Arturo Belano

Si hay algo que reconocer a las disciplinas subyacentes al capitalismo, es su constante esfuerzo por hacer que el aparato administrativo funcione. Ya sea para hacer más rentable un negocio, o para hacer más efectiva la acción de la guerra. Muchas disciplinas encontraron en estas necesidades, la oportunidad para desarrollar instrumentos académicos, a veces científicos, para hacer mejor la acción empresarial o la guerra.

Nótese de hecho que, las escuelas de negocio, cuando enseñan estrategia de negocios, enseñan principios básicos de la guerra. Otras disciplinas como el Marketing o la Publicidad del mismo modo, se sostienen sobre estos preceptos. La psicología, en especial cuando se trata de la aplicada a las organizaciones, también ha funcionado para hacer más eficiente y rentable la labor del trabajador o del soldado.

Hay muchísimos estudios realizados desde la Segunda Guerra Mundial que se orientaron a analizar cómo hacer que el soldado sea más efectivo en su trabajo. Muchas de esas investigaciones luego fueron aplicadas al ámbito industrial. Las premisas fundamentales fueron siempre que no todo ser humano era igualmente competente para hacer cualquier tarea y que había que identificar a los mejores candidatos para un puesto, a fin de obtener los mejores resultados posibles.

Más de 60 años de investigación en la materia han demostrado por ejemplo que el concepto de Mérito es insuficiente para predecir qué tan bueno será un candidato para hacer un trabajo específico. El CV por sí solo, no ayuda a determinar si alguien será bueno o no haciendo un trabajo requerido. Ambos conceptos se consideran requisitos mínimos, pero no determinan la decisión sobre un candidato u otro. Es bastante obvio, los títulos solo certifican que alguien pasó por una carrera o un estudio de posgrado. En el CV solo se afirma en dónde estuvo una persona físicamente durante el tiempo que consta en ese documento.

Lo que certifica que alguien es el mejor para hacer una tarea, es el conjunto de competencias deseables. Competencias que se entienden como conocimientos, habilidades o actitudes. La única manera de verificar la existencia de estas competencias es a través de procesos de evaluación que cuentan con una infinidad de recursos académicos y tecnológicos que han ayudado a las organizaciones a mejorar la selección de personas para un puesto dado.

Que un político, que con toda la desfachatez posible se disfraza de la sociedad civil de la alta alcurnia, sostenga que nada de esto importa sino sólo el «buen nombre» no sólo es una afrenta a la ideología que el mismo político defiende, sino a más de 70 años de investigaciones en el ámbito de la psicología que demuestran precisamente lo contrario.

Volver a la sociedad del «Buen Nombre» no sólo es retrógrado, es también un insulto a todas las luchas sociales de los grupos más vulnerables, de un país históricamente injusto e insultantemente desigual, que a fuego han demostrado ser igual o más competentes que los «Prohombres» pero que no podían acceder a cargos de relevancia, precisamente por no tener un «Buen Nombre».

 

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