En una elección, la juventud es un capital político estratégico, pero no lo es todo; tiene fecha de caducidad y genera incertidumbres. Igual suerte, corre el carisma, si no descansa en símbolos de fácil y confiable verificación. El culto a la tecnología es efímero, porque se asienta en la novedad y siempre corre el riesgo de quedar descontinuado. Y si el discurso del cuidado del ambiente, encubre un plan de explotación, todo se derrumba alrededor.

Pero es cierto, en un contexto político cambiante, inestable y minado, juventud, carisma, ambientalismo y tecnología, pueden ser los mejores ingredientes para construir un outsider electoral y ganar comicios. Pero, los ingredientes no son mágicos…

Los ecuatorianos están más habituados a ver adultos maduros en el poder, como Velasco Ibarra, Sixto Durán Ballén, León Febres Cordero, Rodrigo Borja o Lucio Gutiérrez. Genera cierta resistencia, observar gobernantes jóvenes, especialmente entre votantes mayores de 50 años de edad. Se exceptúan de este análisis, presidentes como Jaime Roldós (39 años, fallecido en un accidente aéreo, sin concluir mandato) y Rafael Correa Delgado (40 años, hoy fuera del territorio nacional). Es decir, siempre existe espacio para que la juventud fracture el continuum político cotidiano.

Los ciudadanos del país, también por fuerza de costumbre, tienen facilidad para pronunciar apellidos de mandatarios nacionales o locales de origen libanés, como Mahuad, Dahik, Salem, Diab, Adoum, Baki, Salame, Neme y Bucaram; o de procedencia catalana como Nebot. La enunciación fonética es vital en la conquista del entorno, pues lo que se nombra adquiere estatus de existencia y genera memoria.

A los ecuatorianos, se les dificulta pronunciar apellidos de un origen distinto a los que conocen, como el alemán. Así lo dijo el portador de un apellido de este origen, en la Asamblea Nacional, el 11 de diciembre de 2018, cuando un grupo de 94 asambleístas (PSC – Madera de Guerrero, CREO, Suma, Alianza País), lo designaron ‘vicepresidente constitucional’ de la República de Ecuador, en reemplazo de María Alejandra Vicuña, quien a su vez tomó esa dignidad luego que el vicepresidente electo, Jorge Glas, terminara en la cárcel.

El joven ecuatoriano de origen alemán

Ese 11 de diciembre de 2018, en la Asamblea, en tono amigable, el flamante segundo mandatario, entonces de 35 años, un radiodifusor guayaquileño que entrevistaba con inusitada frecuencia a Lenin Moreno, cuando ejercía funciones de vicepresidente, pidió que lo llamaron simplemente Otto.

‘Lo del apellido no va a funcionar’, señaló con una sonrisa que generó carcajada cómplice de quienes lo escucharon en el auditorio o lo vieron por televisión. Otto, días antes de su posesión, se vio involucrado en un escándalo por la tenencia de recursos económicos en paraísos fiscales (https://lanacion.com.ec/soliz-segun-denuncias-sonnenholzner-tendria-recursos-en-paraisos-fiscales/), lo que está prohibido en Ecuador para dignatarios y funcionarios públicos.

Sonnenholzner está casado con Claudia Salem Barakat, de origen libanés, y tiene tres hijos. Lo que resulta una suerte de fusión entre ´el viejo país´, gobernado por libaneses, y ´el nuevo país’ que podría ser dirigido por políticos con otras raíces.

Hoy, sus preocupaciones, según expresa Otto Sonnenholzner, a través de su cuenta de Twitter, están más en la economía ecuatoriana, el desarrollo sostenible y la tecnología. Temas que forman parte de la agenda cotidiana de las personas más jóvenes del país.

En Otto, descansan los ´valores personales y familiares´ que hoy componen la ´fórmula mágica´ para crear un buen candidato: juventud, belleza, carisma, preparación, familia, preocupación por el ambiente y tecnología.

