Consuelo Bowen

En la mitología griega Eróstrato fue un pastor originario de la ciudad de Éfeso, que carecía de talento alguno. A diferencia de otras figuras históricas de la Antigua Grecia, no fue un reconocido intelectual como Platón o Aristóteles, tampoco un político y militar como Pericles, por lo que para pasar a la historia decidió quemar el templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo, pero que le importó un bledo reducir a cenizas. Al ser atrapado fue torturado y quedó prohibida la mención o registro de su nombre para evitar que trascendiese. Hoy estamos refiriéndonos a él, asociado al síndrome de querer la fama a cualquier precio. El síndrome de Eróstrato.

En los últimos tiempos, el mundo político ecuatoriano, cuya atención es hoy ajena a cualquier necesidad concreta de la ciudadanía, está siendo prolíficamente tapizado de personas o personajes cuya trayectoria política, social o económica es escasa o en absoluto desconocida para las y los ecuatorianos, y que saltan a la fama denunciando cualquier acto que les parezca merecedor de serlo, con el solo requisito de que sirva para “descorreizar” al Ecuador.

Denuncias que son amplificadas por los medios de comunicación, sin importar que sean reales o no, o que con ellas se incendie al Ecuador mismo. Los Eróstratos políticos se yerguen sobre manifestaciones anticorrupción que rayan en la locura, como la supuesta utilización de  recursos públicos para perseguir a activistas sociales, sin que hasta la fecha exista prueba alguna de ello.

El propio gobierno de Lenín Moreno, cuya gestión parece guiada por el propio Eróstrato, ha denunciado en varias ocasiones “irregularidades” sobre todo en la construcción de obras emblemáticas del anterior régimen, lo que luego ha quedado en la especulación, pero sin dejar de causar irreparables daños en la imagen y ánimo del Ecuador.

Las hidroeléctricas, las carreteras, la repotenciación de la refinería de Esmeraldas, el proyecto de la Refinería del Pacífico, la Universidad Yachay Tech, la reconstrucción del sistema carcelario, la modernización de la justicia, el sistema de emergencia 911, el mejoramiento de las capacidades de la Policía Nacional, la actualización de leyes, entre otras obras, han sido “incendiadas” para que el actual gobierno, sin obra alguna a su haber, pase a la historia como el que “desmanteló la corrupción” de la Revolución Ciudadana, aunque en realidad lo único logrado es la destrucción de lo avanzado en esta última década.

Sin embargo el síndrome de Eróstrato no es privativo del titular del Ejecutivo. La Asamblea Nacional parece inmolarse aprobando leyes inconstitucionales, como la que perdonó ingentes deudas al fisco, o destituyendo a una asambleísta sin causa ni procedimiento expreso, bajo el mando de una presidencia que hasta hace poco nadie adivinaba, pero que pasará a la historia como la que permitió la vulneración de derechos en la propia “casa de todos”.

Jean Paul Sartre escribió un cuento corto titulado Eróstrato, que trataba en efecto de un personaje, que sin capacidad o competencia de ninguna naturaleza llegó al asesinato para lograr reconocimiento de una humanidad a la que odiaba. Ahora asistimos a la desinstitucionalización del Estado, al asesinato por hartazgo de organismos como el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, de manos del mejor Eróstrato ecuatoriano que, sin importar mandatos constitucionales o seguridad jurídica, reclama para sí el reconocimiento, en sus últimos años, de haber logrado deshacerse de la Defensoría del Pueblo, del Consejo de la Judicatura y, lo más grave, de la Corte Constitucional, dejando a la ciudadanía sin el máximo organismo de control de constitucionalidad de los actos del  Estado.

Los Eróstratos ecuatorianos nos gobiernan, estamos a su merced. Destruir la imagen del gobierno del expresidente Rafael Correa, ser sus mayores detractores es el logro disputado, para pasar a la historia aun careciendo de talento alguno. Denunciar corrupción aunque no sea verdad, hasta que la ciudadanía sienta que el declive del Ecuador es por haber creído en la Revolución Ciudadana, mientras incineran al país, es la estrategia utilizada y validada por los grandes medios de comunicación.

No debemos olvidar, sin embargo, que como ocurrió con el personaje griego, las acciones de los Eróstratos criollos no quedarán ocultas, y, más temprano que tarde, presenciaremos su condena mayor, la anomia en la memoria del Ecuador.

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