Por Juan Montaño Escobar

Si el país no llega al arco contrario tenemos que hacer cambios,

aunque sea al presidente.

Diego Armando Maradona

Ventana fanoniana

            Asomarse y ver que es una ciudad semejante a otra que conocíamos hasta el aburrimiento, con sus improvisados diseños arquitectónicos, sus líos del tránsito y esa pátina social de gran aldea y pequeña ciudad. Es Esmeraldas, el nombre portentoso de este espacio urbano que difiere de recuerdos de conquistas violentas o episodios fundacionales arbitrarias. Ese nombre ha sido el identificador de un marketing simbólico, convertido en mineral de una química civilizatoria del Pacífico, muy distinta a esas antropologías coloniales, porque el territorio se apropió de esa nomenclatura y por siglos la enarboló como señal preciosa de sus resistencias. Ahora es signo de victimismos periodísticos (a falta de mejores análisis) y signo de abandono por no se sabe quién. En todo ello faltan respuestas de la comunidades esmeraldeñas urbanas y rurales. O están demoradas. Pero hoy es cualquier día de lunes a viernes, casi indistinguibles por las mismas razones del día anterior, de la semana pasada o del año anterior, por esa contradicción imposible: animación parecida a inmovilidad. Ahí están, trozos de calles con sus caminantes tempraneros o las motocicletas petardeando potenciales amenazas. La ventana no engaña porque es la misma urbe, pero en otro tiempo de crisis. De crisis como causa y efecto, porque es imposible invisibilizar el altísimo desempleo y esa mínima estatalidad malhechora. Las muchas carencias populares compensadas con el recorrido de toda la cancha de la creatividad individual o familiar porque la subsistencia exige. El epígrafe de Maradona no consuela por nada. Y tampoco perdona el reblandecimiento cimarrónico. El cimarronismo ha pasado de concepto político a modo de vida cotidiano tenaz de la gente de barrio adentro y ahí justo en el filo de la navaja una decisión imprevista, partir de la declinante subjetividad comunitaria a una conversión práctica y precaria en cierto lumpenaje de ocasión. Es la señal maldita a este Caín tropical y colectivo. Partiendo de una ejecución gradual en las relaciones sociales hasta su consolidación como ley abusiva en todas las negociaciones. Es el colonialismo interno sobre ejecutado en la provincia verde vegetal devenido en nombre mineral. ¡Revive Fanon! “En el contexto colonial no existe una conducta regida por la verdad. Y el bien es lo que les hace mal a los otros (comunidades negras, JME)”[1] La ventana fanoniana enmarca el cuadro real y angustioso de las crisis de Esmeraldas.

Mandanga partidista colonial

            Hay una decrepitud con fondo de alabao[2]. Es mi ciudad que se ha devuelto a uno de sus peores tiempos, los años ’90 del siglo pasado, pero ahora con todas las calamidades del siglo XXI, incluyan los años de la pandemia y la violencia social emperrada desde un mínimo a un máximo trágico. Ahora Esmeraldas es una ciudad de esos ocasos bellos y tristes a la vez; de la pronta rutina maravillosa sucedida por una prolongada turbulencia que solo encuentra estética en el arte literario proveniente de ambientes sórdidos; del naufragio descuadernado de su Historia actual resumida en su denominación no como joya sino como mal dato. La región a la cual le correspondió el nombre se redujo a 15 mil y algo más de kilómetros cuadrados de la actual provincia y el cantón con la quinta parte superficial. Los padecimientos y las enormes dificultades de la gente esmeraldeña son acumulados de desastres del colonialismo interno extractivista impuestos por la mayoría de los Gobiernos nacionales cumplidores eficientes de voraces grupos económicos, más la escasa gestión de los Gobiernos provinciales y mucho más la evaporación de los cantonales; con las obvias excepciones; no faltaba más. Las filiales partidistas son oficinas coloniales de partidos políticos de Quito y Guayaquil. El de resalta la propiedad absoluta de la mandanga partidista. Y de ahí provienen las administraciones territoriales, equivocadas e incompetentes sobre las reales soluciones políticas y amelcochadas sin remedio en los problemas, pero con habilidades insospechadas logran repeticiones en el (en)cargo administrativo. ¡Valga nuestra irresponsabilidad colectiva! Honestidad intelectual: hubo líderes y organizaciones partidistas que cambiaron método y ruta, pero ha sido insuficiente, está a la vista y en las estadísticas del crimen. Estas ausencias, inconsistencias, deficiencias e insolvencias de los diferentes niveles estatales facilitaron la instalación y asentamiento de las organizaciones violentas. El ‘asentamiento’ hace referencia a la formación, estructuración, ocupación y hasta gestión territorial de las bandas criminales en las ciudades y provincia verdes. Hay más, el conocimiento social y económico empírico de la ciudad y la provincia de los capos de las bandolas les da ventaja sobre unas instituciones a la deriva por la baja ejecutividad del Gobierno nacional. La suspicacia de este jazzman podría ser verdad en estado bruto: lo urbano comunitario estaría siendo aprovechado por clanes privados lumpenescos (dificultades y debilidades estatales facilitan el cometido). Ojalá sea una equivocada percepción. Ojalá.