La fórmula exitosa

La receta, contenida en la estrategia Sonnenholzner, es sencilla y práctica. Ya la aplicó con éxito el actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, de 38 años de edad, en medio de un ambiente político adverso y hostil:

  • Ser joven
  • Verse bien
  • Capacidad histriónica
  • Derrochar carisma
  • Agradar a los géneros
  • Proyectar empatía
  • Seducir a la ciudadanía con gestos ligeramente arrogantes
  • Preocupación por el ambiente
  • Conocimiento enciclopédico y útil
  • Culto a la tecnología

Sin embargo, la ´fórmula mágica´ puede fallar, cuando no se atiende cultura y contexto político.

Bukele, el original

En la receta de consultoría política, de la estrategia Sonnenholzner, falta un componente esencial para seducir a millennial, menores de 40 años y de más de 25, migrantes digitales; y, centennial, menores de 25 años, nativo – digitales. Ambos grupos etarios, en el 2021, abarcarán alrededor del 60% del electorado ecuatoriano.

La historia política reciente, cuenta que Nayib Bukele, de origen palestino, por su padre, como experto en marketing, se tomó las redes sociales salvadoreñas, armado de un Smartphone de uso común y acceso popular entre los jóvenes, significando que el éxito es posible para todos y bajo cualquier circunstancia, con lo que se tiene a mano; inspirado, quizás en el catálogo de la felicidad y autosuperación de Walter Riso. (https://old2.elartedesabervivir.com/guias/11-claves-para-la-felicidad)

El día de su posesión, Nayib Bukele se autoproclamó Presidente de Twitter y de ser el mandatario más ‘cool’ del mundo. Luego, en una Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, envió selfie a través de sus redes sociales, para resaltar la decadencia de este ente mundial y la ausencia de los jóvenes y sus prácticas globales.

De ahí en adelante, Bukele, en el ejercicio de su mandato, en mangas de camisa, vestido con jean, gafas y gorra para el sol, se dedica a ´combatir´ la pobreza con apoyo internacional, así como a darle ´guerra sin tregua´ a las maras o pandillas de El Salvador. En este afán, inclusive llegó a tomarse por la fuerza el parlamento salvadoreño, lo que fue rechazado por los grupos radicales de izquierda y exguerrilleros. La imagen es clara, un joven común y corriente enfrenta los problemas de su país, en cumplimiento del mandato de otros jóvenes.

Solamente que, en el idílico retrato, se pasa por alto que tanto pobreza como delincuencia, se cortan de raíz con un sistema productivo sólido, que genere fuentes de empleo pleno; y, con un Estado fuerte, que redistribuya la riqueza generada socialmente. Tanto millenial como centennial se movilizan por causas (pobreza, inseguridad) y no por políticas que a fuerza de norma jurídica obliguen a todos los actores sociales.

Un candidato con pocos referentes simbólicos

Lo alcanzado por Otto Sonneholzner es poco, en materia política. Logró ser Vicepresidente, sin ser electo en las urnas, lo que no representa un mérito suyo, sino expresa voluntad de las élites políticas de Guayaquil, a las que se debe. Esto, sin importar que vaya a participar como candidato presidencial por el movimiento gobiernista Alianza País y por Ruptura de la ministra de Gobierno, María Paula Romo, y del secretario de Presidencia Juan Sebastián Roldán.

En las calles, en su contacto con el pueblo, Otto varias veces fue rechazado por los ciudadanos (https://www.facebook.com/watch/?v=682171995555746) especialmente después del levantamiento indígena y popular de octubre de 2019. (https://twitter.com/MarcelMerizalde/status/1220079390450769922), pues él fue el encargado de dar a los ecuatorianos la ´mala noticia´ de la eliminación de subsidios de gasolina extra y diésel.

Sus pocos éxitos están en el contacto con la prensa privada y pública, que mantienen apertura por ser parte del equipo que gobierna el país. Y un triunfo externo, cuando la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, el 27 de febrero, le designó ‘líder global’ por la Perry World House, antes de su conferencia sobre desarrollo sostenible.

Hasta ahora, se cumplió el presagio del Vicepresidente, ´lo del apellido no va a funcionar´, pues pocos ciudadanos lo tratan siquiera por su nombre, Otto. La Estrategia Sonnenholzner está decantada, sin apenas empezar campaña y a pesar que los grandes candidatos de la derecha ecuatoriana empezaron retirada.

Por Editor