Hernán Reyes Aguinaga
Mariella Franco era negra, tenía 38 años y una hija de 19. Hace unos días fue asesinada a balazos junto con el conductor del vehículo en el que se movilizaba después de un mitin político. Nació en medio de la pobreza de una favela de Río de Janeiro. A pulso y con una beca obtenida por su calificaciones estudió sociología y en el 2014 se graduó en una Maestría con una Tesis, cuya parte inicial del título era curiosa: “UPP-La reducción de la favela a tres letras…”. La tesis trataba sobre las políticas de seguridad pública por parte del Estado carioca, analizando la actuación policial y militar en varias favelas de la ciudad de Río. El tema de su investigación de postgrado no era sino la contracara de su propia y activa militancia política en defensa de los derechos humanos de los millones de habitantes de esas “temidas” zonas de precariedad, violencia y exclusión cotidianas.
Su pasión como activista la llevó últimamente a ser electa concejala de esa ciudad por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), fuerza política de izquierda que había sido expulsada del Partido de los Trabajadores (PT) en 2003, por su disconformidad con lo que consideraron el “continuismo” de Ignacio Lula da Silva en su primer año de gobierno y con sus políticas gubernamentales “para ganarse el favor de los mercados”.
Generando fuertes dudas sobre la franqueza -o abierto cinismo- de las condolencias públicas expresadas por el presidente Michel Temer en relación a su cobarde asesinato, las primeras noticias sobre el crimen son sorprendentes. Según Bruno Bimbi, del portal periodístico Todo Noticias, “de acuerdo con una pericia realizada por la División de Homicidios de la Policía Civil de Río de Janeiro, las balas que mataron a la concejala de izquierda Marielle Franco y a su chofer, Anderson Gomes, pertenecían a un lote comprado por la Policía Federal de Brasil. El lote de munición UZZ-18, usado en pistolas calibre 9 mm, fue fabricado por la empresa CBC y adquirido el 29 de noviembre de 2006”
¿Cuál es el trasfondo del asesinato a mansalva de Mariella? La clave de la respuesta a esta pregunta está en su investigación sobre la violenta actuación de las “fuerzas del orden” en las favelas. Mariella estudió y evidenció “cómo el cerco (policial primero) militarista en las favelas es un proceso creciente de encarcelamiento en el sentido más amplio de la palabra. Las Unidades de Policía Pacificadora” (UPP) se tornan en una política que fortalece el Estado Penal con el objetivo de contener a los insatisfechos o excluidos del proceso, formados por una cantidad significativa de pobres, cada vez más colocados en los guetos de las ciudades y en las prisiones”, siguiendo la reflexión teórica de Loïc Wacquant (2002) que definió a ese proceso como de “penalización ampliada” de la pobreza generada por el sistema neoliberal.
Lo que subyace a este crimen no aparecerá jamás en las noticias amarillistas y quizá tampoco en los actos simbólicos de consternación por el asesinato, que pondrán énfasis en el hecho aislado pero no en las razones estructurales que lo muestran como un síntoma. En el fondo se trata de las relaciones cada vez más violentas entre el Estado y la Sociedad en la era del capitalismo neoliberal.
Como bien anotaba Mariella en su tesis, “hay dos acciones predominantes del Estado frente a los territorios populares: volverse ausente, o sino estar absolutamente presente. Significa que el Estado sintetiza una doble cara. Las dos opciones demuestran lo que ha escogido el Estado, cuando respecto a la prerrogativa que tiene de garantizar derechos, opta por bajas inversiones y pocos equipamientos. Y/o marca su presencia con el uso de la fuerza y de la represión, principalmente por medio de la acción policial. Refuerza así, la visión predominante de que las favelas y las periferias son lugares de ausencia, carencia, donde predomina el vagabundeo, o la narrativa del asistencialismo, en un espacio considerado territorio de pobres infelices”.
Mariella vivió para denunciar a ese Estado y sus intenciones perversas de eliminar la pobreza por la vía violenta. Por eso el mensaje de crimen es claro: “quédense en las favelas, no protesten ni pregunten mucho, simplemente déjense controlar o los asesinaremos”. Ahora Mariella está muerta, pero el sistema más vivo que nunca. Y lo más trágico es que ese Estado es al que sirve Temer y las fuerzas de la derecha económica y política en Brasil. Estos son los tiempos oscuros y salvajes del neoliberalismo del Estado Penal.