El Presidente Moreno salió en cadena de radio y televisión a exhibir papeles que no demuestran nada y mucho menos rebaten las denuncias -a nivel internacional- de cuentas en paraísos fiscales, parientes con pagos ilegales desde una transnacional y compras de bienes lujosos sin justificación. Nunca mencionó a su hermano, esposa y amigos de “toda la vida”. No hizo nada concreto y verificable por limpiar el nombre de su familia, solo el suyo con un tono irascible, con un espíritu de venganza y echando lodo contra su único y verdadero adversario político, otrora su mentor y hacedor. Y ahí mismo se autoretrató en real y lamentable su dimensión, tal cual Juan Guaidó en su impostada legitimidad.
El balance de esta última quincena no puede ser más deprimente para sus pocos e hipócritas seguidores, la empresa encuestadora que fabula con las cifras, su círculo íntimo que le alaba y limpia sus exabruptos y misoginias, y menos para quienes desde Alianza PAIS (lo que quede de ese movimiento) desde hace tiempo pero también por conveniencia no atinan cómo desenchufarse de su Presidente. En otras palabras: una caída acelerada de aceptación, credibilidad y confianza. Tan bajo que ya le supera en desaprobación al peor alcalde de la historia de Quito: Mauricio Rodas.
Sintomático de lo anterior es que la derecha lo deja solo, salvo por los medios que no saben cómo tapar los escándalos. Jaime Nebot en público y privado “se hace el loco”, Guillermo Lasso intenta cosechar para el 2021 y la banca quiteña bien calladita. En todo este entramado la CONAIE, el FUT, la resucitada UNE, la CUT y otros grupos se pasan midiendo hasta dónde puede desprenderse de su complicidad con el régimen. Y ni qué decir de personajes como Enrique Ayala, Alberto Acosta y Lenin Hurtado: con sus falsos purismos justificando a Moreno con el estribillo de que la culpa de lo que pasa hoy en el Ecuador es de Rafael Correa, pero cosechando, sotto voce, las prebendas otorgadas por el impresentable de Julio César Trujillo y su corte de aduladores y empleadillos que le justifican sus ilegalidades, como lo hizo Ramiro Ávila y por eso, al parecer, está en la Corte Constitucional.
No hay que olvidar que el capital político de Moreno está refrendado, hoy se evidencia, por el uso que hizo de él la derecha, cierta embajada y el aprovechamiento de los gremios cooptados por la USAID. No fue su propia fortaleza política la que lo llevó a la Presidencia. Lo saben él y sus actuales ministros. Y el de ahora tampoco ya es el mismo. De hecho, cada tuit que pone o cada salida en televisión le resta puntos por más esfuerzos que hagan sus aduladores Roldán, Romo o Michelena. ¡Todos ellos quieren levantar su imagen, sin ningún rubor ni moral, trayendo a los hermanos Isaías y entregando a Julian Assange! ¿Por qué les dieron pasaportes a los Isaías si son prófugos de la justicia y con subirlos a un avión basta y sobra? ¿Qué hace todas las semanas el embajador del norte en las reuniones con altos funcionarios presionando por el asilado político Assange?
Para colmo de males, el todavía no firmado acuerdo con el FMI les obligó a botar a diez mil funcionarios públicos bajo la figura de la “desvinculación” institucional, en vísperas del Carnaval, de la visita “oficial” del golpista venezolano Guaidó y de la estancia en Salinas de buena parte del gabinete que analizaba cómo afrontar la nueva coyuntura. ¿Saldrán con la lista de Odebrecht que la fiscal Ruth Palacios dice que no ha visto ni ha requerido? ¿Iván Granda montará otro show para ocultar e impedir la investigación de los INA Papers? ¿O las elecciones locales servirán de medidor de la caída de la derecha y el oficialismo, además de la recuperación política en ascenso de Correa y el correísmo?
Un Presidente sin agenda propia, cero carisma, tachado de traidor, vago y ahora acusado de corrupto tiene por delante la renuncia, el abandono del cargo y/o sostenerse a la fuerza por el apoyo de una potencia, las FF.AA. y el aparato mediático cómplice de todo lo ocurrido. Eso lo diría cualquier consultor político. Y también lo conocen los estrategas que buscan cómo sostener lo insostenible.
Mientras todo esto pasa, la ciudadanía se halla más desinformada que nunca, porque recibe de los medios lo que al gobierno y a los medios conviene. De modo que los banqueros, los empresarios y los importadores siguen pescando a río revuelto, gracias a las imposiciones del FMI camufladas en la Ley Trole 3 y en la siguiente Ley Trole 4. Imposiciones que ya han demostrado ser un fracaso absoluto (recetas que en otras latitudes resultaron un fiasco económico, como el mismo FMI tuvo que reconocerlo hace cinco años en el caso de Grecia.
Es necesario recordarle a los ecuatorianos que todo acuerdo con el FMI debe ser autorizado por la Asamblea Nacional. Y es que los asambleístas saben que las condiciones de este organismo internacional podrían ser calificadas como mala práctica profesional y además tipificadas penalmente como homicidio indirecto en nuestra legislación.
El país se derrumba… y ¿los movimientos sociales? Bien, gracias.