Arturo Belano
Debería llamarnos la atención que, a pesar de estar en un estado de dictadura a toda regla, la sociedad no se movilice a la acción y a la resistencia. De acuerdo con CEDATOS, más del 60% de la población apoya lo que está haciendo el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social – Transitorio, aunque desconocen qué es lo que están haciendo en realidad. Esto tiene varias explicaciones de diversa índole. Para este artículo me centraré solo en intentar explicarlo desde una visión de la sociedad que tiende a tener preocupaciones más bien tangibles.
En la elección presidencial estadounidense de 1992, encontramos a George Bush con una altísima aceptación popular, considerada imbatible, concentrando toda su campaña en resaltar su estrategia y resultados sobre Irak. A cambio, tenemos a Bill Clinton respondiendo con una sola idea fundamental: “es la economía, estúpido”. Fue uno de los poquísimos casos en los que un contrincante gana a un presidente en funciones. La evidencia es más que notoria. Entre problemas lejanos y problemas cercanos, la población siempre va a inclinar su preocupación hacia aquellos problemas del día a día. La economía, la seguridad ciudadana, la salud, el empleo, son problemas mucho más “apremiantes” y cualquiera se puede sentir identificado.
De esto se puede colegir que el “ligero” problema de interpretación del CPCCS – T sobre el alcance de las inconstitucionales preguntas aprobadas en una inconstitucional consulta popular, al común de la gente le tienen sin cuidado. Es sencillo, ¿lo que está haciendo el CPCCS va a mejorar o empeorar la economía? ¿Va a mejorar o empeorar la seguridad ciudadana?, ¿y la salud pública?, ¿y el empleo? Ninguno de estos asuntos es potestad de Trujillo y sus colegas. Esto es notorio en la encuesta de CEDATOS, donde Trujillo tiene mucha más aprobación que Moreno (60% vs 43.5%) Los problemas que sí la importan a la gente están en la esfera del Ejecutivo y los resultados del gobierno de Moreno, a un año de su posesión son variopintos. Si bien 2017 terminó con crecimiento del 3%, los problemas de seguridad ciudadana se han agravado por los problemas en la frontera norte, las condiciones de empleo no están del todo claras ni para los trabajadores ni para los empleadores y algunos servicios públicos tienden a disminuir la calidad de su atención.
Así las cosas, entre discutir si Trujillo se cree omnipotente y si voy a conservar mi empleo con buen salario hasta fin de año, voy a preferir discutir lo segundo. Lo que haga Trujillo está bien si es para combatir la supuesta corrupción galopante, pero al final del día, eso ni va a aumentar ni va a disminuir mi posibilidad de mantener mi trabajo y mejorar la economía del país.
El problema, mis queridos ecuatorianos es que, el tener un grupo de “avengers” completamente dispuestos a ordenar a diestra y siniestra actos que atentan contra el Estado, y la República, tarde o temprano tendrán repercusiones importantes en nuestra economía, nuestra seguridad pública o nuestro empleo. Es sencillo, si un grupúsculo de NO elegidos considera que puede meter las manos en la justicia para repartir los juzgados al mejor postor, volveremos inexorablemente a los tiempos de las caducidades de las prisiones preventivas. Es decir, a la impunidad galopante que reinaba en el país hasta 2010. Si este “Olimpo en la tierra” decide que las Superintendencias deben dejar de hacer lo que hacen (controlar a los sujetos económicos para mantener el equilibrio en las diferentes facetas del mercado), tarde o temprano encontraremos a variadas élites económicas haciendo de las suyas para aumentar sus indicadores de evasión efectiva o de prácticas colusorias que afectarán a la ciudadanía en general y beneficiarán a aquellos que aplauden de pie este atropello a la razón.
Despertar y resistir, en este escenario, no es una opción, es una obligación.
¡Despierten!