El 28 de abril se celebraron elecciones generales (al Congreso de los Diputados y al Senado) en el Estado español. Culminaba así el llamado a elecciones por parte del primer ministro, Pedro Sánchez, líder del PSOE (Partido Socialista Obrero Español, social-liberales, europeístas), en el poder desde junio de 2018, tras la exitosa moción de censura que acabó con el Gobierno del PP de Mariano Rajoy (Partido Popular, centro-derecha, conservadores).

El resultado de la elección arroja un claro ganador: el propio Pedro Sánchez. Su partido, el PSOE, vuelve a ganar unas elecciones (después de 11 años) y dobla en diputados al segundo partido, el PP, que obtiene el peor resultado de su historia. Ciudadanos (derecha liberal, nacionalistas españoles) obtiene un gran resultado, se confirma como tercera fuerza política y consolida su progresión en todo el Estado. Unidas Podemos (populistas de izquierda, socialistas) pierden peso parlamentario y retroceden en amplias zonas del país. Vox (extrema derecha, nacionalistas españoles, neofascistas) irrumpe en el Parlamento pero obtiene un resultado menor del esperado.

Total Congreso de los Diputados de España: 350 diputados

PSOE 123 (28,9%)

PP 66 (16,83%)

Ciudadanos 57 (15,98%)

Unidas Podemos 35 (12,05%)

Vox 24 (10,34%)

Otros                                      38

La participación (75,75%) se corresponde con la de las grandes citas electorales (primeras elecciones después de Franco, 1977; 1ª victoria de Felipe González, 1982; victoria de Zapatero después de las protestas contra la  Guerra de Irak y los atentados del 11-M, 2004). Se vuelve a cumplir una regla histórica: cuando hay una alta participación, la izquierda sube (y suele ganar). Ello confirma que existe una mayoría social progresista en España.

· Estas elecciones arrojan varias claves para el análisis:

1. Después de un ciclo de más de tres décadas, se confirma la defunción del bipartidismo postfranquista, amenazada desde el momento en que Podemos y Ciudadanos irrumpieron en el panorama electoral (2015). La crisis del Régimen del 78, abierta en 2008 en plena crisis financiera global y que transitó el ciclo de protestas ciudadanas 2011-2014 desembocando en una inédita volatilidad institucional (2015-2018), puede estar llegando a su fin. Existen señales de que el sistema político en España tenderá a estabilizarse. La posición de fortaleza del PSOE en relación con otras fuerzas políticas será un factor gravitante de estabilidad, y contará con el apoyo de todos los poderes fácticos (tanto nacionales como europeos y mundiales) para asentar el régimen político.  La Corona española, además, está muy satisfecha con este resultado.

2. Como condición necesaria de lo anterior, el resultado electoral culmina el proceso de rehabilitación del PSOE como partido estructurante del régimen. Mientras que el PP profundiza su descomposición, Pedro Sánchez sale victorioso de las batallas internas (contra los barones del partido, como Felipe González, o la líder andaluza, Susana Díaz), y el PSOE vuelve a ocupar el centro político. Pedro Sánchez conjura, parece que definitivamente, el riesgo de pasokización y gana la apuesta con su política de gestos, iniciada con la moción de censura de junio de 2018 y la decisión de gobernar en solitario, sin Unidas Podemos (ver Ruta Kritica 13 de enero 2019, «España 2018: resonancia de la inflexión»).

3. Con todo a su favor, las derechas perdieron una oportunidad histórica para obtener una mayoría política y reconfigurar los acuerdos básicos de la Transición. Mientras que el avance de la ultraderecha (Vox) es notable, consiguiendo incluso condicionar el discurso y el tono de campaña de PP y Ciudadanos, pero el hecho de que no se pueda reeditar el pacto de gobernabilidad de Andalucía frena (por ahora) el avance de esta dinámica presente en todo el mundo, al menos en la vertiente de la política institucional (Trump, Bolsonaro, Duterte, Erdogan, Salvini, Orban, etc.). En todo caso, el desembarco de Vox ha demostrado que la ultraderecha no necesita estar en el Gobierno para alterar y contaminar la agenda y el debate público. Y, en todo caso, la plataforma del Parlamento será muy bien aprovechada para disparar cotidianamente su artillería y consolidar su discurso de confrontación y de odio, aumentando así su visibilidad.

4. La alta burocracia de Bruselas respira aliviada. La reciente victoria del Forum para la Democracia en Holanda, hace poco más de un mes, desató el pánico en las instituciones europeas, ante la posibilidad de que el crecimiento de Vox pusiese a España en la órbita de los populismos de derecha, a puertas de las elecciones al Parlamento Europeo el próximo 26 de mayo. Con la posibilidad de un Brexit duro más probable que nunca, el establishment europeo en Bruselas ve con muy buenos ojos la recuperación de un aliado como el PSOE de Pedro Sánchez. Asimismo, en la deriva atlántica, la rehabilitación del PSOE coincide con la fase de salida de Angela Merkel del poder: balón de oxígeno para el eje París-Berlín.

