Por Miguel Ruiz Acosta
En política nada está escrito en piedra… pero hay tendencias; y es necesario saber leerlas para poder intervenir inteligentemente en las coyunturas. De cara al inminente proceso electoral ecuatoriano, creemos que es necesario considerar algunos puntos de partida indispensables que nos permitan esclarecer cómo se pueden desarrollar los acontecimientos inmediatos.
1. Un momento de indignación generalizada. Si no todos, casi todos los ecuatorianos tienen más de una razón para repudiar al gobierno de turno. Y eso aplica no sólo para los sectores más precarizados del país, sino también para las capas medias empobrecidas por las políticas de Moreno-Lasso, e incluso para no pocos medianos y grandes empresarios que también han visto afectados sus intereses como resultado de un proceso más o menos generalizado de pérdida del poder adquisitivo, así como del incremento exponencial de los niveles de violencia que, en conjunto, se traducen en un repliegue del consumo por insuficiencia de recursos y por el miedo a sucumbir a las redes delincuenciales, tanto para oferentes de bienes y servicios, como para consumidores. Como evidencian algunos datos macroeconómicos, hoy parece ser más rentable y más seguro tener depósitos a plazo fijo que arriesgar plata en una economía real precaria y asediada por la delincuencia. Estas tendencias de la economía explican, al menos en parte, la abrumadora impopularidad del gobierno saliente. Para simplificar, en los días que corren sólo 1 de cada 10 ecuatorianos cree en Lasso; pues, en el mejor de los casos, su proyecto sólo ha beneficiado a una parte muy pequeña de la población, incluso menor al 10% que aún le tiene algún grado de confianza. Es decir, el descontento provocado por Lasso encuentra cuestionamientos y resistencias por parte de la gran mayoría de los ecuatorianos, incluso de los grupos políticos y económicos que lo apoyaron en un primer momento (como los socialcristianos), pero que hoy se sienten excluidos o amenazados por una política ultra elitista que puso en el centro los beneficios no de las clases dominantes en su conjunto, sino casi exclusivamente de una fracción muy reducida (la de Lasso) de dichas clases. Este dato duro nos lleva al siguiente punto.
2. ¿Qué fuerzas políticas tienen las mayores posibilidades de capitalizar la indignación? Esta no es una pregunta sencilla pues, para empezar, la indignación toca a muchas clases sociales, y lo hace por diferentes motivos. Si bien es cierto que el tema de la seguridad podría considerarse como un asunto más o menos transversal, pues hoy las víctimas del crimen no se restringen a unos cuantos estratos, también es verdad que la variedad de agravios no está repartida de forma homogénea por todo el tejido social. No es difícil imaginar que, además del mencionado temor a la delincuencia, las razones que tienen la clase trabajadora o la juventud precarizada del campo y la ciudad para repudiar el gobierno de Lasso, no son exactamente las mismas que las que pueden tener los medianos y grandes empresarios, o los diferentes estratos de las capas medias. En otras palabras, al ser la indignación de diferente naturaleza, no es posible identificar, a priori, a una sola fuerza política que logre canalizar la totalidad de esos malestares dispersos que laten entre las y los ecuatorianos. No obstante, tal vez sí es posible identificar dos grandes polos de salida las políticas lassistas que, para utilizar un lenguaje que no consideramos en absoluto obsoleto, podríamos llamar de derecha y de izquierda. A riesgo de simplificar, podríamos describirlas como sigue.
2.1 Por derecha, la oposición a Lasso se concentra en rechazar su proyecto por no garantizar uno de los valores más caros a las élites: el orden y la estabilidad. Como se sabe, a las derechas nunca les ha preocupado demasiado la desigualdad y las injusticias… a no ser que aquellas comiencen a producir tales niveles de descontento y desorden social que, incluso la represión de las fuerzas del orden sea insuficiente para garantizar los niveles mínimos de estabilidad requeridos para sostener sus procesos de acumulación. Y, como es claro, el gobierno de Lasso es claramente deficitario al respecto. Además, ese deseo de orden también suele ir acompañado de la demanda de las élites económicas al gobierno de turno para ampliar los beneficios que derivan del control del aparato estatal hacia otros grupos, y no sólo para la pequeña fracción que detenta el poder estatal. Al parecer, este factor también le juega en contra a Lasso, pues su apuesta ha sido más bien de grupo, antes que de amplia representación de los intereses generales de los sectores dominantes.