Hitmans del 13 de abril

            El Esmeraldas urbano y rural, de ahora mismo, de cualquier hora entre esta mañana y la siguiente madrugada es territorio en disputa entre la vida con dignidad (simple y sencilla, pero digna) y el buitreo violento de las bandolas depredadoras de la ineptitud deliberada (¿planificada?) del Gobierno de GASLM. Acumulación increíble de disparates, por cierto. En la esquina la sueltan como escupitajo de insoportable cabreo: “¡de Lasso!” Claro y preciso. Entonces, mejor es callar porque a un ciudadano con la potencia del miedo reciente y mal cocinado no se lo desafía. ¡Ay, Esmeraldas! No tiene por qué ser un alarido de dolor y más bien una sorpresa por la pasividad popular en defensa de su vida. De nuestras vidas. En algún lugar de esta geografía injusta hay una frontera que divide al Ecuador de por allá, de esa sociedad mayor (como decía el maestro Juan García) y este Esmeraldas de acá, nuestro, opaco mineral socio-cultural, por ahora. Es descorazonador mirar en las paredes esos dibujos de corazones atravesados con flechas, antes fue simbolismo de amor, pero en esta exactitud temporal cabe extenderlo a esta sensación de atropello. Y esa melodía preciosa de Sting nos llega como ambiental de bálsamo, como alquimia sentimental de nuestra contraseña geográfica y mineral. La forma de mi corazón[3], conocemos esa imagen del supuesto recinto de las vainas sublimes, pero como va este infortunio social más bien es la de una bala que suprime sus brincos. Thank you, Sting, for perpetuating the shape of peace. En esas horas muertas por las preocupaciones repasé rutinariamente algunos filmes, entre otros, El profesional, protagonizada por Jean Reno, Gary Oldman y Natalie Portman, aquella melodía cierra la película. Los profesionales de esta historia esmeraldeña son unos pibes culicagaos que presumen de ser sicarios cinematográficos (hitman), frenteros de adrenalina temprana e hijos de la maldición. Ellos están a las órdenes de unos tales duros de las bandolas que no les fue difícil tostarle la sesera con la fantasía de poseer poder de vida o muerte (con un arma) y una motocicleta para presumir de Evel Knievel por estas calles. Y en esta vorágine son más de 180 personas, asesinadas a balazos, en la ciudad y provincia esmeraldinas, hasta este jueves 13 de abril de 2023.

