos ‘peregrinos’ nacionales y extranjeros, cristianos de a pie, teólogos de renombres, seguidores de decenas de países.

Hagamos memoria de este insigne ecuatoriano en estos tiempos turbados por la voracidad de las oligarquías ecuatorianas y sus cómplices nacionales que despedazan nuestro país. Sigamos animados por el compromiso liberador de monseñor Leonidas Proaño. Pues nos sigue diciendo: “O servimos la vida del Pueblo o somos cómplices de su muerte”.

  • PEDRO CASALDÁLIGA: EL ÚLTIMO PROFETA…

La muerte este 8 de agosto pasado, o mejor dicho la ‘Pascua’ de monseñor Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Felix en Brasil, ha sido la gran noticia religiosa de estos últimos días. Tenía 92 años. En 1968 viajó a Brasil para fundar una misión claretiana en la región del Araguaia, en la Amazonía. No volvió nunca más a su Cataluña natal. En 1971 fue nombrado obispo de São Félix do Araguaia.

El gran teólogo español, Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid, escribe sobre su “amigo y colega” Pedro Casaldáliga: “En este artículo voy a ofrecer, en catorce imágenes, algunas de las dimensiones más destacadas de su rica personalidad: la originalidad de su pensamiento, la ejemplaridad de su vida y las causas por las que luchó y que dieron sentido a su larga existencia…: Poeta, Revolucionario internacionalista, Intelectual crítico, Ecologista, Defensor de las causas indígena, negra y feminista, Opción por el diálogo intercultural, interreligioso e interétnico, Obispo en rebelde fidelidad e insurrección evangélica, Profeta, Místico, Teólogo, Misionero al servicio de la liberación, Obrero de la utopía en construcción, Espiritualidad contra-hegemónica.”

Lastimosamente, con Dom Pedro se cierra la lista de los grandes obispos y profetas de la Iglesia latinoamericana, mundialmente conocidos. Se los reconoce como “los Santos Padres de la Iglesia Latinoamericana”, es decir, los que han sabido expresar y vivir lo más valioso del Evangelio de Jesús en la Iglesia de América Latina. En Ecuador tenemos la dicha de contar con monseñor Leonidas Proaño, fallecido en 1988. Ya dos de ellos están en el calendario de los santos de la Iglesia católica: monseñor Oscar Romero de El Salvador, presentado como modelo de obispo por el papa Francisco, y monseñor Enrique Angelleli, de Argentina. También podemos nombrar a los monseñores Helder Cámara de Brasil, Samul Ruiz de México, Gerardo Valencia de Colombia (asesinado en 1971)…

Algunos de ellos fueron los fundadores del CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano) cuando se reunieron en Río de Janeiro, Brasil, en 1955, en particular monseñor Manuel Larraín de Chile. Se volvieron a encontrar, más numerosos, en el Concilio Vaticano 2° en Roma (1962-65) y sellaron su compromiso para una vida pobre y al servicio de la liberación de los pobres con ocasión del ‘Pacto de las Catacumbas’ al final del Concilio. Estos obispos hicieron posible la 2ª Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín, Colombia (1972) que marca el nacimiento de la Iglesia de los Pobres en América Latina, cumpliendo el sueño del papa Juan 23, heraldo del Concilio.

Monseñor Pedro Casaldáliga es el último de los grandes obispos profetas del continente. ‘’Último’ porque los papas Juan Pablo 2° y Benedicto 16 se dedicaron durante los 35 años a perseguirlos, junto a unos 140 teólogos de la liberación. Un ejemplo de esta persecución en Ecuador fue la escandalosa defenestración de monseñor Gonzalo López del Vicariato de Sucumbíos en la Amazonía. Además, para contrarrestar esta línea de Iglesia más conforme al mensaje y la misión de Jesús de Nazaret, nombraron en todos los países latinoamericanos, a obispos de los más tradicionalistas que se dedicaron a destruir su pastoral liberadora.

¿Se acaba la Iglesia de los Pobres al servicio de la liberación en América Latina? De ninguna manera, a pesar de que sí, la Iglesia católica pierde cada años más y más miembros. La Iglesia de los Pobres latinoamericana es más viva que nunca. Se enorgullece de haber tenido miles de mártires en las últimas décadas del siglo pasado, entre ellos una docena de obispos, más de un centenar de sacerdotes y otro tanto de religiosas. Confirma también su vitalidad el recién XIº Encuentro Continental del Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), de marzo pasado en Guayaquil, lo demuestra: 250 personas vinieron de 16 países del continente, incluido Estados Unidos. Fue también el 1° Encuentro Continental de CEBs juveniles. Otro signo de renovación eclesial fueron, por una parte, el Sínodo sobre la Amazonía con obispos de los 9 países amazónicos en Roma en octubre del año pasado y, por otra, la Carta del papa Francisco ‘Querida Amazonía’ del mes de febrero de 2020 que confirma dicho Sínodo; está también la conformación de la Asamblea Eclesial Amazónica que agrupa las diócesis católicas de los 9 países amazónicos.

Con todo esto se manifiesta una nueva manera de ser la Iglesia de Jesús más atenta a los pobres y a los hombres y mujeres de estos nuevos tiempos. Ahora, el ministerio de profeta se hace colectivo. Ya monseñor Romero (asesinado en 1989) lo decía: “El Pueblo es mi profeta”… Expresión que nos sorprende y nos anima al mismo tiempo porque manifiesta la vocación de todos los bautizados que toman conciencia de lo que se les dijo en su bautismo: “Eres profeta, sacerdote y rey-pastor”. Estamos en un tiempo nuevo: No acaba de morir la Iglesia de cristiandad, superada en el Concilio Vaticano 2°, piramidal, patriarcal, clerical, dogmativa, comprometida con los poderosos, alejada de la pasión por el Reino… Pero nace una Iglesia joven, comunitaria, sinodal (o sea, democrática), igualitaria, contemplativa, alegre, cuidadora de la naturaleza, solidaria de las luchas por una sociedad más justa, equitativa y participativa… La vida de los obispos profetas y la muerte de los mártires son semillas de nuevos cristianos, la profecía viviente que necesita el mundo de hoy.

Por Editor