Modesto Ponce Maldonado*
James Gleick (1954) escribió La información: historia y realidad (2011). Recorre desde las señales griegas de fuego hasta el lenguaje de los tambores africanos (olvidó nuestros chasquis), pasando por la electricidad, la telegrafía, la telefonía y la radio, hasta llegar, en 1948, al transistor y luego al bit. Las guerras dejaron los lenguajes cifrados. Llega la televisión, el compact disc, el fax, las computadoras, el internet, los celulares y el ciberespacio.
Gleick piensa que el cosmos y los seres vivos no contienen sino información que evoluciona: “todo el universo es considerado un computador, una máquina cósmica que procesa información”: genes y cien millones de neuronas del cerebro humano, átomos, energía, partículas elementales, la teoría cuántica. “Al final, la historia no es más que el relato de la información que va adquiriendo conciencia de sí misma”. Escribe sobre la “persistencia de la palabra”: “en la mente no hay diccionario alguno”. Aprendimos, dice Gleick, primero el lenguaje pictográfico, luego al ideográfico y, al fin, a escribir la palabra. El objeto no existe si no es nombrado. Un físico notable, alumno de Einstein, estableció “la esencia de los informadores”. Otro fue el creador de la cibernética.
Pasa a la biología y al “código de la vida”, los genes y el ADN, el mapa del genoma humano, la física cuántica, la partícula indivisible, los agujeros negros que engullen información. El mensaje del “lenguaje de las células” contiene “el código de la vida copiado en el ojo de una aguja”. Y esa información se transmite por medio de “replicadores” que se copian a sí mismos. Glieck escribe que el gen no porta información; es la información.
Apasiona la referencia a Richard Dawkins, biólogo evolucionista, quien ve una correlación entre la evolución de los genes con la evolución de las ideas. Este “caldo ―dice Gleick― es la cultura de la humanidad; el vector de la transmisión es el lenguaje; y el lugar de desove el cerebro”. De allí salió para Dawkins la idea del meme, como paquetes de información que se transmite por todos los medios conocidos, hasta el punto que pueden ser considerados técnicamente “estructuras vivas”, como “parásitos” que se introducen en el cerebro. De allí el término “viral”. (De Dawkins vale leer el El espejismo de Dios).
Confieso que me acerqué a Glieck (prefiero la literatura) como reacción al vandalismo informativo. Cita a Borges por su relato La biblioteca de Babel donde se podría encontrar todo o nada, a medias las verdades y las mentiras, ―una especie de Wikipedia―. No percibimos el caos informático que nos rodea, que nos deshumaniza, elimina nuestra capacidad de pensar, nos convierte en parlantes amaestrados. Wikipedia y Google “son una prueba de la inteligencia de masas (…): usuarios que se llenan de artículos escritos sin autoridad. Si no procesamos, nuestra memoria se deteriora, caemos en una “amnesia histórica”, no leemos, nos distanciamos de todo lo que nos rodea ni sabemos lo que sucede. Fue la imprenta, la que cambió al mundo, la que “modeló la mente de los historiadores”. Hoy todo está empaquetado. El menú del día. Con la tecnología, aun lo impreso pierde densidad. ¿Qué es lo que leemos? No hay pasado: solamente el momento es válido. No existe dimensión de profundidad. Todo es plano. Y, sin pasado, tampoco podrá haber futuro. La fatiga de la información deteriora nuestra capacidad de conocimiento. “Quién manda, ¿nosotros o nuestros memes?” Los genes tienen, al menos, una base física. Los memes son abstractos”.
Los memes están presentes en los anuncios del fin del mundo, en los pánicos financieros, en las dietas adelgazantes, en la medicina, en el pavor al 00 en las computadoras en el año 2000, en la política, en el marketing. Omnipresentes en la sociedad de consumo, en la sociedad saciada, en las recetas de felicidad. Esta manipulación nos lleva a convencernos de que, en el país por ejemplo, todo está mal. La nación como desastre; todos hundidos en el caos. Los memes nos están llevando a exigir menos, a necesitar menos como seres humanos, a no pedir explicaciones, a discrepar o cuestionar. Nos degradamos, y degradados los medios están llegando a ser lo que son, por lo general. Las revistas se limitan a la farándula, no hay casi revistas culturales, se lee Las sombras de Grey o esa estúpida novela sobre el viejo que saltó por la ventana, las editoriales tratan de unir el negocio con la calidad, las redes sociales o las fábricas de mentiras merecen un análisis de psicopatía social, el Facebook (la intimidad expuesta), el Twitter (“la banalidad empaquetada”), útiles muy limitadamente. Las elecciones se ganan o pierden así. La imagen ha sustituido a la palabra, y es discutible que una imagen valga más que mil palabras. La gente, sin información, actúa por miedo, inseguridad, temor al futuro, resentimientos, complejos y taras sociales. Los medios como tales, protegidos por la “libertad de expresión”, cuya justificación es el “derecho a la información” del que nadie habla, ¿qué nos cuentan en realidad? Y detrás, ¿qué tenemos?: el poder. El poder que ha convertido el mundo en un lugar donde el 10% posee el 90% de la riqueza y 70 personas perciben anualmente lo mismo que la mitad de la humanidad. ¿Vivimos un totalitarismo, el que maneja las mentes y las emociones? Tenemos ejemplos: EE.UU. es el país de la libertad y del respeto a los derechos humanos, nos robaron el Oriente, los latinoamericanos somos idiotas, el ecuatoriano y sus costumbres son la causa del retraso, el país es un desastre, estamos acabados, las fuerzas armadas están devastadas, todo está mal hecho, todos son corruptos, seremos como Venezuela, este es el socialismo del siglo XXI, el fantasma del comunismo (a partir de 1960) que nunca llegó.
Eugenio Montale, Nobel de literatura 1975, escribió en Nuestro tiempo: “Sólo los aislados hablan, sólo los aislados se comunican; los otros, los hombres de la comunicación de masas, repiten”.
* Modesto Ponce es un gran escritor ecuatoriano y se incorpora como columnista de Ruta Krítica desde hoy.