El escritor cuencano Jorge Dávila Vázquez es uno de los gigantes referentes de la literatura ecuatoriana contemporánea cuando hay que ponerse los trajes de narrador, poeta, dramaturgo, catedrático universitario, crítico literario y de arte.
Dávila, quien nació un 14 de febrero en 1947, ha acariciado muchos galardones entre los que destacan: el Premio Nacional de la Casa de la Cultura de Quito en 1977 por Los tiempos del olvido y en 1990 por su obra teatral Espejo roto; el Premio Nacional “Eugenio Espejo” (2016) en reconocimiento por su contribución cultural y literaria al país; y una condecoración en grado de Caballero de la Orden de las Palmas Académicas, conferida por el Gobierno de Francia (1995).
Miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua (2012) y jurado en numerosos certámenes literarios, ha sido parte de Ferias Internacionales del Libro en Caracas, Santo Domingo, La Habana, Buenos Aires, Cali y Bogotá́, y en el Salón International du Livre de París.
¿Cómo se construye una atmósfera creativa?
Con paciencia, teniendo una idea, una percepción, evocando unos espacios en los
cuales uno ha estado, uno ha vivido. Deseando, anhelando un ámbito en el que
uno no ha estado, puede ser el ámbito del sueño justamente. O de manera
realista simplemente trasponiendo (…) el realismo actual ya no es el realismo
de antes, minucioso, detallista, pero pasando de la realidad algunos datos, un
mundo, una atmósfera, un ambiente.
¿Escribe a partir del recuerdo?
Muy rara vez voy a un espacio y digo este espacio va a pasar al libro, al
cuento, a la novela, muy raramente. Cuando yo escribí el teatro neoclásico de María Joaquina en la vida en la muerte,
es otro teatro, no es el (teatro) Sucre necesariamente. Los telones bordados y
todas esas cosas no tienen que ver precisamente con la realidad, porque la
realidad es un punto de referencia. Yo diría que, a ratos, es más el teatro
Colón de Buenos Aires -que yo no conocía en esa época más que por fotos-, que
el teatro Sucre.
También vas mezclando atmósferas que tienen afinidades para construir tu
atmósfera literaria.
Si la escritura no depende de la inspiración, sino
de la motivación como usted lo ha afirmado en algunas oportunidades, ¿dónde se
hallan esos estímulos?
En todas partes. En nuestra conversación, en este sitio (Parque Seminario
-Iguanas-), en las evocaciones que estamos haciendo de una composición musical,
en el recuerdo que estamos teniendo de los sitios en los que yo he estado, o
que yo he descrito, en fin. Todo eso siempre se mira como un punto de partida,
La ambientación es un punto de partida, el resto es trabajo.
¿Usted cree que el escritor se hace ante todo?
No, yo creo que nace; yo creo que todos tenemos el don, pero no todos lo
desarrollamos. Todos nacemos escritores, pero es en potencia; en acto, digamos,
eso ya es cuestión individual, personal.
Jorge Luis Borges planteaba que una hipotética
inmortalidad puede ser una condena humana. ¿Qué interpretación tiene acerca de
la muerte?
Yo creo que es un proceso natural. Es doloroso. Muy doloroso cuando afecta a
seres que amamos. Y eso duele mucho y yo perdí una hija hace 48 años y nunca me
he curado. Tenía meses nada más de nacida. Y realmente es una llaga, una llaga
palpitante. Mi madre murió hace 27 años, y el dolor por la muerte de ella
persiste. Yo tuve amigos, grandes amigos que eran como mis hermanos. Ellos han
muerto y pues, también ese dolor me queda. A veces digo, no tengo este dato, no
sé esto o no lo otro; voy a llamar a Fulano o a Zutano, pero están muertos. Es
dificilísimo llamarles…
Entonces, aunque la muerte sea parte del proceso vital, porque muerte y vida
van de la mano, sin embargo causa un profundo dolor en el ser humano. Un
profundo dolor que a mi modo de ver la religión puede atenuar, pero no
eliminar. Es mi punto de vista, no es muy creyente ni muy religioso, pero yo
pienso así. O sea que las creencias atenúan el dolor que provoca la muerte de
los seres queridos.