Estrategia necropolítica: creación de enemigos oportunos

            La ciudadanía como objeto de derechos para personas barriales y parroquiales, en esta República del Ecuador (casi bicentenaria), está en riesgo cierto. Al menos en Esmeraldas y más para las comunidades afroecuatorianas, peor aún con estos Gobiernos de la derecha decimonónica. Esclerótica hasta en sus dichos, hechos y apariencias. (Y no es un disfraz político). Incluso por fuera del territorio provincial nuestra gente esmeraldeña es castigada por el karma fatal de la discriminación racial abierta u oculta. Estaba ahí y vuelve a usarse el retrato lombrosiano sociológico-racial del peligro, las barriadas maldecidas como marginales, son convertidas en imaginarias calle luna, calle sol[4], con énfasis en “mide bien tus palabras o no vales ni un kilo (centavo)”. El liderazgo afroecuatoriano se desgañita advirtiendo sobre la repetición de las historias trágicas (linchamientos y las estúpidas actitudes sospechosas para encarcelar sin más), la respuesta es la frivolidad de los agentes estatales. Carlos Fernández Liria nos ahorra palabras: “El ciudadano (ecuatoriano, JME) se define por la independencia civil, por el “no tener que pedir permiso a otro para existir”[5]. El metabolismo de la sociedad esmeraldeña, considerando su diversidad cultural y sus conformaciones históricas, tiene paradigmas y paradojas. Aquellas comprenden escenarios políticos cambiantes y continuos, desde la colonización europea hasta este día de malos presagios, se podrían reunir en: procesos cimarrónicos (anticolonialistas, antirracista y republicanos) seguidos de cambios que no siempre fueron (o son) raigales; demoras políticas perjudiciales (décadas gobernados por caciques políticos conservadores) y recuperaciones increíbles (básicamente por el liderazgo de la izquierda plural). Esta ha sido y es la tierra verde, su nomenclatura colonialista para geolocalizar el objeto de la angurria, con sus aletargamientos y sus saltos liberadores de comunidades lideradas por mujeres y hombres anónimos para siempre en la historiografía ecuatoriana. Esta violencia social producirá y dejará consecuencias, además de las tragedias familiares, en Esmeraldas. Y en el Ecuador. Los oráculos del Gobierno de GASLM culpan al narcotráfico en abstracto, sin especificar grupos promotores del comercio ilegal, origen mafioso y lavanderías del money. ¿O es que no tienen información creíble? ¿O apenas es un bluf? ¡Vaya usted a saber y entender! Sin dudas, el clandestinaje comercial de narcóticos también está involucrado en este revoltijo de violencia social, pero no es todo. En Esmeraldas el entramado de bans[6] tiene su complejidad. Las hay con ramificaciones nacionales o solo establecidas en barrios de la ciudad; de pocos o muchos miembros; afiliadas e independientes de las grandes o pequeños grupos barriales en formación; están aquellas que tienen armamento considerable y aquellas con pocas armas e inclusive artesanales; unas tienen jefatura consolidada y otras malandros aprendices de bandulos; están las que territorializan sus acciones y marcan calavera (amenazas de muerte) a cambio de un pago y las errantes que atracan en cualquier lugar de la ciudad; y las organizadas como pequeño ejército matonil con supuestos indómitos, por influencia del cine clase B y el nivel profesional del killer-gerente. La narrativa del Gobierno de G. Lasso y sus aliados de ocasión siembran dudas y el embarre se ve venir. Y eso es movida política por medios perversos, para sostener su telos[7] económico de rapiña. Están diseñando un ‘enemigo político’ manchado de lo que sea. “…en el choque de civilizaciones solo puedes saber quién eres si sabes a quién odias”, Vandana Shiva comentó este diagnóstico en una entrevista[8], publicada en  El Salto, para explicar las ideas de Samuel Huntington. Cambiando a ‘choque político’ en vez de ‘civilizaciones’ resume el volumen de ideas. Y continúa: “Así que se creó una política de identidad basada en la negatividad. Tienes que encontrar enemigos, y el ascenso de la derecha busca enemigos y destruye las libertades colectivas indivisibles”. Esta violencia social podría servirles a sus propósitos de absoluta hegemonía política y arranche de los bienes públicos ecuatorianos. Necroeconomía como resultado de la necropolítica. Axê, Achille Mbembe.

Los ángeles de Machín

            Me ocurre como lector de otras feroces realidades catalizar una mezcolanza de sentimientos contradictorios, criterios livianos desde la distancia cómoda y ese balance antropológico cultural para justificar (o satisfacer la condena) de la violencia social en las ciudades de otros países. Y si se comenta esas lecturas en grupo, la tertulia compite por ofrecer soluciones de exterminio despiadado a la carta. Ahora la violencia la tenemos aquí mismo, en la vereda, junto a la banca del parque, a veces en el umbral de la casa, en el bus asaltado por unos muchachos gatillos alegres o somos testigos del tiroteo al domicilio de quienes se la juegan no atendiendo las exigencias de extorsionadores. Vemos mucha juventud afroecuatoriana torcida. Descarriada. Duele y encabrona escribirlo, pero es así. Y ya pueden enlistar aquello que se les ocurra a las autoridades estatales desde la atalaya del cargo inútil o los diagnósticos desdeñosos de la hegemonía social. ¿La culpa como pedrada? Sí, achaquen a las familias disfuncionales esmeraldeñas (con las madres en el banquillo de la condena) y a la falta de chalecos blindados en vez de cuadernos y libros para la niñez escolar. Así lo piensan y así lo proclaman. Así vomita la derecha ecuatoriana para justificar las catastróficas consecuencias de su gobernanza en Esmeraldas. ¿Sus genialidades? Más de la mismo: patrullajes policiaco-militares que poco resuelven lo de fondo. Sin embargo, las preguntas están en la punta de la lengua y en la piel de la necesidad. ¿Qué hay con el desempleo mortal? ¿Y qué con el deterioro del sistema educativo provincial esmeraldeño? ¿Para cuándo la inversión pública en la ciudad verde? ¿Acaso aquello no es parte del menú de estos problemas? Estas babilonias[9] gobernantes consumen sus falsas delicias: la muchachada lumpezca si no nace se hace por descuido familiar, a pesar de que tienen todo resuelto. ¡Eso creen como sentencias definitivas! Ahora sabemos lo que es sentirse “como los ángeles de Machín”[10].   