5. Al calor de la convulsión social y política del Procès catalán y sus consecuencias, y en un momento histórico definido, por un lado, por la crisis sistémica, estructural y sostenida del capitalismo y, por otro, el auge de los populismos de derecha en todo el mundo, la clase trabajadora y sus demandas/intereses estuvieron casi totalmente ausentes del debate durante la campaña. Aquí se evidenció una de las grandes victorias, de carácter ideológico, de las derechas: los temas dominantes de campaña fueron la defensa de España contra el separatismo, (el riesgo de) la inmigración, la inseguridad, etc., con un tono de confrontación y planteamientos maximalistas en torno a la identidad (española). Sólo Unidas Podemos consiguió, con dificultad, posicionar demandas de carácter social.

6. Frente al claro señalamiento de las mujeres y de la agenda feminista -denuncia de las agresiones sexuales y la violencia de género, aborto, brecha salarial, etc.- como adversarios/enemigos por la ultraderecha, la respuesta del voto femenino fue contundente: mujeres, sobre todo, pero también jóvenes y clase trabajadora, contuvieron el avance de las derechas. Se demostró que el Estado español y sus pueblos son más diversos de lo que cabe en los planteamientos en clave excluyente de las derechas. En este sentido, estas elecciones pueden tener una importante proyección ideológica a futuro.

7. Como dato importante, cabe señalar el éxito rotundo de los partidos nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, así como el fracaso absoluto de las derechas en ambos territorios. En Euskadi, las derechas no sacan un solo diputado, mientras que EH Bildu (socialistas, independentistas) obtiene su máximo histórico y el PNV (nacionalistas vascos, conservadores) consolidan su primera posición. En Cataluña, Esquerra Republicana (republicanos, independentistas) obtienen una rotunda victoria, y junto con JxSí (nacionalistas, neoliberales) consolidan una fuerte presencia de los partidos del Procès en Madrid. Ciudadanos mantiene una presencia importante (sobre todo en Barcelona) y el PP se hunde: obtiene una única diputada en Catalunya, Vox otro más. Fuerte señal que consolida dos ideas: primera, las derechas no quieren hacer política en Catalunya o Euskadi, sino sostener la confrontación para sacar réditos en el resto de España, y segunda, frente a la agenda de la represión y la confrontación, los pueblos del Estado español quieren diálogo y política.

8. Después de varios años con representación mínima, o ausente del Parlamento, el Partido Comunista de España lleva a cinco diputados al Congreso -bajo la candidatura de Unidas Podemos-, incluido su Secretario General, Enrique Santiago, experto conocedor de la política latinoamericana y abogado cercano a organizaciones de derechos humanos y al proceso de paz en Colombia.

9. El resultado moderadamente positivo de estas elecciones -freno al crecimiento de la ultraderecha- contrasta con una debilidad de las organizaciones sociales y populares en el conjunto del Estado español. Tradicionalmente, una victoria del PSOE suele generar una desmovilización de las dinámicas sociales y organizacionales de base. Sin embargo, el día después de las elecciones hubo pronunciamientos importantes: el del sindicato mayoritario en el Estado, Comisiones Obreras, advirtiento a Pedro Sánchez de que espera un mayor peso de las políticas sociales en su nuevo Gobierno. También, se revitalizaron las manifestaciones de los mayores pensionistas -inesperado ariete contra Mariano Rajoy-, reivindicando el sostenimiento del poder adquisitivo de las pensiones.

10. En menos de un mes, el próximo 26 de mayo, se celebrarán elecciones municipales (ayuntamientos), regionales (parlamentos autonómicos) y elecciones europeas. Estos nuevos comicios -una segunda vuelta de las Generales- terminarán de definir las tendencias apuntadas ayer, y su proyección hacia la política local y europea. Hasta después del 26 de mayo, no se anunciará la composición del nuevo Gobierno. El PSOE ha dejado de emitir señales respecto de su intención de conformar coaliciones, y ha apuntado que su opción favorita es reeditar el Gobierno de minoría de la anterior legislatura. Unidas Podemos, con un número creciente de organizaciones sociales, ha subido los decibelios demandando la conformación de un Gobierno progresista. Ciudadanos resiste las presiones de los empresarios y el establishment político y financiero, que le empujan a buscar el Gobierno de coalición. El riesgo es perder la oportunidad histórica de dar el sorpasso al PP y convertirse en la fuerza hegemónica de la derecha si es que ahora se casa con Pedro Sánchez. El PP boquea y los nacionalistas e independentistas buscan alargar el momento y consolidar su poder municipal.

Tras estos nuevos comicios, se vienen -si no median sobresaltos- cuatro años de mar calma, sin citas electorales. Entramos en fase de guerra de posiciones.

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