(Las religiones) le consuelan a uno porque le hablan de la otra vida. Yo soy
creyente de otra vida, evidentemente.
¿Qué sospecha que hay al otro lado de la vida?
Yo pienso que hay una vida espiritual, una vida que purifica al ser humano de
preocupaciones, que une a una gran Providencia, llámese Dios, llámese Padre,
llámese como quiera, pero esa no unión, esa otra vida, es una unión con una
divinidad.
¿Existe, al modo y manera, como en su obra Espejo Roto?
Sí, yo creo que hay otra vida, pero esa otra vida, para mi modo de ver tiene
una característica esencial y es que está libre de preocupaciones. Es una
purificación. Es un estado puro del ser y eso le permite, digamos, mirar las
cosas, incluso las más duras, las más dolorosas, con una cierta calma.
¿Cómo concebir, por ejemplo, las edades allí? O
sea, uno muere, supongamos a los 80 años, otros a los 15, ¿permanece en ese
estado?
Es incorpóreo. Es un relacionamiento de ánimas fundamentalmente con su Creador,
de acuerdo con la noción cristiana.
Pero yo no creo que haya cambios de edad. Permanecen de alguna manera en un
estatus de edad que les permite gozar de esa incorporación, pero que también
suprime sus vínculos con lo terrenal. O sea, cuando más se preocupan por los
seres de acá, y simplemente suplica por ellos, pero nada más. Si no estaríamos
llenos de manifestaciones supranaturales.
Son ideas mías sobre lo supranatural, a lo mejor eso va a molestar a algunos
estudiantes y yo no quiero ofender a nadie. O no creyentes también.
¿Existe Dios?
Sí, siempre he sido muy religioso. Una parte importante de mi poesía es de
carácter religioso. Para mí es una fuerza suprema la fuerza de Dios. Está en
nosotros. Nosotros solo somos manifestaciones de esa divinidad.
Eloy Alfaro decía que él era amigo de Dios, pero no
del Papa…
Ahí entra la cuestión religiosa. Ahí no entra la cuestión de convicciones, no
entra la cuestión de principios, ni de nada, sino ya entra la cuestión
religiosa. En las religiones hay categorías, en el catolicismo puede ser el
Papa, pero en otras religiones hay jerarquías peores, heredadas de profetas
falsos, de gente que de pronto encontró una especie de forma de inmortalizarse
y son sus sucesores los que siguen allí en esa especie de sóleo; siempre hay un
jerarca, todas las religiones tienen jerarcas y no son precisamente sus mejores
representantes.
Usted cree que si la religión no tuviese la promesa
de una vida después de la muerte, ¿se derrumbaría como creencia?
Yo pienso que no se sustentaría, porque parte de la fe del creyente es en esa
posibilidad de proyectarse hacia la eternidad.
La literatura tiene grandes temas: la muerte, Dios,
el amor, ¿cómo usted construye el ideal del amor?
Yo, generalmente, no hablo del amor ideal. Hablo del amor como esta fuerza que
mueve al mundo, como esta energía que está en todo ser y que de alguna manera
se manifiesta en sus actos, que se manifiesta en sus formas de comportamiento.
Y entonces, a partir de allí yo he desarrollado a lo largo de mi vida tanto en
la poesía como en las narraciones e incluso en el teatro he desarrollado esta
idea del amor como una fuerza motriz y creo firmemente que es eso. Que no hay
formas perfectas del amor, no las hay; salvo las que unen al hijo con la madre
o con el padre, no hay formas perfectas del amor, porque somos falibles. En ese
sentido, ningún amor es perfecto.