Las sombras de cada día

            Este opaco cielo invernal de Esmeraldas, en estos días de abril, no tiene nada del color de ese mineral tan codiciado, mejor habría que asociarlo con la diferenciación social o racial, porque el andarele cromático habitual del firmamento no soportaría esta hilacha de realidad adversa. Abril suele tener tardes mezclada de colores húmedos y corridas de nubes para asegurar la libertad del esplendor vespertino. Es jueves o martes, cada episodio diario crepuscular tiene su singularidad, un compromiso arcano con el optimismo comunitario esmeraldeño. A la sociedad de clientis[11] de la fresca bendita aún tiene ese deleite no capturado por la violencia. A esta hora pacífica de tarde silente y a la vez ruidosamente colorida confirma la certeza del Poeta: “El día tiene sombras hacia adentro, y hay que andarlo, caramba, pisando el corazón abierto en luz. Un ¡ay! Anda rodando por las calles…”[12] Esa opacidad cotidiana es en este hoy, también en los días anteriores y es innegable en los próximos. Es una percepción personal pesimista, porque la naturaleza esmeraldina suele transcurrir con su propio currulao. La cambiante escenografía del fondo de la tarde no distrae del vacío de caminantes impuesto a las calles y a las esquinas de parla y salmodia rumbera. Aun las canchas tienen ese aire de cementerio imprevisto por la ausencia de peloteros, basquetbolistas o voleibolistas. Es callado lamento en procesión por estas calles de Dios. La garúa del fatalismo no escampa en nuestros barrios, además tiene sus brujos tribales malafesivos. Sin dudas. Los profetas de todas las variantes del pentecostalismo están en su papayal, aprovechan los efectos anímicos de la violencia social para decir que esto estaba previsto, en la Biblia, para esta ciudad. (No se ría). La malos tiempos son buenos para el negocio apocalíptico. El miedo vende porque alguien compra el reflejo de sus temores. Casi lo predican: “¡resignación, purga del Altísimo!” Hay que hacer de tripas corazón, para con paciencia responder que el desempleo es sanción terrenal del Gobierno  de GASLM, igual la estampida de médicos de los hospitales, el empeoramiento de la educación ministerial, ninguna propuesta recreacional a niñez y juventud esmeraldeñas y que continuará el descenso de matrícula en el bachillerato. Mientras tanto, el sistema bancario está boyante y se le premia con rebaja de impuestos. ¿Hallaron una huaca en la Plaza Grande de Quito, acaso?

