Por Rodrigo Rangles Lara
¿Al banquero gobernante le falla la memoria? ¿Los olvidos son reales o de conveniencia?
Estas y otras preguntas de igual tenor surgen porque Guillermo Lasso, sabe muy bien, que es usuario reincidente de los paraísos fiscales, desde 1991; sin embargo, años luego, en un fogoso discurso de campaña, con el afán de ganar votos, condenaba enérgico: “. . . a los corruptos que se llevan los dineros a depositarlo en los paraísos fiscales, es porque quieren esconder el dinero mal habido”.
Esa justa apreciación del postulante presidencial de Creando Oportunidades (CREO) sobre “los corruptos que esconden el dinero mal habido”, cambió radicalmente de parecer cuando, de improviso, a pocos meses de estrenar el sillón en Carondelet, le estalló en la cara los Papeles de Pandora, señalándole como dueño de cuentas offshore.
Ante el escándalo de trascendencia mundial y las repercusiones legales respecto de su propia estabilidad en el poder, el mandatario aclaró apurado que esas cuentas ya no las tenía y, su acceso al cargo consideraba legítimo y legal.
La opinión pública conmocionada al ver que su presidente aparecía, junto a connotados pillastres, en espacios privilegiados de la prensa mundial, le obligó a montar una cadena nacional asegurándose que su entrevistador, empleado a buen sueldo en el canal gubernamental TC Televisión, le permitiera moverse a sus anchas.
El diálogo, previamente preparado y concertado, daba vueltas y revueltas tratando de exculparlo de los pecados cometidos al eludir impuestos, jurar falsamente ante los jueces electorales para legalizar su candidatura o usar testaferros guardianes de fortuna; no obstante, un descuido en el afán de simular “una entrevista imparcial”, llevó a Lasso a reconocer que su patrimonio lo tiene dentro y fuera del país: “Aquí en el Ecuador mi acciones están en manos del fideicomiso GLM, accionista del Banco de Guayaquil. En el exterior es algo similar”.
Los jurisconsultos suelen decir que “a confesión de parte relevo de prueba”; pero, Lasso acude a otra lectura: “cada ecuatoriano tiene la libertad de hacer con sus recursos, producto de un trabajo honesto, lo que ellos quieran”. Preguntamos: ¿Es honesto evadir impuestos? ¿Es honesto mentir? ¿Es honesto engañar a los ecuatorianos, burlando la ley?
¿Es honesto forjar un documento notarial para avalar su candidatura? Desde luego, no es precisamente un ejemplo de transparencia amañar ese documento en conjunto con su concuñado Roger Benítez Arosemena, socio del presidente en el Banco de Guayaquil y de dos offshore en Panamá. Para variar, en agradecimiento le nombró embajador en el Vaticano, rompiendo la promesa de que jamás usará la burocracia en beneficio de su familia.
En esa misma entrevista, de octubre 13, en un alarde de transparencia, aduciendo estar dispuesto a rendir cuentas, le responde al sumiso Carlos Vera: “Yo no tengo ningún problema, encantado iré a cualquiera de las comisiones que quieran. Iré hasta el pleno de la Asamblea. Yo le debo explicaciones al pueblo ecuatoriano”.
Como la Asamblea decidió sacar del camino fiscalizador a Fernando Villavicencio, delfín de Lasso e investigador a la carta, renegó de su promesa y se negó, reiteradamente, a dar “explicaciones al pueblo ecuatoriano”, firmando una extensa misiva evadiendo responsabilidades, violentando nuevamente la Constitución y burlando a la Comisión de Garantías Constitucionales, que amenazó con juicio político si mantenía esa ilegal postura.
Sintiéndose acorralado, víctima de sus propias mentiras y contradicciones, retomó el camino embustero del traidor Lenin Moreno, acusando a Rafael Correa, Leonidas Iza y Jaime Nebot de ser autores de una siniestra conspiración para derrocarlo y amenazó de aplicar la Muerte Cruzada, con el fin de liquidar la Asamblea, acudiendo a preceptos constitucionales.
