Orlando Pérez

La acción política ecuatoriana no ha dejado de usar los lugares comunes y por eso un Fidel Egas tendría razón en algo: la partidocracia -de la que él fue uno de sus mejores artífices y (por qué no) financistas- es mediocre, utilitarista y muy poco dada a la renovación original, mucho menos a una visión contemporánea de la sociedad. Se copia a sí mismo, se mira al pupo y desde ahí concibe el mundo. No hay universalidad en sus concepciones, solo homogamia política.

Y gracias a esta condición han perpetuado su poder, el control de casi todo, incluso en esa esfera de la llamada superestructura, donde están por excelencia los medios, los mensajes morales y cristianos, la “cultura” y las relaciones sociales (exacerbadas en las fotos de cocteles de la “alta sociedad” y en esas “instituciones” como la caridad, la “primera dama”, las “juntas de notables” y las reinas de belleza, hasta la “tradición” de las corridas de toros).

Ni Jaime Nebot ni mucho menos Guillermo Lasso han perdido poder, tienen control sobre amplios ámbitos de la economía y la política, aunque no estén en un gobierno u ocupen la silla presidencial. Eso lo explica mejor Byung-Chul Han, en Psicopolítica: “El poder está precisamente allí donde no es tematizado. Cuanto mayor es el poder, más silenciosamente actúa. El poder sucede sin que remita a sí mismo de forma ruidosa”.

Durante la década pasada quisieron imponer al gobierno de entonces su poder y no supieron cómo negociar con él, soportaron la impronta de otra forma de hacer política que no aceptaba negociaciones, chantajes o imposiciones por la vía del acuerdo bajo la mesa o la amenaza.

Podrán justificar esa homogamia desde algunas prácticas pero está claro que han colgado esa realidad en el imaginario de los medios tradicionales (de los cuales son sus mayores sustentos) y en cierta izquierda, intelectualidad y ahora en varios ministros del actual gobierno para justificar su existencia supuestamente histórica.

No cabe duda que se perfila como candidato a la presidencia de la República el actual alcalde de Guayaquil y ya se acomodan las cargas para instalarse en su camioneta electoral, pensando que tiene asegurada la victoria. ¿Por eso Mae Montaño se desafilia de CREO y la vicealcaldesa Doménica Tabacci deja el camino abierto a Cinthya Viteri? ¿Las dos estarán pensando en ser parte del futuro gobierno o encabezar la lista de asambleístas? ¿Por eso en algunos medios comienzan la campaña de pre calentamiento para depurar y/o descafeinar el pasado de Nebot?

La pregunta es entonces por qué Guillermo Lasso optó por aliarse con Osvaldo Hurtado si lo más seguro es que de ser Nebot el candidato no tendría ninguna opción electoral pues su base electoral es Guayaquil y una parte de la Sierra. Solo hay una respuesta: está casado con la homogamia política.

Es difícil entender lo que ocurre en este primer año de gobierno de Lenín Moreno sin considerar que más allá de la “traición” o “vuelta al pasado” hay otros “mundos” en el imaginario de los actores políticos tradicionales y, por supuesto, en quien ejerce el liderazgo social conservador que domina al propio debate público, en las acciones de Julio César Trujillo y la justificación procaz de esos izquierdistas de cuño arcaico. No basta con “desmontar el correísmo” para avanzar en una sociedad más democrática: fundamentalmente hay que pensar qué tipo de sociedad tenemos y qué tipo de democracia queremos.

“La técnica de poder propia del neoliberalismo adquiere una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda totalmente oculto. De ahí que se presuma libre”, reitera Han.

Por lo pronto hay tiempo para esperar hasta dónde esa homogamia no deriva en un aborto político y Nebot recibe su tercera derrota a causa de un outsider que germina siempre que los intereses son demasiado pestilentes para un electorado ingenuo o poco dado a tragar ruedas de molino.

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