Breves antecedentes del actual gobierno privado indirecto   

            Disculpen la redundancia para nada viciosa y sí juiciosa. Ahora mismo el Ecuador es el país del caos institucional absoluto, de una preconcebida ineficiencia gubernamental y del cuenteo mediático de los medios tradicionales para convertir la devastación social y político en insólita maravilla ecuatoriana (¿habrá quién crea esas adonadas falsedades?). Las mafias, pequeñas y grandes, con hambre del verde washingtoniano buscaron y hallaron su tierra prometida en este desbarajuste. Antes el ambiente político mermaba las posibilidades de afinque y crecimiento (literalmente: la culpa era de Correa). Hasta que comenzó el desmadre institucional empujado por el Gobierno del Boltaire, y casi toda la clase política ecuatoriana de todos los pelajes ideológicos, ahora continúa con este de GASLM. Las mezcla de circunstancias calamitosas pusieron de cogollo las oportunidades a los capos mafiosos, quienes elevaron el profesionalismo malvado, ya son capiruchos (capos + duchos). Esta desmesurada violencia social era efecto previsto del caos institucional. Nada quedó por fuera o restó crecimiento al hampa multinacional. Absolutamente nada, desde las series y filmes mistificadores del bandidaje narcotraficante, pasando por toda una discografía glorificadora, hasta el desobligo social del conjunto de instituciones estatales ecuatorianas, incluyan la podrición de conciencias y se tendrá un binomio circunstancial perfecto: laberinto institucional más corrupción laberíntica. Sí, los buenos servidores públicos son más, pero tienen la peor de las elecciones: plata o plomo. O como dicen por las calles esmeraldeñas: bola-de-verde o verde-de-plomo. No hay líneas rojas todas ya fueron cruzadas o se cruzan en los vecindarios marginalizados. Este jazzman se devuelve a Achille Mbembe y su descripción del gobierno privado indirecto (del Ecuador). Este de GASLM lo es y trágico para las barriadas de Guayaquil, Esmeraldas, Machala y más ciudades. “La idea de gobierno privado indirecto apunta a esa forma de gobierno de la deuda, que desarrolla por fuera de todo marco institucional una tecnología de la expropiación en países dependientes económicamente, privatizando lo común y descargando la responsabilidad de todo mal en los individuos («ha sido vuestra culpa»)”[13]. Cualquier parecido con el de GASLM no es una maldita coincidencia.

Tópico: esa otra tesorería de esa otra nación

            El tope de violencia social en Esmeraldas correspondiente a estos dos últimos años, 2022 y 2023, aun se explicarían como ciclos crecientes y sucesivos, todos con el dramatismo de lo inesperado. (“El golpe que no ves venir ese es el que te patarribea”, advertía Angelo Dundee a Muhammad Ali). Un ciclo se diferencia de otro no solo por la cantidad de asesinados sino por el avance organizativo de las bandolas, por el conocimiento de la sociedad esmeraldeña para sus fechorías, por el afincamiento territorial abusivo, por la improvisación de bandas de pocos miembros que explotan la mala fama de cualquiera de las más publicitadas, sean los Tigers o Los Lobos, por citar estas dos, o son sus subsidiarias, podrían ser principiantes o quieren demostrar berraquera a los pesados. Esta construcción de organicidad criminal no encuentra más resistencia u oposición que la propia habilidad y audacia del malandrinaje juvenil. No hay contención, prevención o atención de las instituciones estatales. Nunca mejor dicho: Esmeraldas es ciudad y provincia periférica. O marginal, según cierta sociología etnocentrista. U olvidada por los de allá arriba y mal comprendida y atendida por nosotros, mujeres y hombres, de acá abajo. Y está esa economía clandestina producida por dineros mal habidos o importados de otros países que los poseedores quieren “¿blanquear?”, “¿lavar?”, “¿legalizar?” Escojan la denominación en el boquilleo mediático. Nada que no sea conocido por las conversas, porque barrio chico equivale a infierno grande. No hay mayores dificultades en transfundir esa papelería verde al sistema circulatorio monetario del Ecuador, apenas se crean los sistemas callejeros circulatorios, las ofertas de préstamos rápidos y discretos o las compras y ventas. Y ya. O sea convertirlo en dinero efectivo y afectivo por las calamidades diarias de la gente y mediante el negocio de lo que sea por trasmano. El único requisito es la palabra empeñada, un plazo inamovible y un cobrador de áspera diplomacia. “De algo se ha de vivir”, es la resignación de los enredados.

Resultado de los malos cambios

            Han dulcificado la palabra para escamotear lo angustioso de la extorsión alevosa e innegociable: paga o paga. El precio del abuso descarado no contempla rebaja o postergación. Vacuna así dulcifican a la extorsión que comienza con una misiva exigiendo pago por garantía de seguridad no solicitada o por prevención contra ellos mismos, continúa con disparos a los ventanales si no hay respuesta satisfactoria para los bandidos y concluye con secuestro y asesinato o la huida precipitada del extorsionado y su familia. No hay sigilo en la fechoría, para nada, también es un mensaje amenazador al vecindario para que sepa, y muy bien, cuál podría ser su próximo destino. Esa dulcificación semántica no oculta la depredación bandidezca ni la neurosis del vecindario. Ese infortunio de unos lleva una pregunta supersticiosa para otros: “¿cuándo seré yo el próximo vacunado o la próxima vacunada?” La gente sabe que ya no es el mismo barrio, aunque lo parezca algo está cambiando para mal, es perceptible, ojalá no sea definitivo ese cambalache social. Cierra la abarrotería, desaparece la oferta de servicios elementales, el  profesional de relativo éxito huye despavorido después del artificio explosivo colocado en la puerta de su casa; la calle es mundo de sospechas y se complica para peor la convivencia. Es triste e incapacitante este tiempo de violencia. No obstante, hay un creciente rencor popular aún represado, porque los malhechores por mérito criminal o nerviosismo disparan, asesinan y por sortilegios vuelven más bravucones. Claro y fuerte, las bandas criminales no son guerrillas ni siquiera se parecen (carecen de subjetividad ideológica), pero han realizado actuaciones parecidas al atacar Unidades de Protección Comunitaria (UPC) o enfrentarse a grupos de policías o de militares. O buscar una inquietante simpatía falseando sus propósitos. Una cosa es clarísima por más torcidos que sean: son de la vecindad, del barrio, del saludo habitual y hasta del familiaje simbólico (“primo”, “tío”, “brother”, “hermano” o “ñaño”).