Hasta ahora usted sigue estando con su esposa…
Sí, cumplimos 50 años (de matrimonio) en febrero.
¿Y cómo logra mantener el amor?
Primeramente, está una vieja relación que a veces la desgastan los años, pero
que se mantiene, que persiste, están los gustos compartidos. Se parte de
afinidades, pero en ninguna pareja se da un amor que sea de tal manera
incondicional, porque eso ya sería servilismo, sería anulación de la
personalidad del otro, y el amor no es anulación de la personalidad, sino
enriquecimiento de la personalidad. Lo que ocurre es que a veces ya con los
años hay un cierto desgaste, no en la cuestión afectiva, sino en la cuestión de
convivencia, cambian los gustos, los caracteres se vuelven un poco más duros
tal vez, pero pues yo creo que es el grado más alto de amor que se puede
encontrar en una pareja, pero de ninguna manera es perfecto. Somos imperfectos.
¿Existe la fidelidad?
Sí, de hecho, por supuesto. Y para mí consiste fundamentalmente en estar ligado
a la otra persona de una manera auténtica, genuina, sin que yo quiera decir que
tú dejes de ser humano por eso.
¿Cómo los jóvenes escritores pueden gestionar su
carrera literaria en el Ecuador?
Yo creo que es una cuestión de paciencia, de mucha, mucha paciencia.
A diferencia de otros escritores, usted vende muchos
ejemplares; otros escritores tienen que gestionar y no lo terminan
consiguiendo.
Ahora, en cuanto, digamos, a la supervivencia base de los libros eso no existe.
Vivir de los libros no existe. El vender libros, yo soy bastante bueno en esto
de la venta de los libros, pero no gracias a mí, sino gracias a las editoriales
con las que trabajo. Son en realidad las editoriales las que venden, no yo. Yo
hace muchos, muchos años que no vendo libros. Al principio, en estas ediciones
domésticas yo vendía los libros. Una edición doméstica es una edición que tú la
haces por tu cuenta en la imprenta de la esquina.
Usted llevaba sus textos a la imprenta, ¿cuántas
copias sacaba?
Mil, normalmente. No recuerdo de ninguna edición que se me haya quedado, porque
no tengo libros de otras épocas, entonces eso demuestra que lo vendí o lo
regalé.
Yo soy muy dado a regalar los libros. O sea, los libros que me dan a mí como
muestras de las editoriales. Generalmente, yo les doy a mis nietos, a mis
amigos cercanos, a mi familia. Yo no guardo los libros. Primeramente, nunca fui
buen vendedor, me ayudaron a veces mis parientes, mis amigos lo colocaron en
una parte, otra parte.
¿Cómo se dio a conocer?, ¿usted primero llevó los
textos a la imprenta?, ¿cómo se empezó a formar la visibilidad de sus obras?
Sabemos que es por la forma de escribir, naturalmente, pero más allá de eso,
¿cómo se fue dando notoriedad o eso fue un trabajo que lo hizo netamente la
editorial de turno?
Yo hasta el año 1975 no había publicado prácticamente ningún libro. El alcalde
de Cuenca -de la época, doctor en Filosofía e Ingeniero, Alejandro Serrano
Aguilar- cuyo nombre lleva el estadio (de fútbol) de la ciudad, y que era un
hombre absolutamente eminente, en una noche me dijo en una reunión familiar: “Sé
que estás escribiendo mucho”, le dije “sí”, “¿por qué no me das algo?”, me
respondió. Le di La nueva canción de
Eurídice y Orfeo. Le dije: “Alejo, tengo listo un pequeño libro, está el
poema, están las ilustraciones, está el prólogo que es como dos veces más
grande que el poema; me dijo “dame”, entonces un lunes y quince días después
estaba afuera el pequeño libro. Un tiraje de unos, posiblemente unos 300
ejemplares y no queda rastro de él.