En otras palabras, la derecha no lassista tiene el reto de intentar capitalizar el descontento sobre todo de las élites críticas del gobierno, pero para lo cual seguramente también contará con el apoyo electoral de no pocas clases medias (e incluso de sectores populares atemorizados), poniendo el acento de la necesidad de contar con un candidato que ponga orden y logre «resolver» el problema de la delincuencia, desde luego no desde un enfoque de justicia social, sino básicamente punitivista. Para lograrlo, las diferentes fracciones de las élites ya cuentan con dos candidatos perfilados: Otto Sonnenholzner y Jan Topic. El primero intentará aparecer como outsider, aunque carga el pesado fardo de haber sido el vicepresidente, nombrado a dedo, del expresidente Lenin Moreno y no parece contar al momento con apoyos decisivos del resto de las derechas. Por el contrario, Topic, miembro él mismo de las élites económicas costeñas, al no haber estado vinculado directamente a la esfera política, buscará explotar su imagen de empresario exitoso, así como de hombre fuerte con mano dura, una especie de Rambo que «sabe» como enfrentar la delincuencia. En unos cuantos días, a la candidatura de Topic ya han plegado personeros y grupos políticos de derecha tanto en la Costa (PSC, Abdalá Bucaram) como de la Sierra (el ex candidato presidencial y ex candidato a la alcaldía de Quito, Pedro Freile, firmante de la Carta de Madrid). Seguramente esos dos candidatos del partido del orden cosecharán el grueso del electorado más proclive a los discursos y programas de las «nuevas» derechas: anti-política, mano dura, lucha contra una supuesta «corrrupción» generalizada de todo lo que suene a Estado, etc. Eso no quita la posibilidad de que ambos intenten.
2.2 Por izquierda. En el otro polo, el reto de los partidos y movimientos políticos que han venido cuestionando a Lasso por la izquierda, es lograr capitalizar la indignación social contra Lasso, no sólo por el tema de la seguridad (del cuál no se podrá abstraer), sino hacerlo desde un punto de vista que, distanciándose del punitivismo, logre articular un programa viable sobre seguridad que, sin venderse como milagroso, sí brinde respuestas de corto y mediano plazo, pero lo haga un marco de mayor alcance que ponga el énfasis en la necesidad de apostar por la justicia social y la lucha contra las desigualdades como elementos centrales de combate al crimen y a la violencia. No obstante, cualquier programa sensato de izquierda, tampoco se debería anclar exclusivamente al espinoso asunto de la seguridad, sino que debe encarar el resto de los malestares sociales que están a flor de piel entre las mayorías del país: desempleo, precariedad laboral, falta de acceso a sistemas de salud, educación y vivienda dignos, reducción de los espacios de recreación gratuitos y seguros, violencias familiares, maltrato a las mujeres, abandono estatal a las economías de pequeña escala, tanto en el campo como en la ciudad, problemas de endeudamiento de millones de familias, avanzadas violentas de grandes capitales transnacionales sobre territorios indígenas y campesinos y, en fin, una destrucción generalizada de las capacidades estatales para planificar y poner en marcha un proyecto de país más justo y solidario; un proyecto inclusivo en donde todas y todos los ecuatorianos puedan tener condiciones dignas de vida. Hoy en día, tal vez la fuerza política que mejor representa un proyecto de tal naturaleza (aunque no sin contradicciones internas) es la Revolución Ciudadana. Y lo es por dos razones principales: queda en la memoria de muchos ecuatorianos el recuerdo de una gestión pública que enfrentó al neoliberalismo en diversos frentes, repolitizando la economía, y mostrando lo que significa un estado que se ocupa de su gente, priorizando acceso a educación, salud, etc. Y, por otro lado, la RC fue la fuerza política que con más claridad impulsó el juicio político a Guillermo Lasso. Pero no es la única, y tampoco parece tener la fuerza por sí misma para derrotar a las derechas, al menos no en primera vuelta ¿Por qué?
Si tomamos como referencia el desempeño de la RC durante los dos últimos procesos electorales constatamos que, aún en el marco de persecución política en su contra por parte del moreno-lassismo, el correísmo ha tenido relativamente buenos resultados, afianzándose como la primera fuerza política del país. En la primera vuelta de la elección presidencial del 2021, su candidato Andrés Arauz obtuvo casi 33% del total de los votos, mientras que Lasso no llegó al 20%. Como lo hemos analizado en otro lado, la clave de su derrota en segunda vuelta tuvo que ver, principal, aunque no únicamente, con la política sucia en su contra, que logró aglutinar no sólo al voto duro anticorreísta, sino también a importantes segmentos de la población que respaldaron a Lasso o a la campaña por el voto nulo durante la segunda vuelta.
