Por Luis Varese

En Junio serán las elecciones en segunda vuelta en el Perú. Luego de 36 años, habrá que votar entre una opción de izquierda y una opción de derecha. La última vez (1985) fue entre Alfonso Barrantes Lingán, el dirigente socialista de Izquierda Unida, ex alcalde de Lima y  Alan García del APRA, que en aquella ocasión el electorado peruano votó por el progresismos ya que García se presentaba como un socialdemócrata de avanzada. Barrantes decidió no participar en la segunda vuelta.

Ahora en 2021, la disputa será entre lo más corrupto de la derecha peruana, que es mucho decir, encabezada por Keiko Fujimori, y un joven maestro, Pedro Castillo, dirigente sindical de su gremio, un provinciano norteño, que cuenta con el respaldo de los pobres del país y de todos aquellos sectores progresistas, patriotas y defensores de la democracia y la Soberanía Nacional. Es una disputa entre autoritarismo y participación. Una disputa entre privilegios de unos pocos y la búsqueda de derechos para todas y todos.

En el Perú la burguesía nacional no tiene poder económico ni político, se reduce a una clase media que se identifica con el país, con su cultura originaria, con su cocina como expresión cultural, pero que no tiene ningún poder para defender los intereses nacionales. El único intento de construcción de una conciencia y poder económico y político nacional, fue el proceso dirigido por el General Velasco, que duró apenas unos cortos 8 años y que fue rápidamente revertido por un General traidor llamado Francisco Morales Bermúdez, y los gobiernos posteriores. Hoy y desde hace treinta años gobierna una amalgama de personajes ligados a las transnacionales, al narcotráfico y que han convertido a la corrupción en su principal aliado para enraizarse en sectores de clase media y populares.

¿Cómo se presenta esta campaña?

Castillo, de Perú Libre, ha anunciado la renegociación de los contratos  con las transnacionales y fórmulas de redistribución de la riqueza incluyendo una segunda reforma agraria, así como una política internacional que privilegie el multilateralismo y  una propuesta de elecciones hacia una nueva Constitución de la república. Castillo aparece como la voz de Perú andino, del Perú, cholo, lo que se ha llamado el Perú profundo. Surge como una respuesta popular de lenguaje sencillo y  radical que llama a la defensa de los más arraigados intereses de la Patria y de los pobres del campo y la ciudad. Pero también llama a esos sectores de clase media que sienten la necesidad de un cambio que devuelva al país dignidad y solidaridad.

 Como es de fácil comprensión, esto ha desatado los más furiosos ataques de la derecha, los think tank estadounidenses y los sectores ligados a las mafias de los tráficos y la corrupción. Por supuesto de los medios de comunicación que se encuentran principalmente en manos de esos sectores.

Keiko Fujimori encabeza una línea autoritaria, represiva, de corte fascista a los sectores corruptos del país. Siguiendo la trayectoria política de su padre, esta candidata llega por tercera vez a la segunda vuelta. En las dos anteriores perdió ante un candidato que se presentó como progresista y luego traicionó (Ollanta Humala) y la segunda vez contra un candidato de la derecha, Pedro Pablo Kutzinsky. Hoy ella recoge los votos de la población más conservadora y del “anticomunismo” cincuentero resucitado. La candidata, de no ser elegida se juega el retorno a prisión. (Vale recordar que 4 Ex presidentes: Fujimori, Toledo, Humala y Kuczinsky han sido juzgados y condenados por corrupción, salvo Alan García quien se quitó la vida en el momento de ser arrestado. El que mayor condena cumple es Alberto Fujimori  con 25 años de sentencia por asesinato y latrocinio contra los bienes de la Nación).

La política en el neoliberalismo

En el Perú existe un término que es “terruquear”. Se convierte en terruco (terrorista) todo aquel que  reivindique opciones sociales medianamente de avanzada. No se diga de quien hable de Reforma Agraria, o del combate a la pobreza o la renegociación con las transnacionales. Pedro Castillo acumula todas las acusaciones posibles. Incluso un ultraderechista ex candidato a la presidencia, miembro del Opus Dei, ha gritado “muerte al comunismo, muerte a Pedro Castillo”. Esta campaña va desde extremos ridículos que anuncian que “los nietos serán procesados en las fábricas de atún”, hasta que te “quitarán las casas, los jardines y los parques”. Los medios de comunicación proclaman la tragedia nacional si gana la Izquierda y algunos ya llaman un golpe de estado pidiendo la intervención de la Fuerza Armada, y aún no se han dado las elecciones.

