Por Rodrigo Rangles Lara
El Presidente Lenin Moreno, muy suelto de lengua, se quejó públicamente que la Revolución Ciudadana le tendió una emboscada al propiciar su ascenso a Carondelet, con el propósito de que fracase en la administración del Estado.
La emboscada en ciernes, según la versión Morenista, tiene que ver con una jugada política maestra de maldad premeditada, ideada por Rafael Correa, para que el ungido nuevo mandatario reciba un país en ruinas, con la apariencia de prosperidad.
Al inicio de su gobierno, el Presidente Moreno, sin llegar a esa ridícula metáfora de la emboscada, se lamentó de que “no recibió ninguna mesa servida”, como preámbulo justificativo a la traicionera cuchillada que infringió arteramente a su mentor, sus compañeros y, fundamentalmente, al pueblo ecuatoriano.
Resulta ocioso insistir en un recuento de la gigantesca obra pública realizada durante la “década ganada”, sin embargo, vale resaltar el rescate de millones de ecuatorianos sumidos en la pobreza, al calor de una gestión económica – política y social sin precedentes en la historia nacional.
Paralelamente, una política internacional soberana propiciadora de integración con los hermanos pueblos latinoamericanos, impulsando la UNASUR, la CELAC y cuanto trabajo fuese necesaria para lograr una verdadera autodeterminación y un trato, en igualdad de condiciones, frente al imperio y sus instrumentos reales y fácticos de dominación.
La crisis económica mundial producto de imposiciones neoliberales en los cuatro confines del planeta, afectó también y seriamente la gestión del gobierno de Correa, en sus tres últimos años, sin embargo tomó medidas que permitió paliar sus efectos, protegiendo especialmente a los sectores menos favorecidos y a las capas medias de la sociedad.
Cuando el impostor Moreno habla de emboscada y fracaso, no es más que el reconocimiento a la desastrosa gestión realizada en su gobierno, producto de romper el modelo del antecesor, agachar la servís a los dictados de la embajada norteamericana, al Fondo Monetario Internacional y servir los intereses de los poderosos grupos económicos nacionales, partidos políticos neoliberales y los medios de comunicación mercantiles.
¿Una emboscada? ¿Es posible tenderla a un hombre, que cogobernó el país durante largos años y sirvió desde Ginebra como su representante en nombre de los discapacitados del planeta y al que, en hora siniestra para el país, designaron como el delfín sucesor de la Revolución Ciudadana?
Ese mismo sujeto que ponderaba, en los foros nacionales y extranjeros, la “inigualable obra bajo el liderazgo de Correa” y decía que su jefe, el conductor de la Revolución Ciudadana “era un hombre inigualable de proyección internacional“, al que “admiraba y se sentía orgulloso como colaborador”.
Dinero, maldito dinero. Hasta lo que hoy se conoce, 18 millones de dólares fue el precio de la traición que Moreno, ese sí, en una jugada sorpresiva y rápida – características de una emboscada cuidadosamente planificada – como cualquier impostor profesional, fingió ser lo que nunca fue.
Su fachada de ingenuo contador de malos chistes, enmascarado en la solidaridad frente al dolor de los incapacitados olvidados de las políticas públicas, desde la silla de ruedas, logró cumplir su sueño de reconocimiento social, poder y jugosas ventajas financieras con la ayuda de expertos en operaciones clandestinas de alta cirugía que terminaron en traición a la Patria.
Casi finaliza su gobierno y no hay una sola obra pública que merezca recordación. Más de 20 mil millones de dólares de préstamos contratados y unos miles de millones más en curso que sirvieron (¿o servirán?) para jugosos negocios mentalizados por Richard Martínez, premiado desde Washington como Vicepresidente del Banco Interamericano de Desarrollo.
Cuatro mil millones regalados a los grandes empresarios que, gracias a la liberación de controles, acumulan ganancias en medio de la pandemia y poseen ilegalmente más de 30 mil millones de dólares en paraísos fiscales, entre ellos, el banquero cogobernante Guillermo Laso, otro de los candidatos oficialistas cómplice de la desgracia popular.
En contrapartida, una Ley Humanitaria que empobrece más a los pobres y enriquece más a los ricos, en medio de una institucionalidad destrozada, la justicia cooptada desde el ejecutivo, una asamblea llena de pícaros oportunistas cómplices de Alianza País y la amenaza de represión como espada de Damocles sobre movilizaciones de reclamo ante tanta injusticia y corrupción desbocada.
Sin disimular esa risita cínica, el descarado gobernante culpa de emboscar al emboscado pretendiendo trasladar su incompetencia, vagancia y pocas luces para gobernar a quienes, honestamente, creyeron encontrar en él un hombre íntegro, continuador del socialismo a la manera ecuatoriana; pero, pronto, recibirán la factura el felón y los cortesanos de Carondelet, con una lluvia de votos que les sentará en el banquillo de los acusados, entre otras cosas, para rendir cuentas sobre delitos de lesa humanidad.
RRL
08.11.2020.