Un grupo de corresponsales en Ecuador celebró efusivamente la detención de Julian Assange. Igual lo hicieron varios medios nacionales, supuestos analistas y también periodistas que se autodenominan “libres e independientes”. Jolgorio general, aplausos por doquier y una buena dosis de cinismo sobre el sentido y significado de su oficio.

El jueves 11 de abril, el mismo día del acontecimiento (que marcara la historia de la humanidad, así como fue la detención y asesinato de Ernesto Ché Guevara) esos periodistas y medios alardeaban del “momento histórico” que les tocó vivir. Pero hubo algo más: al terminar una rueda de prensa en Carondelet con los corresponsales extranjeros, entraban por otra puerta los dueños, gerentes y directores de los medios alineados en la AEDEP, Asociación de Canales de Televisión y de la AER.

Como ya parece una costumbre entrar al “Palacio del Poder” -al que antes menospreciaban porque esos gerentes tan morales e impolutos no se contaminan en los salones de Carondelet- hasta los guardias y personal de la Secom los recibía como amigos de la casa. Y todos ellos y ellas felices y cordiales saludaban como si fuesen los enviados de Dios.

Al otro día las portadas de todos los periódicos y los titulares de todos los noticieros tenían el mismo mensaje, el mismo enfoque y ciertos entrevistadores hacían las preguntas obvias además de añadir su dosis de cinismo cuando se referían al “hacker” Julian Assange. De hecho, al salir de Carondelet, al terminar la rueda de prensa de José Valencia, María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán, uno de los directores de un periódico nacional me estrechó la mano y me recomendó no seguir llamando PERIODISTA al “hacker”.

Hace pocos días estalló en España un escándalo conocido como “Operación Cloaca” en el que los medios españoles jugaron un papel predominante: recibían información del Ministerio del Interior, la pasaban a sus jefes de redacción y estos publicaban como primicias y exclusivas una supuesta acción ilegal de los líderes de Podemos, que iba desde recibir dinero del chavismo hasta falsos actos anti éticos. Hoy son pocos los medios ecuatorianos y los aparentes defensores de la libertad de expresión los que publican y/o comentan este escándalo).

Claro, no lo harán porque hacen exactamente lo mismo que los medios españoles: van a Carondelet, se reúnen con las más altas autoridades y al otro día los titulares y los contenidos coinciden con la línea argumental de la Secom, Ministerio del Interior y Cancillería.

Bastaría con revisar las entrevistas de María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán en canales y radios para entender lo que significa “coincidir” con el poder de turno desde esos sets sin vergüenza alguna. Lo más importante que destacaban era el acto escatológico de Assange, justificaban lo injustificable desde un lugar común que ya parece etiqueta: “el asilo se retira así como se otorga”. Pero al menos ellos tienen la obligación de defender sus actos y asumir sus consecuencias. Son tan responsables de la decisión de su jefe como de los procesos judiciales y penales que devendrán de lo actuado contra el fundador de WikiLeaks.

Lo que indigna y da vergüenza ajena es el comportamiento de muchos periodistas que en sus primeros pasos habrán soñado con reproducir, en algún momento, la gesta de los reporteros del Washington Post cuando revelaron el caso “Watergate”. Es más, cuando WikiLeaks distribuyó los cables de las embajadas estadounidenses, los mismos medios que fueron el pasado jueves 11 de abril a Carondelet se vanagloriaron de las primicias difundidas y del impacto noticioso de las revelaciones. Hoy miran para otro lado, atacan a Julian Assange y lo desconocen como periodista, jamás le considerarán colega y, obviamente, nunca dirán que revelar la verdad ahora sea el objetivo más preciado de todo medio y de todo periodista.

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