Por Romel Jurado

La escritura de esta novela es fluida, llena de imágenes nuevas, inteligentes y emotivas. Se nota que el escritor es un buen lector por el prolífico y preciso manejo del lenguaje. Las destrezas narrativas puestas en juego por el autor, que incluyen la estructura narrativa y el manejo de la temporalidad y el espacio, son, a mi juicio, mejores que las de muchos autores contemporáneos hispanohablantes que han alcanzado la fama y la tranquilidad económica por la venta de sus libros.

Sin embargo, para mi gusto, hay un uso reiterado y a veces abusivo de los incisos, que son extensos y, muchos de ellos, prescindibles. Así mismo, la construcción de algunos personajes, especialmente femeninos, me resulta inacabada o demasiado ad hoc, demasiado funcional a la trama.

Sin duda, hay un esfuerzo enorme intelectual, físico y emocional para escribir una novela de 293 páginas. Hacerlo requiere enormes dosis de tenacidad, disciplina, trabajo y pasión, todo lo cual merece respeto, consideración y gratitud. Sin embargo, el esfuerzo, por sí mismo, no justifica la existencia del producto ni le confierevalidez social, estética, o literaria. 

Efectivamente, para fortuna o desgracia de los escritores,el valor que adquiere o se le atribuye a una novela no solodepende de cuánto ha trabajado el autor en ella, ni de la experiencia y saber que expresan sus destrezas narrativas, sino y sobre todo, depende de cuánto sentido le hace a lector la narración, cuánto de ella se vuelveparte de sí mismo, de su memoria emocional y de sus reflexiones racionales. Es el fondo y no solo la forma lo que importa. 

Por eso, después de la lectura de esta novela, me hesentido en el deber de preguntarme ¿cuál es el sentido de novelar? ¿para qué se hace? ¿a quién se dirige el que escribe?

Con esas preguntas en mente y desde la perspectiva de un lector común y corriente como soy, me parece que la novela cae en el detestado lugar común de la autobiografía personal y grupal. En efecto, la trama se recrea, de forma mal disimulada, en el espacio de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central (y en ciertas calles y lugares del centro norte deQuito), en la que el autor es docente y en donde convivecon una camarilla de profesores. Todos ellos detestan dar clases, porque en realidad son artistas o así se consideran a sí mismos. Artistas que se han auto condenado a la docencia para poder pagar las cuentas.

Con esa pretendida superioridad sobre lo moral, loestético, lo intelectual e incluso lo político que se otorgan a sí mismos por su condición de artistas, los caníbalesque protagonizan esta novela asumen que tienen no solo el poder, sino también, el derecho de hacer de la Facultadde Comunicación Social su coto de caza, pues son depredadores de las mujeres que conviven en ese espacio, en la mayoría de casos, de sus propias estudiantes o, residualmente, de las parejas de los miembros de la camarilla u otras mujeres de ese mismo entorno.

En ese contexto espacial, Octavio, el viejo verde y poeta, es un cazador especializado en estudiantes jóvenes ytalentosas. Tolu, que también es un hombre mayor y pinta cuadros, caza mujeres afrodescendientes, que están encarnadas en el estereotipo de “La Negra”, una estudiante sumisa dispuesta a dar placer y cuidado a su señor y profesor aún años después de haber salido de la universidad, estar casada y tener un hijo; aunque también, Tolu tiene en la trama otras novias estudiantes y poetas.

Bernardo, el escritor -que es el protagonista principal y posiblemente el avatar del autor de esta autobiografía novelada- caza a las mujeres de otros hombres, como Claudia-Ofelia, que es la mujer de Miguel, su compañero de doctorado; la Amarilla, que es la mujer amada por su amigo Franki; “la poeta”, que es la novia suplente de su mentor Tolu; Mariana, su excompañera de colegio que está en Santiago de Chile, casada o emparejada con alguien. 

Concurrentemente, el Toro y el Águila, que son personajes marginales, profesores con aspiraciones artísticas que cazan o intentan cazar lo que pueden,cumplen el rol de celebrar y comentar las historias de cacería de Bernardo, de Octavio y de Tolu.

Los crápulas-profesores-artistas cazan a las jóvenes mujeres y las comen en el sentido sexual y a veces en el sentido amoroso, son caníbales, las fagocitan. Las mujeres se dejan comer y también comen a los profesores-artistas-crápulas, pero ellas siempre son solo el correlato de lo que sienten, piensan, desean y necesitan ellos: los profesores-crápulas-artistas. Ellas están ahí, principalmente, para que ellos puedan edulcorar, explicar, naturalizar, humanizar su forma de entender la cacería, el acto caníbal sexual y la irresponsabilidad a la que tienen derecho respecto de los daños que causan en las jóvenes mujeres canibalizadas.

Ellas, cada una de las jóvenes y hermosas mujeres, nunca acaban de ser una persona completa en la trama, sino que siempre son el retazo de humanidad femenina que se requiere para dar forma y consistencia a la pieza de caza, en ese sentido, sus rasgos como personajes literarios son los mínimos que se requieren para entender la cacería y el acto caníbal.