De manera análoga, y aunque no sean del todo comparables, los resultados de las seccionales mostraron una tendencia similar en lo referente a los votos que obtuvo la RC. Para poner un caso, ese partido obtuvo alrededor del 28% del total de los sufragios emitidos para las Prefecturas a escala provincial. Si bien el número de prefecturas conquistadas por la RC (9/22) podría dar una primera impresión de una hegemonía electoral muy consolidada, no podemos perder de vista que dichos triunfos, aunque muy relevantes desde el punto de vista estratégico, se dieron en el marco de una alta fragmentación electoral del resto del espectro político, la cual permitió que, quitando los casos de Manabí, Santa Elena y Santo Domingo, la RC se hiciera de las otras 6 prefecturas obteniendo una votación menor al 35%, incluyendo las dos provincias más pobladas: Guayas (34,5%) y Pichincha (27,9%). En otras palabras, si bien fuerte, el voto duro de la RC a escala nacional durante los últimos años ha oscilado entre el 28 y el 33%…y eso no alcanza para ganar en primera vuelta la presidencia de la República.
Y, si bien es cierto que las condiciones de vida han seguido empeorando durante los últimos tiempos, en sí misma, esa no es una razón suficiente para que el voto de los ciudadanos críticos con el lassismo vaya de forma automática a engrosar los sufragios que se emitirán por la RC en las elecciones de agosto, puesto que, además de los candidatos de las derechas ya mencionados (Sonnenholzner, Topic) existen otras opciones que se pueden presentar como anti-lassistas y anti-neoliberales, con discursos que resalten los límites/contradicciones del correísmo como opción de izquierda, como el que podría abanderar un potencial candidato (¿Leonidas Iza?) que cuente con el respaldo de algunas corrientes importantes al interior del movimiento indígena; o, por otro lado, un personaje como Yaku Pérez que, ahora por fuera del histórico partido Pachakutik (MUPP) y sin ser en absoluto un político con convicciones de izquierda, intente capitalizar el haber sido el abanderado del movimiento indígena durante las últimas elecciones presidenciales, cuando prácticamente empató con Lasso en la primera vuelta, con casi 20% del total de sufragios, siendo el tercero más votado después de Arauz y el actual presidente.
En otras palabras, Pachakutik -que por otro lado atraviesa un momento de fuertes tensiones internas como se evidenció durante la reciente elección interna de su directiva- podría lanzar una candidatura por izquierda como la de Iza o algún otro/a dirigente de orientación progresista, que retome el legado de las importantes movilizaciones que encabezó la CONAIE durante los últimos años contra las reformas neoliberales, a las que se sumaron sectores urbanos críticos del neoliberalismo. Una candidtura de esa naturaleza podría ser atractiva para no pocos grupos sociales de orientación progresista, pero con reservas a dar su voto a la RC. No obstante, tampoco es descartable que el ala más conservadora del MUPP intente cerrarle el paso a una candidatura de esas caracterísiticas y apueste por respaldar a personajes como Sonnenholzner, Fernando Villavicencio (defensor acérrimo de Lasso), o el propio Yaku Pérez, quien también aspiraría a arrastrar el voto urbano que no se concibe a sí mismo ni de izquierdas ni de derechas, sino que gira en torno a otras identidades como el cuidado del medio ambiente, el animalismo, el anti-extractivismo, etc.
En cualquier caso, no se debería menospreciar ni la capacidad de Yaku de llevarse una importante tajada del electorado, y menos aún la del MUPP (independientemente de a quién terminen apoyando) pues, como lo vimos durante las últimas seccionales, el Pachakutik logró convertirse en la tercera fuerza electoral a escala nacional, detrás de RC y el PSC, con alrededor del 12% de los votos en las votaciones para las prefecturas.
Si bien el panorama electoral se puede complejizar aún más por las diferentes fuerzas políticas que no han sido consideradas hasta aquí (Unidad Popular, ex MPD; así como los diferentes movimientos locales y regionales y las alianzas que vayan tejiendo en el camino) consideramos que lo central de la disputa se dará en el marco de lo hasta ahora señalado. Pero esa contienda a la que nos hemos referido hasta ahora no se realizará en el aire, sino que tendrá lugar en un marco más amplio signado por la particular forma de gobernar del lassismo durante los breves meses que le restan. Lo cual nos lleva al tercer punto.
