Durante la década maldita, transcurrida entre 1995 y 2005, el pueblo ecuatoriano se pauperizó. Fue la década del conflicto del Alto Cenepa, de las leyes de Dahik y de Nebot, de la catástrofe del feriado bancario, de los ocho presidentes y de la Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional, gestionada por Guillermo Lasso en su calidad de funcionario del gobierno de Lucio Gutiérrez.
El desconsuelo, la pobreza y el dolor ciudadano eran pólvora fácil de encender para llevar al pueblo a las calles a gritar en contra del gobierno de turno. El hambre era más poderosa que el miedo a la represión. El hambre era más poderosa que el confort. Y no había redes sociales para exorcizar los demonios desde casa.
Hoy el hambre no es tan poderosa. Uno de los legados del gobierno de Rafael Correa es haber sacado de la pobreza a dos millones de compatriotas, quienes ahora son parte de las clases medias, están insertos en la sociedad de consumo y no tienen hambre. Esta nueva sociedad no-pobre, no-hambrienta, tiene pereza de salir a las calles. Y tiene miedo.
Joanna Bourke, en Fear: a Cultural History, precisa “el miedo es la emoción más fácil de estimular. Es un juego de niños hacerlo. Incluso es más fácil hacer a la gente sentir miedo que odio”. Según Bourke, para generar miedo en una sociedad son imprescindibles los medios de comunicación masiva y cierta pasividad crédula de parte de los ciudadanos.
Otro autor contemporáneo, Enrique Gil Calvo, en El miedo es el mensaje, afirma que “el miedo aparece incentivado por unos medios de comunicación centrados en la representación de una Edad Media repleta de víctimas, verdugos y bufones”. Gil trabaja sobre el concepto de bucles entre opinión pública y opinión publicada, sugiriendo que ambas se realimentan y que, por tanto, a mayor información, es más probable que haya más miedo porque los riesgos de ser afectados por algo vuelve a los ciudadanos temerosos.
Volvamos a aquello del hambre. Sin hambre y con un bombardeo incesante de fake news y de escándalos sobredimensionados por los grandes medios de comunicación que actúan de voceros del gobierno y de la lumpenburguesía que cogobierna, cunde el miedo. El miedo a opinar diferente conlleva a las “espirales del silencio” de Noelle-Neumann. El miedo a la represión genera exacerbación de las redes sociales que no se traduce en calles calientes. El miedo a que por #CulpadeCorrea el país colapse hace que se acepten incrementos de precios y otras medidas impopulares sin chistar.
Algo ha hecho bien el gobierno de Moreno y sus secuaces de la comunicación: han sembrado el miedo. Con narrativa medieval han transformado a Rafael Correa y sus seguidores en brujas que hay que exorcizar y llevar a la hoguera sin vergüenza de saltarse el debido proceso, sin pruebas y en algunos casos actuando solo sobre denuncias personales tan profundas como afirmar que si tiene un gato negro es hereje y merece el escarnio y la muerte. Es la Edad Media.
La misma figura de Trujillo es medieval: el anciano sacerdote con poderes para firmar cuanta sentencia de muerte se le antoje. Moreno es medieval: el rey déspota e incapaz protegido por una corte comprada con prebendas a las que el pueblo no tiene acceso. Michelena viene a ser el bufón, Cuesta el verdugo, Romo controla a los guardias del foso y Nebot es el cardenal que detenta el poder tras el trono, que conoce los pecados de todos y oculta muy bien los suyos.
En la narrativa medieval las brujas terminan en la hoguera porque no hay quién quiera defenderlas. Por miedo. Por miedo a terminar igual.
Ratio decidendi, en medio de este momentum medieval y macabro de la política ecuatoriana, hacer periodismo independiente es un acto de valentía y de honor que se asemeja a la emoción denominada “song” en los estudios de Catherine Lutz y que se define como la ira justificada frente a una injusticia que lleva a una persona al acto de la crítica o la denuncia aun en condiciones severamente peligrosas o temerarias.
Preguntada Joanna Bourke si había algo de positivo en el miedo, su respuesta fue favorable: “Sí, puede ser positivo […] es una fuente de creatividad. Podemos elegir cómo responder al miedo”.
Podemos elegir. Podemos elegir paralizarnos o podemos actuar con valentía, honor y song como lo está haciendo el periodismo independiente de Ecuador en estos tiempos de traición y distopía.