La debacle deontológica en la que están sumidos los grandes medios de comunicación ecuatorianos, se está llevando consigo el prestigio de una profesión tan noble y necesaria para la sociedad como el periodismo.

Desde el periodismo ejercido con independencia se procura la verdad, se informa con suficiencia, se opina con prolijidad, se educa, se da ejemplo de pulcritud profesional y cívica y se orienta a la sociedad hacia el abordaje de temas de interés ciudadano con la mayor cantidad posible de elementos de juicio. 

El párrafo que antecede describe exactamente lo que no-es y lo que no-hace la mayor parte de la clase periodística que conduce los grandes medios, quienes se han convertido en la antípoda del periodismo, lo han degradado, lo han contaminado y lo van a convertir en una profesión asociada al servilismo, al chantaje y a la mediocridad. En el futuro, los programas humorísticos podrían hacer parodias del periodista corrupto como ahora las hacen de los vigilantes de tránsito inmorales.

Galeano, el inmortal Eduardo Galeano, escribió alguna vez con atemporalidad sublime: “En nuestros países, la televisión muestra lo que ella quiere que ocurra; y nada ocurre si la televisión no lo muestra”. El poder sin contrapoder es un Chernobyl social; el poder sin regulación es un Fukushima. 

Aunque con frecuencia se comenta que los jóvenes no ven televisión ni leen revistas decadentes como Vistazo o diarios impresos, la verdad es que lo más importante no es si leen o no el pasquín, sino si consumen o no sus contenidos. 

Los contenidos de la agenda setting de los grandes medios salen del papel y de la pantalla y filtran hacia los móviles y las redes sociales. Lo hacen por medio de cápsulas audiovisuales, de memes, de influencers, de troles y de cuanto artificio encuentran para comunicar. 

Es muy naíf creer que los millennials y sus hermanos menores no tienen idea de lo que pasa en el país. Tal vez desconozcan detalles, pero las líneas gruesas las tienen claras; eso es lo peor: solo tienen claras las líneas gruesas, los titulares, los primeros diez segundos del vídeo. Es grave porque mientras menos palabras es más fácil mentir, recortar una verdad, ocultarla, exagerarla, distorsionarla. Ocurre igual en una conversación: es relativamente fácil mentir con un sí o un no, pero mentir sobre cómo ocurrieron los hechos es más difícil. Así operan los fabricantes de falsedades al frente de los grandes medios de comunicación: pocas palabras, grandes mentiras.

Los grandes medios han abandonado el periodismo para hacer proselitismo a favor del gobierno de todos los traidores. En la Tierra de la Mitad del Mundo el cargo de periodista está vacante. Quienes lo ejercían han mudado de profesión.

Por ello saludo e invito a quienes me leen a postular por el cargo, a integrar el ejército de periodistas digitales ciudadanos la sociedad ecuatoriana necesita para defender los derechos y los espacios que nos están arrancando a pedazos con el silencio cómplice de la prensa cínica, mercenaria y demagógica.

Por ello saludo también este micro manual de periodismo digital ciudadano, nada deontológico, solo un poco de técnica básica, que está circulando en redes sociales. 

Cuando una sociedad logra arrebatarle a los grandes medios de comunicación el monopolio de la información, ésta se democratiza, las versiones se contrastan, las mentiras se derrumban, la verdad ve más cercana la hora de la luz y los derechos se visibilizan.

Los derechos se ganan luchando y se pierden por dejar de luchar. Las calles son el espacio, pero ¿quién lleva a quién a las calles? ¿Cómo sale un pueblo a las calles si los ancianos y honorables sacerdotes de la información les dicen -con la misma voz de tantos años atrás- que todo es culpa de Correa y que el tridente Roldán, Cuesta y Romo son mejores que Messi, Suárez y Griezmann? 

Les dejo, para cerrar, 44 segundos acerca de cómo se consiguen derechos. De cómo se defienden también. De cómo se resiste. 

Una de las claves es compartir, difundir, gestionar. Que más personas se empoderen, se informen, se activen. Y empoderen, informen y activen a otras, y juntos repitamos el haiku 198 de otro inmortal, Mario Benedetti:

Qué linda época

aquella en que decíamos

revolución

Por admin