Esta radical concepción de la mujer como materia de depredación caníbal no tiene límites ni escrúpulos, por eso la narrativa naturaliza el aberrante intento de violación anal y la amenaza de asesinato después del acto sexual,realizado contra una estudiante manabita, contra una “mona” -para usar las palabras de la novela- por parte de un profesor de la “Facultad de Periodismo” que se hacía llamar Arión, porque era fanático de la cultura griega,tenía fama de ser cultísimo y de hablar varios idiomas.

La misma naturalización de la violencia sexual contra la mujer, en abstracto y en concreto, se realiza cuando lanarración pone en boca de la madre, recién canibalizada,la propuesta de que el amante que yace a su lado sea quien inicie sexualmente a su hija: “sabes, amor, si llegado el momento mi hija quiere perder su virginidad, quisiera que sea contigo, un hombre fiable que no le haría daño ¿cierto?”. Y el caníbal, por supuesto, acepta la propuesta como quien hace un favor a una buena amiga.

En la novela, se acaricia el suicidio y el incesto. Asísucede en el caso de Laura, la novia idealizada de Octavio, el poeta sátiro que canibaliza estudiantesjóvenes y talentosas. Laura era chelista de la Filarmónica Nacional y/o también poeta, había tenido una “tormentosa relación con el padre” que incluía violencia sexual y abandono, era 35 años menor que Octavio por lo que parecían la hija con su padre a los ojos de los transeúntesque les veían en la fila para comprar las entradas al cine, se mató en medio de su romance, por lo que Octavio la recordaba atormentado y entre lágrimas, porque aún muerta o justo después de muerta, seguía teniendo un aura de luz angelical.   

También está “la poeta” que era la novia de repuesto de Tolu, otra joven estudiante que se suicidó tomando veneno para ratas y a la que su padre borracho profanó durante los años de su adolescencia, cuya muerte es considerada en la novela “una forma de sacrificio” o quizá “una necesidad de expurgar sus culpas”.

Las mujeres en esta novela son siempre jóvenes hermosas, siervas sexuales, celosas posesivas, reinas fatales y ángeles de luz después de suicidadas. Carne sexualizada que canibalizan los integrantes de esa camarilla de crápulas-profesores-artistas de la Facultad de Comunicación Social. 

Hay dos excepciones notorias en cuanto a personajesfemeninos, la primera es, Adriana, un personaje que está en la obra de principio a fin. Ella tiene estrabismo, es bizca, le da miedo a Tolu, es amiga y confesora de Bernardo, es inteligente y no es pareja de ninguno de la camarilla. La segunda excepción es la hermana de Bernardo, que no viene a cuento, pero ha muerto y el autor insiste en narrar el amor que le tenía. 

Ni la hermana de Bernardo ni Adriana son sexualizadas en la novela o, por lo menos, no de la misma manera que se hace con los demás personajes femeninos. Hay, además, una media excepción: la exmujer de Bernardo, que le abandonó hace tiempo, pero que está por todas partes, para dar vida a la figura del recuerdo de la ex.

Entonces, tratando de responderme a las preguntas ¿cuál es el sentido de novelar? ¿para qué se hace? ¿a quién se dirige el que escribe? me propuse la hipótesis de que este acto de brutalidad literaria autobiográfica, podría ser una expiación y una denuncia, una advertencia para las jóvenes estudiantes que pueden llegar o estar en ese espacio universitario en que asechan estos depredadores, acosadores y violadores; y/o, una sentencia, una condena literaria a esos crápulas-profesores-artistas que usan todos su saber, autoridad y experiencia para cazar chicasuniversitarias y canibalizarlas.

Luego de pensarlo, descarté esta hipótesis, deseché la idea de que esta novela sea una advertencia, una denuncia y, menos aún, una sentencia. Finalmente, lleguéa la conclusión, como simple lector, de que la novela es una apología del canibalismo que propone, naturaliza, romantiza y exhibe. 

Me parece, que la novela podría tener algún sentido para los biografiados y para el autor, pero eso solo sucederá si,algún lector o muchos lectores, validan el canibalismo que se plantea en la obra, como forma de vivir la vida, de concebir a la mujer, al amor y al sexo. Sí hay alguien que entienda su propia humanidad o un segmento de ella a partir de los códigos que proponen los miembros de la camarilla de crápulas-profesores-artistas, entonces la novela tendrá sentido y valor para todos los involucrados: autor, biografiados y lectores. 

En mi caso, he leído con horror y con asco la trama de El jardín de los amores caníbales, pero no puedo negar ni minimizar las muchas y excelentes destrezas narrativas de su autor, ni el valor, ni el esfuerzo que se requiere para escribir una novela como esta, en un momento político ysocial caracterizado por la lucha contra la violencia que sufren las mujeres y la condena generalizada a las abusivas prácticas patriarcales, como las que se narran en esta obra.

Por RK