Pesimismo denso e intenso en la provincia verde        

            Bad News Is Coming[14] se rotula la plegaria blues de Luther Allison y nos rebaja el hervor anímico colectivo. Y no se detienen las noticias nefastas, a una mala le sucede otra peor. Es aguacero detestable que moja sin excepción a los habitantes de barrio adentro y barrio afuera de Esmeraldas. Es un invierno húmedo y enrojecido, no hay dudas. Hasta los espacios gentrificados son parte de este diluvio de desgracias. O recordando a Joaquín Sabina, para este paisaje urbano esmeraldeño, todas las calles tienen esa dejación de pesada melancolía, porque ese algo cultural y social destacable está perdido o se está perdiendo en forma irremediable. Este jazzman se ha extraviado de alguna de las “vías más andadas” (Antonio Preciado dixit), porque no hay pistas confiables para hebras de optimismo. Los actores de las calles son diferentes pero descargan desquiciadas razones sobre esta violencia: los predicadores pentecostales culpan a los transeúntes de la maldad social y claman por arrepentimiento de no sé qué faltas pecaminosas; las señoras con autoridad aconsejan estar en casa antes de la última hora de la tarde; alguien sugiere al auditorio involuntario y pensativo responder al terror criminal con el terror policial; Piero cantaría que “las cosas se cuentan sola, apenas hay que saber mirar”[15]; el coronel de la policía equivoca el análisis sociológico responsabilizando a las familias esmeraldeñas de este desmadre violento; el Gobierno de GASLM y comparsa vuelven al ensalivado ácido: “la culpa es de Correa”. Los asesinatos continúan en la provincia del color verde, en la Regla de Osha-Ifá es significado de ‘vida en plenitud’. O sea el verde esmeralda ya es una ironía en estos tiempos nocivos para nuestras comunidades. Quizás ya estamos en la estación dolorosa de que “aquí no es bueno el que ayuda sino el que no jode”. Quizás no.

