Iván Sierra

Según la Organización Panamericana de la Salud, en 2017 más del 58% de la población latinoamericana padecía de sobrepeso. Una de las causas más importantes eran regímenes alimenticios anclados a consumos reiterados de alimentos altos en grasas, en azúcares y en carbohidratos. Eres lo que consumes.

En un sentido antropológico los seres humanos también consumimos información cotidiana que adquirimos en supermercados de noticias y en cadenas de fast news que nos vuelven todo muy fácil de leer, de entender y de recordar a través del wrap around de medios, de la repetición como mecanismo de demostración, de la agenda setting corporativista y de otras técnicas y trucos para conservar en sosiego lo que Lippmann denomina el rebaño desconcertado, que es el pueblo llano a quien se lo manipula desde las fábricas de noticias para adormecerlo o llevarlo a las calles según convenga a la coyuntura.

En Poder y terror Chomsky sostiene que los grupos mediáticos de Estados Unidos son tan poderosos “que comparten el interés del sector corporativo que domina al Gobierno”. Igual ocurre con grupos como Televisa en México y Clarín en Argentina. En Ecuador no hay un grupo mediático hegemónico per se, sin embargo estamos viendo en estos últimos meses innegables indicios de acuerdos colusorios entre muchos medios de comunicación para consolidar lo que Ignacio Ramonet demarca como pensamiento único. Evitar aquello es uno de los roles principales de los medios públicos.

En Latinoamérica los primeros medios de comunicación fueron de capitales privados, por tanto la irrupción tardía de los medios públicos ha lucido como una intromisión de estos a un ambiente reservado para los carteles fundacionales de la televisión, radio y medios impresos. Ecuador es un caso emblemático de lo que acabo de describir.

En la década pasada, el gobierno impulsó la creación de medios públicos y de medios comunitarios con la intención de balancear el acceso a micrófonos y pantallas. Aunque en el camino se cometieron errores y algunos de estos espacios terminaron pareciéndose más a un medio gubernamental que a uno público, al final el resultado siguió siendo saludable para la sociedad: por primera vez en la historia la ciudadanía pudo contrastar el enfoque de una noticia, el fondo de un editorial o la profundidad en el tratamiento de un tema de interés nacional.

Contrastar es una forma de hacer política. Algunos conglomerados de medios privados se alinearon con la oposición y dieron dura batalla al gobierno. La respuesta mediática tomó todo lo que tenía a la mano para hacerles frente: canales incautados, medios públicos, medios gubernamentales, sabatinas, cadenas nacionales, vocería calificada, etc. Teníamos debate todos los días, la sociedad se estaba politizando, los temas de interés nacional llenaban las mesas familiares, las redes sociales, las conversaciones entre amigos, etc. Era nuestra primera infancia en la muy necesaria politización de la sociedad; nunca antes habíamos tenido tanta libertad de expresión, incluso para repetir insistentemente que no la había.

Infancia, anoté antes. En la infancia nos peleamos con nuestros hermanos; luego, con los años, aprendemos a amarlos en la diferencia. Hacia eso deberíamos estar caminando como sociedad, pero el proceso se truncó. Nos lo truncaron.

Hoy nos quieren llevar al pensamiento único en el que prima el buenismo, la mirada con desprecio hacia lo público y la mirada con asco hacia lo político. De cuando en cuando nos aplican la fórmula Mohawk Valley para poner al pueblo a defender intereses de sus explotadores atávicos, sin que haya plataformas mediáticas para la confrontación ideológica y fáctica porque los medios públicos coluden con los privados y con el gobierno en pro de domesticar la mente de la sociedad y alejarla del debate político.

Twitter, ese microcosmos caótico en el que se plasma un caleidoscopio infinito y efímero de contenidos es, con todas sus taras, un espacio-tiempo en el que se puede contrastar, en el que los constructores del pensamiento único no detentan el poder.

En medio de este ambiente cercano a la distopía ha surgido Ruta Krítica como un feudo de resistencia al pensamiento único, como voz disidente, como tábano socrático picando el lomo de la yegua de nuestra Atenas que es Ecuador.

Quienes nos leen porque se sienten parte de la resistencia, deberían no quedarse aquí, deberían ir y volver; ir a los demás portales y medios, leerlos, leernos y contrastar. No es saludable quedarse con una sola línea de pensamiento, no es saludable comer solo arroz y verde, lo idóneo es explorar con verduras, frutas de estación, alimentos ancestrales, variar las proteínas, experimentar recetas. No queremos lectoras ni lectores obesos solo de leernos, tampoco los queremos obesos de fast news, los queremos y los necesitamos documentados, discriminantes, librepensadores, críticos y autocríticos.

Eres lo que consumes. ¿Dónde compras las noticias? ¿Quién te las prepara?

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