El cobro de impuestos a los grandes evasores es otro de los temas que tiene aterrada a esa oligarquía corrupta, Mineros, grandes industriales, empresas transnacionales, han encontrado desde el fujimorismo en adelante, la manera de evadir impuestos, incluso en el agro donde la explotación laboral alcanza niveles inhumanos. Cito un fragmento de un excelente artículo de Alberto Chirif, para referirme a este tema Por su parte, el sector agroexportador también se beneficia de la reducción del Impuesto a la Renta a la mitad de lo que paga el resto de las empresas y puede recuperar el IGV por la compra de equipos, insumos y contratos de construcción. El agronegocio también se beneficia de la reducción de los derechos laborales: la jornada laboral para los campesinos es de 12 horas; solo se pagan horas extras cuando superan ese máximo…Un dato nada anecdótico es que las medidas a favor del sector agroexportador nacen de una ley de un ministro que ocupó el cargo apenas ocho meses, entre junio y noviembre de 2000, cuando Alberto Fujimori huyó del país y renunció por fax a la presidencia. El ministro era un agroexportador que, luego de dejar el cargo público, retornó a su empresa para disfrutar de los beneficios de la norma que él había dado.” (PERÚ, UN PAÍS EN BÚSQUEDA DE SU IDENTIDAD, Chirif Alberto, nueva tribuna. publico.es)

Luchar por los derechos se ha vuelto un delito contra la ciudadanía

Estas elecciones han revelado a un Perú escondido detrás de la máscara engañosa del “crecimiento económico”. Han revelado a un Perú que exige un mínimo de derechos y que los requiere de emergencia. Han revelado una confrontación cultural y de clases. A ello ciertamente ha contribuido la pandemia, pero no ha sido el factor determinante. Han sido años de explotación y de represión contra los sectores mayoritarios de la población. Reestructurar al Estado y devolverle el rol que garantice el cumplimiento de las leyes (por ejemplo el pago de impuestos) y de regulador de la distribución de la riqueza nacional, es un llamado a la Solidaridad, a la Soberanía, a la defensa de la Patria, a la defensa del conjunto de la Nación y de sus habitantes. Es un llamado a la racionalidad de reconocer a un país plurinacional, pluricultural y divido por los niveles de ingreso entre la miseria y el bienestar de una minoría. Reordenar al país, devolver la dignidad de los peruanos, no es un grito desmedido, es simplemente recuperar espacios alcanzados en años de lucha por la democracia.

El fujimorismo representa la institucionalización de la mafia. El radicalismo en este país, no está en manos de la izquierda, está en manos de una derecha corrupta, avariciosa, cargada de codicia intransigente y antipatriota. Piensan que el país sigue siendo su isla de guano (como dice una amiga muy cercana) y las peruanas y peruanos somos sus peones, como lo fue en la reciente prehistoria nacional hasta los años 70.

Castillo representa una esperanza de reconstrucción nacional y de acceso a derechos. Serán elecciones muy difíciles y el electorado deberá afrontarlas con gran sabiduría, lamentablemente los medios de comunicación, los pocos intelectuales de derecha encabezados por Vargas Llosa, y las redes sociales pretenden esconder una realidad evidente y mienten de una manera eficaz contra Castillo y sobre la vida trágica del Perú de los pobres, de la gran mayoría de peruanos.

Las encuestas dan un ascenso desmedido a la candidata Fujimori, aunque Castillo mantiene un índice mayor de preferencia del electorado. La lucha por la unidad de las dirigencias de izquierda y las fuerzas patrióticas progresistas ha tenido un gran avance con el acuerdo entre Perú Libre (Pedro Castillo) y Juntos por el Perú (Verónika Mendoza).

Serán momentos sumamente complejos en la vida política del país y el electorado deberá escoger con sabiduría (repito) entre un futuro violento de mayor explotación y corrupción con Fujimori a la cabeza, o un futuro de avances en el desarrollo de políticas públicas que recuperen los derechos de todas y todos las peruanas y peruanos. El resultado de las elecciones será la forma de entrar racionalmente al Bicentenario con un Proyecto de Construcción Nacional o de continuación de un régimen de corrupción que impulsará métodos fascistas. Apostamos al triunfo de Castillo, jamás apostaremos a la estirpe traidora y corrupta de los Fujimori y sus acólitos.

Por Editor