Después, en 1976 yo gané el premio Espinosa Pólit con María Joaquina en la vida y en la muerte y se publicó junto con dos
libros de cuentos. Y, de hecho, empezó a venderse muy lentamente, yo no puedo
decir que soy un best seller ni mucho menos, empezó a venderse muy lentamente,
pero a partir de allí siempre se ha vendido. Al principio, cuando yo hacía las
pequeñas ediciones me ocupaba yo de la venta, pero después ya nunca más. Ya son
muchos, muchos años y ya son las mismas editoriales las que se ocupan de la
comercialización de los libros.
¿Es a partir del premio que recibe que usted deja
de vender -individualmente- los libros?
No, todavía hay algunos que yo hago, como por ejemplo, algo acerca de los
árboles que es mi libro más hermoso. Hago el libro de los sueños que ganó el
premio Gallegos Lara. Hago algunas ediciones, no muchas. De esas sí tuve que
encargarme de colocar los textos.
¿Cómo hace carrera un escritor con paciencia en
Ecuador?
Mira, no queda más remedio que acudir a las instituciones. Las instituciones a
veces demoran, a veces te dan largas. Un joven escritor me decía: “No puede ser
que esté esperando un año y no me den todavía respuesta por mi libro”. Le dije:
“Mira, yo estoy esperando 30 años porque hay una institución que me pidió un
libro y no me publicó nunca”. Pasan esas cosas.
¿Qué obras son sus engreídas?
Bueno, yo pienso que aunque yo no hago mucho esfuerzo, pero María Joaquina sigue siendo muy
engreída. Voy a cualquier lugar y me habla gente que normalmente no hubiera
hablado de ella en otra época -digamos, muy religiosa-, porque María Joaquina
es bastante suelta, bastante libre y desde el punto de vista moral puede tener
reparos.
Oscar Wilde decía que no existen libros morales o
inmorales, los libros están bien o mal escritos…
Así es, así es, pero el tema de lo moral o de lo no moralmente aceptado y
universal se da, existe.
¿Qué piensa en relación a los premios de
Literatura? Cortázar no recibió premios en vida, ni el Cervantes… ni el
Nobel…
Un tipo como él que tiene la misma altura de Borges, exactamente, es tan grande
como él.
Lo que pasa con los premios es que son estímulos, ayudan, pero un escritor
nunca puede descifrar todo en el premio. A más que hay cosas así, hay premios
que le maltratan a uno.
¿En qué sentido?
En el sentido en que a veces, por ejemplo, estás participando en un premio y lo
declaran desierto con un argumento de lo más banal, de lo más tonto, de lo más
infundado, pasa, pasa, me refiero en general a la posibilidad de que un autor,
un texto, estén postulando para algún premio y de alguna manera sean
rechazados. A eso me refiero. Y yo creo que para un escritor es muy doloroso
que le rechacen su obra de esa manera. Yo soy, como jurado que he sido de
innumerables concursos, enemigo de declarar desierto un premio; me parece
ofensivo a quienes han participado.
Pero pienso que a veces, también, es medio intencionalmente ofensivo. Yo creo
que el jurado declara desierto ese premio intencionalmente.
¿Por qué motivo?
Complejo de superioridad de los jurados, un poco de envidia muchas veces, la
envidia es un feo sentimiento, repugnante, pero es un sentimiento que se da
entre los escritores, ocurre.
Y eso que está en el ambiente, eso ¿no permite crecer
a la literatura nacional?
No, no es para tanto. Todos hemos sufrido problemas de esa naturaleza y los
hemos superado.
¿Usted está de acuerdo en que se deben de dar
premios económicos o más bien simbólicos, como libros o algo similar?
Yo creo que para un joven autor que postula un premio es muy importante que se
le dé un estímulo económico, aunque sea pequeñito. Es muy importante.
¿Por qué no siguió actuando?