3. ¿Cómo se vincula el proceso electoral con el resto del mandato de Lasso? El ruido de las campañas de facto, ya en marcha, no debe hacernos perder de vista que durante los próximos meses tendremos un gobierno con apuros por aprobar una serie de decretos que consoliden su proyecto oligárquico anti-republicano. Si bien la Carta Magna contempla que la Corte Constitucional (CC) sólo puede dar paso a decretos en materia económica, que justifique su carácter urgente y que no violenten el espíritu constitucional, no tenemos garantías absolutas de que la CC vaya a salvaguardar a las y los ecuatorianos de posibles afectaciones a sus derechos e intereses, como resultado de la agenda pendiente del lassismo.
En ese orden, la ciudadanía, así como sus organizaciones políticas y sociales con sentido democrático y republicano de país; con orientación democrática y de defensa de los intereses de las mayorías, no pueden dejar de estar vigilantes de cualquier intento del lassismo de atentar contra los derechos, los bienes públicos, y la defensa de los intereses de la patria, de sus riquezas y sus posibilidades de ejercer el derecho de soberanía en todos los planos de la vida colectiva: alimentaria, económica, territorial, etc. Es muy probable que la defensa de esos intereses comunes no sea nada fácil, pues Lasso intentará, como ya lo ha hecho antes, hacer un uso ilegítimo de las fuerzas del orden para reprimir cualquier intento popular de defender activamente sus legítimos derechos. En cualquier caso, este último tema no puede estar bajo ningún concepto desvinculado de cualquier intento de construir candidaturas que aspiren a salir del abismo en que el moreno-lassismo han arrojado al país. Un abismo que hoy incluye diferentes tramas de complicidad entre algunas ramas podridas de los poderes públicos y privados con el crimen organizado, la corrupción y el narcotráfico, como ha quedado de manifiesto durante los últimos meses, a través de las filtraciones de La Postaque derivaron en el frustrado juicio político al Presidente, lo cual nos lleva al último punto a considerar.
4. ¿Qué es lo prioritario en estos momentos desde el punto de vista del campo popular? Además de lo anotado en el punto anterior (fiscalización y movilización ciudadana contra cualquier intento de profundizar el proyecto oligárquico), es indispensable construir una candidatura presidencial sólida que, tomando como punto de arranque lo ya acumulado políticamente hasta el momento, logre articular a la mayor cantidad de fuerzas políticas y sociales que, más allá de las diferencias tácticas o de orientaciones diversas sobre algunos temas particulares, ponga en el centro la necesidad de sumar en torno a los elementos comunes que ya han sido esbozados.
Una candidatura que sea capaz de reconocer los avances y logros que se tuvieron durante la última experiencia de gobierno con orientación pos-neoliberal, pero que también no tenga miedo a reconocer los límites y los retos que quedaron pendientes; una candidatura que esté en posibilidad de tejer con aquellos sectores que no piensen exactamente igual, pero que coincidan en lo fundamental de un proyecto emancipador, con orientación democrática y anti-oligárquica, que no son sino dos caras de la misma moneda. Una candidatura de esa naturaleza casi con toda seguridad podría emerger desde las filas de la RC, pero con la plena consciencia de que con las propias fuerzas tal vez no alcanza para derrotar de forma rápida (en primera vuelta) a unas fuerzas reaccionarias que harán todo lo posible por dividir nuestras filas. Lo han hecho antes y lo intentarán de nuevo. Y, finalmente, una candidatura presidencial que sea acompañada por candidaturas a la Asamblea de los diferentes partidos que se ubican en el polo progresista que claramente respondan a los intereses de las mayorías; candidaturas auténticamente ubicadas del centro a la izquierda, que cierren el paso a oportunistas supuestamente «desideologizados» que escondan intereses particulares tras una mascarada de falsa neutralidad.
Sólo con la articulación del amplio y diverso campo del anti-neoliberalismo podremos vencerles en esta ocasión. Y eso lo tienen claro algunos de los líderes políticos más importantes del país y buena parte de sus seguidores: tanto de dentro, como de fuera de la RC. Sólo falta una cosa, tal vez la más difícil, pero la más necesaria: escucharnos, con humildad, y con auténticas ganas de sumar fuerzas para reconstruir al Ecuador.