Si nada tiene que ocultar, como sostiene él y el coro de periodistas y medios mercenarios ¿Porqué, en lugar de facilitar la investigación, obstruye de mil maneras? Dispuso que tampoco su esposa e hijo acudan a rendir cuentas en la Comisión de Garantías Constitucionales. Curiosamente, el SRI, las superintendencias, el Banco Central y la Contraloría se resisten a dar información legalmente solicitada por los asambleístas.
Los números explicativos de Lasso, sobre el pago de impuestos, tampoco cuadran. Afirmó haber abonado 580 millones de dólares, por impuestos, en los últimos 15 años; una cantidad apreciable, por cierto; pues, al dividir esa suma por los tres lustros, se tiene un promedio de 39 millones anuales. Los analistas preguntan: ¿Sobre qué montos patrimoniales u otros ingresos pagó esos impuestos el mandatario, si su patrimonio declarado oficialmente es de solo 39 millones de dólares?
El doctor Augusto Tandazo, refiriéndose al tema, sostiene que “Lasso paga los impuestos como le da la gana, no de todo lo que tiene”, tras exigir el cumplimiento de la ley, criterio reforzado con una crítica generalizada, en el sentido de que “el banquero acata sólo lo que le conviene”.
Visto desde la dual actitud del mandatario, el país debe acostumbrarse a vivir con dos Guillermos Lasso. El que ofreció en campaña precios de sustentación a los agricultores del país, y el que desoye sus reclamos beligerantes y angustiados porque están al filo de la quiebra. El Lasso que ofreció créditos al uno por ciento, a 30 años plazo y jamás cumplió la promesa. El candidato regalón de ilusiones a los maestros y les obligó a una huelga de hambre, porque les falló.
Esos dos Lassos encontramos también en el banquero que juró crear empleo y elevar los salarios a 500 dólares mensuales y el neoliberal amigo del Fondo Monetario Internacional, comprometido a despedir 60 mil empleados, hasta el 2025. El mismo que prometió fortalecer los gobiernos seccionales, mientras firmaba con el FMI una reducción presupuestaria de 19 mil millones, en cuatro años; con lo cual, los GADs, jamás verán los 1.900 millones adeudados por el Estado.
Larga es la lista de propuestas fallidas entre el candidato Lasso dispuesto, engañosamente, a fortalecer los sectores de la salud y la educación , versus el financista abocado a cumplir ciegamente con el Fondo para despedir miles de galenos, destruir la infraestructura hospitalaria, reducir al máximo la provisión de medicamentos; mientras, en el otro sector, estudiantes verán esfumarse uniformes, libros, desayuno escolar, escuelas del milenio, becas internacionales y, pronto, aparecerán las acostumbradas “contribuciones” dedicadas a financiar la educación de los críos.
Antes de torcerle el brazo y obligarlo a “congelar” el precio de la gasolina extra y diésel, con la complicidad de Marlon Santi y ocho asambleístas de Pachakutik, el presidente aprobó un alza desmedida de los combustibles que los grupos de oposición consideraron un nuevo “paquetazo” contra el pueblo ecuatoriano.
En fin, enredado en su propio laberinto de embustes y promesas incumplidas encontró, en un forzado Estado de Excepción, una tabla de salvación para frenar la anunciada ola de protestas a cargo de miles de engañados electores que, iracundos y arrepentidos, se suman a las movilizaciones convocadas por la CONAIE y otras organizaciones gremiales y sociales, exigiendo se cumplan las promesas de campaña.
Pocos ilusos creen que el Estado de Excepción ayudará a combatir el narcotráfico o la delincuencia organizada, como argumenta el gobierno; y las dudas tienen asidero si la decisión viene de un presidente carente de credibilidad y desesperado inventando fantasmas golpistas, sin darse cuenta que ha logrado, en tan solo cinco meses de ejercicio del poder, enfrentar un Lasso contra otro Lasso y, por supuesto, autodestruirse, echando a pique el poco capital político acumulado con el relativo éxito de la vacunación.
José Martí, guía de talla universal, decía: “la grandeza está en la verdad y la verdad en la virtud”. ¿Qué grande y virtuoso puede ser un embustero contumaz?
RRL
24.10.2021