A León Febres Cordero, en especial al referirnos a su paso por la Presidencia de la República, se le pueden imputar muchos de los defectos y excesos más deleznables de la política. Incluso algunos de sus panegiristas así lo reconocen, aunque volteen las lecturas para interpretar, por ejemplo, el irrespeto atrabiliario a la institucionalidad del Estado como algo parecido a la virtud de la entereza, la valentía o la decisión para generar los cambios.

Construyendo sobre lo anterior, Febres Cordero llevó a cabo un gobierno nefasto, sin embargo es preciso reconocer en él a un político frontal, genuino, sincero. Desde su presencia física y pasando por su verborrea combativa y el oscuro círculo de ministros y demás funcionarios que lo rodeaban, el inquilino de Carondelet en el período 1984 – 1988 atropelló todo lo que pudo durante su mandato para lograr imponer su criterio por encima de la ley, del sentido común y de los intereses nacionales.

Nada en Febres Cordero era una invocación a la paz. Su paso por el Congreso Nacional en el período 1979–1983, lugar al que solía concurrir con una pistola en el cinto, fue altamente polémico y combativo, la campaña presidencial de 1984 fue salpicada de sangre y balaceras, y en el legendario debate frente a Rodrigo Borja hizo caer un aguacero de escupitajos verbales.

A nadie se le pudo ocurrir que su gobierno sería un crisol de respeto a la libertad de expresión y a las voces críticas al régimen. Y, efectivamente, no lo fue; de hecho, fue todo lo contrario y embistió como toro en vidriería a todo o casi todo lo que se moviera o se expresara en su contra. Clausuró por diversos motivos a más de 30 medios de comunicación, entre ellos las emisoras de radio Atalaya, Huancavilca, Democracia, Tarqui, Victoria, Bolívar y CRE. A esta última no solo le entablaron la acción administrativa sino que además destruyeron sus equipos e instalaciones.

Aquello no fue todo. También hubo atentados contra los periodistas José Rodríguez, de radio Éxito, y Pancho Jaime, quien publicaba un pasquín crítico contra el régimen y fue detenido y torturado. Otros periodistas como Andrés Carrión, Hugo Fernández, Polo Barriga y Diego Oquendo fueron impedidos o severamente obstaculizados de ejercer su profesión a través de despidos, prohibiciones y otras trafasías y leguleyadas.

Sin ánimo de exculpar a Febres Cordero, todos sabían que así serían las cosas. El líder socialcristiano era, ya lo anoté antes, un político congruente y consecuente entre su pasado, sus promesas y su día a día.

Vengámonos ahora a tiempo presente. Moreno, en menos de la mitad del tiempo que estuvo en el poder Febres Cordero, ha reeditado sus peores prácticas, pero lo ha hecho desde el buenismo macabro, esa engañifa de la sonrisa apacible, el tono de voz modoso y el chiste de relojera, que sirve de distractor para actuar luego de forma desleal y execrable. Es la hipocresía llevada al nivel más ruin.

Así, desde la ‘ternura’ de Chucky o Anabelle, el gobierno de Moreno eliminó a Telesur de la programación de CNT, convirtió la línea editorial de El Telégrafo en socia colusora de los demás medios guachimanes del poder económico que ahora cogobierna, está destruyendo la economía de El Telégrafo y otros medios públicos para justificar su cierre o privatización, dejó en la indefensión a los tres periodistas secuestrados por grupos armados irregulares de Colombia, entregó al periodista Julian Assange a la policía británica en un acto que ha merecido el repudio mundial, ha gestionado el cierre de la cuenta Facebook del expresidente Rafael Correa para evitar los enlaces digitales, ha gestionado el cierre del portal Ecuadorinmediato, silenció a Radio Pichincha Universal, persigue voces contrarias en redes sociales a través de un ejército de trolls que procuran el cierre de las cuentas de los opositores, descuartizó la ley de Comunicación con lo cual se fortalecieron los grandes medios que son sus socios políticos, nuestro propio portal de Ruta Krítica ha sido afectado en varias ocasiones, cerró la agencia de noticias Andes, decenas de periodistas opositores han denunciado amenazas a su vida e integridad física, etc.

Solo están a salvo los grandes medios de comunicación que protegen al gobierno de Moreno, lo blindan, lo cuidan, lo apapachan.  Eso y más deben haber acordado en aquella reunión de julio de 2017 en la que posaban sonrientes y aliviados los dinosaurios de la prensa cínica, mercenaria y demagógica.

La prensa verdaderamente independiente, crítica de la distopía morenista, resiste desde el mundo online en tiempos de una especie de febrescorderato hipócrita y ruin, falsario, cobarde.   

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