Francisco Herrera/EcuadorInmediato
Ecuador vive en estos días una sensación impotente de retorno al pasado, a los días en los cuales se daban hechos y acciones políticas con violación a las leyes, a las resoluciones sin explicaciones con un abuso del funcionario público en contra del ciudadano o la comunidad en general. Tal pareciera que un «acuerdo» político sospechoso mueve la vida cotidiana de los ecuatorianos con una especie de cinismo crónico que se justifica con la sardónica expresión del que se hacen las cosas porque les da la «regalada gana».
Fue en agosto de 1994 tiempo en el Abdala Bucaram Ortiz, luego de un conflictivo pasado contra el Partido Socialcristiano (PSC), que incluyó dos exilios y la colocación de droga en su auto en su contra, que anunció un “pacto” político con su enconado rival para elegir a Heinz Moeller y Marco Proaño Maya como titulares de la legislatura. Al ser cuestionado duramente por los periodistas que le recordaban su pasado con su enemigo, el político roldosista no tuvo mejor momento para clavar una frase arrogante que hizo historia: “Pacto porque me da la regalada gana” con la que se justificó a partir de ese momento cualquier alianza y gestión política por inexplicable y contradictoria que fuese, y para colmo marcada con el cinismo indiferente que lo justifica todo.
En Ecuador el odio político ha unido a la clase política para las peores causas y, de paso, siempre han sido explicadas a la fuerza de sus dichos, por eso lo de la regalada gana es perfectamente aplicable para este tiempo. Bajo el pretexto del acabar con el correismo se dan en los últimos meses, tras el cambio de gobierno en mayo 2017, el asumir posturas que tienen ese justificativo así haga daño a la colectividad, o que le mienta a la nación en forma inadmisible, pero que sirva a sus intereses de hacer una masa crítica de opinión pública que asuma que lo que se hace es en su beneficio, así este mal o sea falso.
Dicen a manera de adagio popular que “Cuando mal piensa la cabeza en malos pasos andan los pies”. Si el gobierno y la clase política dirigente se esmera en decir que todo lo hecho en los diez años estuvo mal y hay todo un ambiente propicio para el linchamiento mediático entonces, en diversos sectores de la opinión pública se extiende fácilmente el concepto de no respetar lo que hasta aquí se ha vivido y, se asume que lo que se haga a futuro no debe contener nada que lo iguale al correismo con lo que avanza de forma veloz el proceso autodestructivo del Ecuador y su sociedad actuante.
Bajo la lógica de irrespeto indiferente, la ciudadanía ha comenzado a sentir como en las instituciones públicas se han deteriorado velozmente el sentido de velar por sus derechos y la atención va poco a poco en descenso. A los empleados públicos pareciera les ha convencido el discurso de haber superado el miedo y maltratan en forma evidente en ventanillas y oficinas a quienes acuden; las demoras en los trámites han aumentado en los tiempos y, los reclamos son canasteados fácilmente. Las denuncias vuelven a depender de la atención del agente y sus “prisas” o sus olvidos; de un momento a otro las gentes se quejan de las demoras en los hospitales, de las negativas del servicio y que nuevamente le piden que salga a comprar las recetas. Como las escuelas del milenio para el régimen actual estuvieron mal, entonces el sistema educativo comienza a dudar de su futuro, con el silencio invariable de las autoridades que mas bien presagian de los malos tiempos de retorno de la UNE nuevamente a controlarlo todo. Ese es el ambiente que nos están dando ahora, volviendo atrás de forma infame.
El mal reflejo de ese comportamiento público del maltrato de la regalada gana se lo puede evidenciar en las -hasta ayer – tan proclamadas excelentes carreteras que fueran construidas en el gobierno pasado. La vía Flavio Alfaro-La Crespa-Chone o, la Pedernales-Jama-San Vicente, han pasado fácilmente a ser un muestrario de la indiferencia pública ya que la línea amarilla reflectiva que divide los carriles está desapareciendo, nadie la ha repintado y ya no se ponen las tachas de iluminación, esas carreteras que no tenían ni un bache en el asfalto rígido comienzan a mostrar fisuras por el abandono. El problema fue que eran vías perfectas pero que “no dan trabajo a los ingenieros o constructores”, entonces pareciera que se dañan a propósito las vías como el caso de la Cuenca-Tarqui (foto) a la que le han aventado pavimento flexible encima del asfalto rígido que está todavía bueno y adentrarnos en una reparación forzada fiel reflejo de la inexplicable como voluntariosa “regalada gana”.