Yo creo que no era un mal actor, recibí muy buena crítica y todo pero yo
abandoné la actuación para dedicarme completamente a la escritura. Para mí era
más factible escribir que actuar, en el sentido de que la cuestión del
sostenimiento de la familia me exigía un cierto tiempo también, desde el punto
de vista afectivo, exigía también un trabajo más sostenido, entonces me dediqué
completamente a la escritura. Precisamente, dejando de lado mi gran pasión,
porque el teatro fue mi gran pasión en una época, mucho. No solamente actué,
dirigí, escribí, y ahora… escribo.
¿No regresaría a la actuación?
No, estoy muy viejo para ello.
El tema político…
Yo siempre me he mantenido un poco al margen de la política. Y creo que es una
cuestión psicológica. Cuando yo tenía tres años mi mamá me entrenó como un
monito de circo y me hizo aprender un discurso para un candidato
ultraconservador y mi mamá fue conservadora. Entonces, maravilloso, pero su
ideología era conservadora. Entonces, fui y di este discurso, no tengo la menor
idea, pero me dijo un amigo mío de la época, mayor a mí con unos diez años, que
el candidato se acercó y me abrazó. Me aterra.
Su primera actuación de teatro…
Sí, terrible. Y entonces, imagínate yo que no uso terno nunca, enternado,
peinado con gomina y todo.
Se sentía incómodo en la formalidad…
Y entonces a partir de ahí creo que nace una especie de rechazo a la cuestión
política. Yo me he mantenido con mi corazón a la izquierda siempre,
definitivamente. Pero ni estilo militante, ni he sido una opinión que valga la
pena tener presente en la cuestión política ni nada de eso.
Jean Paul Sartre decía en El existencialismo es un humanismo que “no elegir también es
elegir”. E instaba a los escritores, en general en sus conferencias, a que
tomaran partido con la historia. Usted cree en un arte parnasianista, el arte
por el arte.
No, yo no creo en el arte por el arte; creo en un arte comprometido con la
realidad, comprometido con el ser humano. A mí me interesa más que nada el
compromiso con el ser humano. Toda mi producción es un compromiso con el ser
humano. Pero yo hice panfleto político cuando yo era un autor joven, un autor
teatral joven, hice panfleto político e incluso mi primer premio obtenido aquí
en Guayaquil cuando tenía 22 años fue con una obra de corte político. Y
después, mi obra más representada, que es Donde
comienza el mañana, que es una obra política también. Sino que lentamente
fui dejando de lado, digamos, y centrándome más en la cuestión humanística y
humana.
Se alejó de la idea del partidismo…
Bueno, nunca estuve afiliado a nada, salvo al IESS, al seguro social, nunca
estuve afiliado a nada… La verdad tuve muchos contactos con gente de la
izquierda a la cual quiero.
¿Qué lecturas de izquierda lo marcaron?
En la Facultad de Filosofía y Letras en donde yo hice mis estudios, fuimos a un
curso muy brillante con un profesor de filosofía que venía de la Universidad de
Concepción, y él nos dio Hegel y nos dio Marx, dos cursos extraordinarios y muy
bien puestos y entendimos perfectamente de lo que estábamos hablando.
Dialéctica del amo y el esclavo en Hegel, el
concepto de plusvalía de Marx, ¿qué es lo que más le conmovió?
Me mueve mucho, digamos, esto de que hay siempre un conflicto de clases, esa
idea de que siempre hay un conflicto de clases y que está determinado por lo
económico.
El materialismo histórico, la historia está
condicionada materialmente… y hay una lucha presente allí…
Sí, yo creo que se da eso.
En esa lucha, ¿cuál es su posición en la historia?
Por los que menos tienen siempre. Por los que son más débiles, por los que son
más explotados siempre. Sin llegar al panfleto, pero yo te digo la verdad que
ese es mi punto de vista.
¿Qué tal le parecieron los gobiernos del
expresidente Rafael Correa?