La teoría del caos en Ecuador      

            En el alto Gobierno ecuatoriano cuatro palabras están a flor de labios: “guerra contra la delincuencia”. Más o menos la misma charada publicitaria de otros países en iguales circunstancias y con gobiernos de temperatura ética parecida. Pero el de Quito, Ecuador, es un enigma: argumenta saber aquello que no sabe y calla la verosimilitud de las desventuras de la calle. Está emperrado en el ‘narcotráfico’ como la explicación primera y última de todos los problemas criminales del país. No hay más. Este jazzman también cree que la “guerra contra el narcotráfico” fue una guerra inventada para joder a determinados grupos sociales empobrecidos de U. S. A., porque las montañas de dólares se quedan en los creadores del relato de la “guerra”, los Estados Unidos de América. Acá abajo se saben las historias y biografías de los narcotraficantes hasta sus apodos, sus gustos y disgustos, “pero no sabemos nada de sus contrapartes en los Estados Unidos. La DEA, la CIA, el FBI han hecho un embargo narrativo”[16]. Los patriarcas de los Gobiernos de América Latina jamás le vieron “la cara a la verdad” (Gabriel García Márquez, en El otoño del patriarca) y ahora nos tienen en esta guerra de narrativas como explica Juan Villoro. “Hay que entender que el combate al narcotráfico es también una lucha de narrativas, y eso me parece sumamente significativo. En la medida en que se le achacan a un narcotraficante todos los crímenes, esto puede permitir que otras personas sigan delinquiendo, con esas mismas características, porque el presunto culpable ya fue detenido”[17]. Preciso retrato social y político del Ecuador de estos momentos. La corriente mediática, adscrita al Gobierno de GASLM, hace la lavandería cerebral e intenta crear imaginarios por fuera de la calculada indolencia del Gobierno. Esas redes múltiples de desinformación violentan la verdad de las causas mediante la espectacularidad del suceso. Embolatar y desfigurar fueron estrategias goebbelianas para otros propósitos. Desaparecer o darle glamour suficiente al hecho criminal en los espacios gentrificados, pero detallarlos hasta la náusea si ocurre barrio adentro es abundar solo en una vaina moral y no en el resultado de las miserias políticas. Unos asesinatos tienen prensa conmovida hasta el lagrimeo y mientras en otros se consagra la brutalidad del hecho. Para esa tribu, garante ideológica de privilegios, la violencia viene de allá, de ese horizonte empobrecido e inmoral, por eso ellos abundan en exigencias de leyes duras, manos duras y autoritarios hombres duros. Los miserables versus “la gente de bien”, esa es la fantasía ofertada. Un país sobre otros país. Un país llora sus familiares asesinados y otro cuenta las ganancias económicas de la tragedia. Es la ley de la mariposa. Cualquier  perturbación, por mínima que sea, en un sistema determinista no lineal, producirá diferencias mayores en sus estados posteriores. Es una apreciación personal de la teoría del caos. Del caos en el Ecuador, por favor.                


[1] Los condenados de la Tierra, Frantz Fanon, Rosario-Santa Fe-Argentina, Editorial Último Recurso, 2007, p-37.

[2] Canto coral fúnebre y apesadumbrado afropacífico colombo-ecuatoriano.

[3] Shape of My Heart, canción de Sting. Su nombre es Gordon Matthew Thomas Sumner, músico británico.

[4] En los barrios de guapos no se vive tranquilo
Mide bien tus palabras o no vales ni un kilo.
Camina pa’lante no mires para el’lao.

Calle Luna, calle Sol, melodía de Willie Colon.  

[5] La crítica de la economía política en España: un diálogo con Carlos Fernández Liria, de Álex Álvarez Taylor, publicado en Sin Permiso, del 31/03/2023. https://www.sinpermiso.info/textos/la-critica-de-la-economia-politica-en-espana-un-dialogo-con-carlos-fernandez-liria

[6] Bandas, en el habla de la Nación Rastafari.

[7] El propósito o el objetivo de algo, pensado y construido por aquello.

[8] El ecofeminismo tiene que ser antifascista, entrevista a Vandana Shiva por Patricia Reguero Ríos, de El Salto. Tomado de: https://rebelion.org/el-ecofeminismo-tiene-que-ser-antifascista/

[9] ‘La corrupta clase gobernante’, según la Nación Rastafari.

[10] Hace referencia a la canción de Joaquín Sabina, Así estoy yo sin ti. “Oscuro como un túnel sin tren expreso/ Negro como los ángeles de Machín/ Febril como la carta de amor de un preso”. Hace referencia al compositor cubano Antonio Machín (1903-1977) y su canción, muy conocida, Angelitos negros.

[11] Clase plebeya, proletaria, barriobajera. Elija la semántica abrileña.

[12] Poema Guerrero, Antonio Preciado, del libro De sol a sol, Quito, LIBRESA, 1998, p. 116.

[13] Entrevista con Achille Mbembe, filósofo camerunés, por Amador Fernández-Savater, Pablo Lapuente Tiana y Amarela Varela, publicada en eldiario.es, junio, 2016. (Las frases en negrita corresponden al autor).  https://www.eldiario.es/interferencias/achille-mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_132_3941963.html

[14] Malas noticias están llegando, de Luther Allison, compositor e intérprete.

[15] Las cosas se cuentan solas

Solo hay que saber mirar.

Las cosas se cuentan solas, país,

solo hay que saber mirar.

Versos de la canción Coplas de mi país, de Piero Antonio Franco De Benedictis  y José Tcherkaski.

[16] Juan Villoro: «Lo más grave del gobierno de López Obrador es que mucha gente cree que es la izquierda, lo cual desprestigia este ideario», escrito por Manuel Roche, publicado en Jot Down. https://www.jotdown.es/2023/04/juan-villoro-entrevista/

[17] Juan Villoro, Óp. Cít.

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