Por Romel Jurado Vargas

En estas elecciones los medios de comunicación bajo el control del presidente Lasso, como TC televisión, Gama y Ecuador TV, al igual que los medios tradicionales como Ecuavisa, Teleamazonas, las radios agremiadas en AER y la prensa escrita, como Diario La Hora, El Universo, El Comercio y el Expreso, se han configurado como el aparato de operación política más eficaz de la derecha política del país, cuyo candidato a la presidencia es el señor Daniel Noboa.

Esos medios de comunicación se han encargado, por una parte, de magnificar las cualidades de Daniel Noboa, de ocultar sus torpezas y desaciertos, de cubrir su espalda y de lavarle la cara cuando se habla de los impuestos no pagados por su grupo económico, de la violencia ejercida contra su exmujer y su hija, del trabajo infantil que se documentó en una de las haciendas de su grupo, práctica abusiva que ahora propone como política laboral para emplear adolescentes en la industria de la construcción, y de muchas cosas más.

Por otra parte, esos mismos medios se han encargado de manipular la información para reproducir falsedades o medias verdades que puedan afectar a la candidatura de Luisa González, así como atacar al presidente Correa y a quienes apoyan o asesoran a la candidata de la Revolución Ciudadana.   

Aunque estas prácticas mediáticas son antidemocráticas y contrarias a la ética periodística, parece que han sido normalizadas al igual que se ha normalizado el asesinato político planificado y perpetrado para modificar el escenario electoral, como sucedió con el asesinato de Fernando Villavicencio.

En efecto, nadie puede negar que tras la muerte del candidato Villavicencio, la candidatura de Luisa González perdió 8% de la intención de voto en primera vuelta, es decir, que ese asesinato y la forma en que fue tratado en los medios de comunicación significó que la candidata de la Revolución Ciudadana no alcance la presidencia de la república en primera vuelta, como todas las encuestas lo indicaban; y, también produjo como resultado que el Movimiento Construye (que antes del asesinato de Villavicencio apenas obtenía 6 o 7 asambleístas) acabe teniendo 28 curules en la Asamblea Nacional. 

Lastimosamente, ante la constatación pública de que Luisa González ganó el debate presidencial y lidera las preferencias en intención de voto, nuevamente la sangre se ha derramado, nuevamente la parapolítica y el crimen organizado parecen operar para intentar afectar las preferencias electorales. 

En efecto, han asesinado a las siete personas que estaban detenidas en la Penitenciaría del Litoral y en la Cárcel del Inca, bajo la presunción de ser los autores materiales del asesinato de Fernando Villavicencio, lo cual ha sucedido solo días después de que el ministro del Interior, Juan Zapata, declare que el informe de la Fiscalía sobre el asesinato de Villavicencio se hará público los primeros días de la semana en que se realizarán las elecciones.

Todo ello, a pesar de que el teléfono celular de Fernando Villavicencio todavía no ha sido explotado por la Fiscalía, es decir, todavía no se ha practicado una diligencia crucialen esta investigación de asesinato, que es establecer, a partir del examen de esas comunicaciones telefónicas, si una o más personas que hablaban con Villavicencio tenían un móvil o motivo para ordenar la realización del asesinato; y, a pesar de que todavía no han rendido su versión libre ni el ministro del Interior, Juan Zapata; ni el comandante general de Policía, Fausto Salinas; ni el coronel Santiago Martínez, director Nacional de Seguridad y Protección de la Policía; ni César Gonzaga, escolta y amigo de Fernando Villavicencio.

En ese contexto, te pregunto estimado lector ¿es posible creer en la narrativa que nos ofrecerá la Fiscalía, cuando las siete personas que podrían validar o negar esa narrativa han sido asesinadas bajo la custodia de autoridades que forman parte del gobierno de Guillermo Lasso, tan solo unos días antes de que Fiscalía presente su informe y justo en la semana de las elecciones?

Desde mi perspectiva, esa narrativa no puede ser sostenida ni jurídica ni democráticamente, pues ni la Fiscalía, ni la Policía, ni el Gobierno del presidente Lasso pueden justificar la muerte de los 7 testigos y presuntos autores materiales del delito que podrían desmentirles, así como tampoco pudieron explicar la muerte del sicario que fue detenido y herido en la escena del crimen de Fernando Villavicencio, pero que apareció muerto en la Fiscalía con una gran cantidad de heridas y disparos.

Es claro que, la narrativa que nos proponga la Fiscalía y sus implicaciones políticas solo podrán ser sostenidas y amplificadas con la complicidad de los medios de comunicación que hemos mencionado, pero para ello, se requiere la ayuda de los periodistas que prestan su cara y su voz para enfrentarse a las audiencias, para convencerles de que lo que dicen es la verdad, para persuadirles sutil o directamente que voten por un determinado candidato.

Ante este escenario las preguntas que surgen son ¿Cuál será el rol que jueguen los periodistas de los medios de comunicación tradicionales? ¿Prestarán sus caras y susvoces para hacerse eco de la narrativa de la Fiscalía? ¿Guardarán silencio sobre las intenciones políticas de usar esta investigación con fines electorales? ¿Estarán dispuestos a inmolar su prestigio profesional y su amor propio para mantener el puesto en esos medios?

A esos periodistas, que tienen en sus manos y en su palabra el destino de la democracia, me permito recordarles que el trabajo periodístico consiste, fundamentalmente, en la creación cotidiana de una narrativa construida honestamente que ayude a los ciudadanos a entender y a dar significado a hechos que les afectan o que son de su interés; y, que la ética periodística tiene como objetivo principal garantizar la integridad y la calidad de la información que los medios de comunicación ponen a consideración de los públicos o audiencias, tratando de contribuir con ello a la defensa de los derechos de los ciudadanos, el respeto a la voluntad popular, la convivencia pacífica y la consolidación del estado de Derecho.

Parece que son tiempos difíciles para hablar de ética periodística, de prestigio personal, de democratización de la comunicación social o de responsabilidad con el país. Sin embargo, lo hago porque esa es mi tarea como docente de deontología de la comunicación en la Universidad, pero, sobre todo, lo hago porque tengo la convicción de que un buen periodista será siempre y necesariamente un buen ser humano.

Por RK