Quienes salieron a protestar por el supuesto incremento del precio de la nutella, los banderas negras y pelagatos son los mismos que votaron por Mauricio Rodas y ahora se lamentan por el triunfo de Jorge Yunda. Prevalidos de que su color de piel y ojos, el uso de smartphones y ser consumistas por excelencia les garantiza otro estatus social y étnico, ahora lloriquean porque ni Moncayo y Montúfar pudieron vencer al ‘Loro Homero’ y a Luisa Maldonado en la disputa por la alcaldía de Quito (“la carita de dios”).

Son todos ellos anticorreístas por excelencia, de una moralidad curuchupa sin límite: nunca pecan ni se venden a nadie, jamás han recibido una coima o un pago desde alguna embajada u ONG, tampoco han almorzado con esos empresarios para que comenten a su favor en redes y editoriales; coquetean con Gringolandia pero se llaman patriotas cuando un impuesto redistributivo les impide repartir su riqueza; son usados por los banqueros y hacendados para que hablen por ellos en sus páginas editoriales y en las redes sociales como si con eso ya formaran parte de su familia y heredaran su pedigrí. Son tan insuperables que Páez les salió su mejor alumno. Y se ven en el espejo de Corral como ese ejemplo de sumisión ante un banquero para poder fumar puros caros y blandir su codicia como símbolo de evolución social.

Muchos de ellos dejaron atrás el socialismo y la izquierda porque ya no estaba de moda. Escondieron las fotos del Che, guardaron los CDs de Silvio, botaron los libros de Gramsci y, para variar, ya no beben cuba libre sino Johnny Walker. Y en consonancia con esa nueva “ideología” miran con desprecio y los tachan de nostálgicos a lo que luchan por la justicia social y desean la igualdad.

Son esos clasemedieros, al estilo del “cojudo” que describe muy bien Xavier Flores, que van por las provincias a dar clases como si fuesen la eminencia y longuean a los provincianos, cobran por hablar sin preparar nada y luego regresan a la capital a burlarse del cholerío. Y para más, esos son también los que llegaron a Quito y se hicieron “cultos y letrados” y lloran si les dicen chagras. Sabedores de la mediocridad profesional de un Vivanco o un Villavicencio los aplauden mientras reconocen su precariedad intelectual. Mientras el segundo les sirvió para aplaudir al anti correísmo era abrazado en público, hoy ni siquiera le dan un retuit  a sus supuestas denuncias. Y al primero no se atreven a criticar sus procacidades periodísticas porque es ahora el payaso de moda.

Tan críticos de los medios públicos “correístas” hoy ni se molestan en abrir las páginas del Telégrafo para revisar la mediocridad del trabajo profesional y editorial de su director y subdirectora. Mucho menos para solidarizarse con los despidos y se hacen de la vista gorda cuando los trabajadores y periodistas de Gama no reciben su paga por más de tres meses. Los medios públicos ya no son gobiernistas y tampoco le generan pérdidas al Estado. ¿Alguno de ellos señala a la Secom como el aparato que sostiene las frecuencias del “El Fantasma”?

Yo me pregunto qué va a pasar con Yunda cuando le vean de la mano de Fernando Carrión o sea un Schwarzkopf su principal contratista. ¿Blanquearán su imagen así como taparon las mediocridades de Rodas? ¿O van a esperar que el banquero Egas se tome la foto con el flamante alcalde y con eso reciban la bendición de que ha sido cooptado por las élites y ya no tendrán más que someterse a su voluntad?

Esa clase media boba de la capital, como ya pasó en otro momento con Lucio, no se explica que su autoridad moral e intelectual no influya en los pobres, en los cholos, en los sureños, en los de Carapungo ni Calderón. ¿Les duele tanto que tan sabios y luminosos no sean los “influecers” que dicen por quién votar y a quién odiar?

Claro, convencidos de que ganaba Moncayo y Zapata no tenían por qué hablar a favor de ellos, solo hablar mal, todo el tiempo, de Rafael Correa, Paola Pabón y Luisa Maldonado. Se callaron de las barbaridades de Julio César Trujillo, Luis Verdesoto y Elizabeth Cabezas. Hicieron de todo para sepultar al correísmo con su desprecio y soberbia con los electores y jamás criticaron la multimillonaria campaña de César Montúfar o los excesos publicitarios de la socialcristiana Paola Veintimilla.

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