El consejero Luis Verdesoto ha jugado un rol nefasto: instalado como el “sabio” de la política no entiende ni las leyes, menos aún el “sentido común” de un proceso electoral. Pero sobre todo ejerce como un actor político y no como un juez electoral. Y cuando los micrófonos quedan abiertos se desnuda en su esencia política. Le dijo al secretario del Consejo Nacional Electoral, muy “suelto de lengua” a propósito de perder una votación, literalmente: “¿Por qué la vida es así compañero? O sea, no puede ser. Eso es el correísmo brutal. Es correísmo eso”. Claro, el secretario le secunda.

¿Por qué el correísmo es “brutal”? Parecería que todo lo que no sale del libreto de Verdesoto o de su iniciativa solo puede ser calificado como correísta. Si dos o tres consejeros votan en contra de su voluntad es correísta. Si seis candidatos al Consejo de Participación coinciden con las tesis del expresidente Rafael Correa son de sus “huestes”. Le duele a Verdesoto tanto que no tiene otra queja que exclamar “¿Por qué es la vida así compañero?”. La vida es así porque no es como él quiere o aspira. La vida es así porque la enajenación política que le aqueja le impide ver la realidad, asumir la ley como un mandato y no jugar a la maniobra para dirigir toda su acción contra el correísmo. Y, evidentemente, la vida es así porque el correísmo ha demostrado que está más vivo que nunca y como analista lo debe entender en su registro intelectual como un hecho puntual de la realidad.

Y no es que Verdesoto sea ajeno a la disputa política. Al contrario, es de uno de los bandos, el supuestamente más “plural” o “diverso”: el anticorreísmo. Todas sus entrevistas, comentarios y posturas están marcadas por esa “fobia política”. Desde ahí ejerce su función institucional, sin descontar aquellas “travesuras” en el Instituto de la Democracia, donde publica sus “ensayos” y los de sus amigos.

En sí mismo refleja ese “sentido común” instalado por la prensa y las élites económicas para desterrar y/o aniquilar a una corriente política que, como se verá en los resultados electorales oficiales, tiene un amplio respaldo, principalmente en los sectores populares. ¿Cuál es su argumento de fondo, concreto, democrático y político? Ninguno sostenido desde la formalidad institucional. En la práctica por una razón real: es la única fuerza política anti neoliberal en Ecuador.

Verdesoto asumió una misión determinante en el proceso electoral de este 24 de marzo: institucionalizar la aniquilación del correísmo y de ahí cada una de sus palabras, acciones e intentos de anular al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social con su malhadada fórmula para el conteo de los votos nulos.

Él -como Pablo Celi- es esa punta de lanza de una estrategia bien implementada desde los centros de poder económico y político. La única condición es ser fiel a una hegemonía política mundial, a un orden mediático establecido desde las grandes empresas de prensa y, sobre todo, al aparato judicial que ahora más que nunca está infectado de una ONG de los Estados Unidos.

No cabe la menor duda de que en estos momentos, Verdesoto y sus colegas del CNE tienen por delante un grave problema: decenas de demandas por la incapacidad de desarrollar un proceso electoral eficiente y transparente. Hay reclamos de los extranjeros con residencia, de los movimientos y partidos que no fueron legalizados, del abuso y permisibilidad para inscribir movimientos afectos al poder político actual y también por las irregularidades anticipadas y concretadas en los comicios.

Claro, se creen impunes e inmunes a cualquier reclamo porque cuentan con el apoyo de la prensa y del gobierno. Y por lo mismo son capaces de hacer cualquier cosa sin riesgo de sanción. Además, están convencidos que la transición política debe conducir a un solo objetivo y una sola persona: la derecha y su líder Jaime Nebot. Para ellos y todo el andamiaje jurídico y mediático montado solo tiene ese fin y lo van a justificar con el consabido estribillo: “poner fin al correísmo”.

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