Yo tuve una cierta simpatía por el gobierno de Correa, me parece que él estaba
lleno de buenas intenciones. Hizo obras importantísimas. Creo que la
Universidad de las Artes (UARTES), la Universidad Nacional de Educación (UNAE),
la Universidad Yachay de la Ciencia, en realidad fueron hermosos sueños que
luego, digamos, parece que todo ha contribuido a quererlo destruir, pero no es justo
no, no está bien echar lodo contra la obra buena de un gobierno, haya sido como
haya sido este gobierno. Él era muy apasionado, a veces se enfrentaba con la
gente y creo que seguía enfrentándose (risas), pero evidentemente era un tipo
limpio por más que tratan de involucrarlo, por más que tratan de manchar, era
un tipo limpio.
¿Usted cree que existe, en efecto, una persecución
judicial?
No, o sea, tanto así no, pero de hecho existe una serie de tendencias en
distintos partidos sobre todo a tratar de manchar la imagen del antiguo
mandatario, a tratar de liquidar su carrera política.
¿Será el hecho de envidiarle que ellos,
individualmente, no lograron lo que sí logró Correa?
En ciertos casos es eso. Pero en ciertos casos va más allá, es ideología de
grupo, defensa de intereses.
¿Defensa de la banca?
No, defensa de intereses en general. A veces son los banqueros los que están a
la cabeza, lastimosamente confiados en que la gente tiene mala memoria. Pero a
veces también son simplemente las personalidades de esa vieja y recalcitrante
derecha ecuatoriana que aprovechan la menor ocasión para levantar la voz y
hacerse notar.
¿Qué le parece Eduardo Galeano?
Yo he tenido siempre una gran admiración por él, es decir, escribir con un
sentido profundamente político como lo hizo él y escribir con tanta calidad es
muy raro.
¿Qué obras son las que más le gustan?
Para mí, Las venas abiertas de América Latina. Aunque yo no cito tal o cual
obra, sus textos en general a mí me parecieron conmovedores, bellamente
escritos, poéticos, intensos y mira él mantuvo siempre su posición, eso es bien
importante.
Es raro estar tan comprometido y coherente.
Así es.
¿Qué piensa de los movimientos feministas de los
últimos tiempos en el Ecuador?
Yo soy una persona muy respetuosa de la figura de la mujer, incluso algunos,
algunas autoras sobre todo, han afirmado que mi literatura es la literatura que
más alto deja la figura de la mujer en el Ecuador. Normalmente, partiendo de mi
viejo poema La nueva canción de Orfeo y
Eurídice, la imagen de la mujer está en primer lugar, luego con María Joaquina, y con los cuentos de las
criaturas de la noche, con relatos mil, siempre, la mujer está siempre en
primer plano. Yo respeto muchísimo a la mujer luchadora, a la mujer que trabaja
por la causa de su familia, de sus hijos, y que tiene una ideología. Yo te
decía que mi madre fue una mujer absolutamente ejemplar, ella tenía su
ideología de derecha y era absolutamente respetable.
¿Eso le generó algunas fricciones con ella?
No, nunca; nunca, nunca. Supimos mantener las cosas muy delicadas, muy
sutilmente. Nunca nos enfrentamos con mamá por causa de esto, por nada mismo.
Nuestra relación fue perfecta. Yo sabía exactamente lo que ella pensaba. Yo
creo que ella intuía lo que yo pensaba.
Por otra parte, finalmente, en la sociedad existen
personas que no están muy dadas a leer, ¿cómo se cambia ese comportamiento
cultural?
Lo que pasa es que el primer taller de lectura tendría que ser la familia. Pero
a veces la familia no está en capacidad de iniciar al niño en la lectura.
Entonces queda la escuela. Y a veces, la escuela tampoco es muy eficiente. Pero
la mente cada vez se supera más y más eso, cada vez los maestros leen más. Es
admirable, por ejemplo, aquí entre los maestros guayaquileños cómo leen, es una
cosa impresionante, realmente impresionante.
¿Usted cree que el campo de batalla está en la
escuela?
Sí, en la escuela.