Basta con escuchar una sola vez la música gitana, para enamorarse del arte de este pueblo vagabundo, soñador e incomprendido. Sus bellas canciones, románticas y melodiosas, que combinan la alegría natural con la melancolía nostálgica, nos hablan de la pobreza y la tristeza, del amor y la alegría, y de la lucha de los gitanos por vencer el infortunio impuesto por la mala estrella de nacer con un corazón gitano. Es difícil entender cómo la pena y la felicidad se pueden mezclar en una sola melodía que trasmite al auditorio las desdichas de un pueblo perseguido en la mayoría de los países del mundo, que le acusan de ser el causante de todos sus males.

Al que piensa visitar Rusia se le recomienda que, además de conocer su rica cultura, asista a algún espectáculo gitano, de ser posible en el teatro Romén de Moscú, único teatro gitano del mundo. La simbiosis que se dio entre ambos pueblos, el ruso y el gitano, digna de un estudio antropológico, produjo un arte inigualable. En casi todas las producciones musicales rusas hay aires gitanos y las canciones gitanas se cantan tanto en ruso como en romén, lengua derivada del sánscrito y que es el idioma del pueblo rom, tal como se llaman los gitanos a sí mismos, porque consideran que el término gitano tiene implicaciones despectivas.

Los artistas gitanos de occidente son pocos, pero son muy buenos. Yul Brynner, ruso de pura cepa, como cantor interpretaba únicamente canciones gitanas. La canción Nathalie, ejecutada por Gilbert Becout, fue una de las primeras melodías que permitió a Francia conocer la tonalidad de la música gitana. En París había un restaurante, el Rasputin, donde sus dueños, los hermanos Valia y Aliosha Demitrievich, conservaron para Occidente las mejores canciones gitanas rusas, que no sólo cantaban sino que también componían. Emir Kusturica, director de cine y músico serbio, popularizó en sus películas la música gitana de Yugoslavia. En España, el arte gitana se conoce como Calé y casi toda la música andaluza tiene este origen.

En el mundo debe haber unos quince millones de gitanos repartidos por todos sus rincones. La religión que profesan es la católica o la ortodoxa, en las que practican una gran devoción por la virgen María. En el origen de este pueblo hay una mezcla seductora de historia y fantasía, aunque la hipótesis más verosímil es que provienen de la India, país que abandonaron hace unos 1.500 años, y están emparentados con los cingaleses de Sri Lanka, también originarios de la India. En Europa del este, los gitanos se establecieron en Besarabia, Rumanía, Bulgaría y Rusia; en la del oeste, en España, Francia y el imperio Austro-Húngaro.

A lo largo de la historia, el pueblo rom ha sido objeto de persecuciones oprobiosas y sangrientas, por la abnegada defensa de su sed de vivir libremente y en un intento de borrar su identidad. Según el gran intérprete del canto flamenco, Antonio Mairena, la razón incorpórea o gitanidad “es algo impalpable e indefinible que hay que sentir y respetar para ser un buen gitano. La Razón Incorpórea es el honor nuestro, la base de la cultura gitana, el conjunto de nuestras tradiciones y de nuestros ritos antiguos: una cosa que sólo entiende un gitano como Dios manda y que sólo los gitanos la viven. La Razón Incorpórea es intransmisible e ininteligible fuera de nosotros, porque no se puede conocer de verdad lo que no se puede sentir. Sólo se nos permite expresarla por medio de metáforas. La Razón Incorpórea es la fuente de inspiración inagotable del cante gitano y del cantaor, y éste la expresa de forma intuitiva…” Es que las penas descritas en sus cantos no son simuladas sino que reflejan un padecer verdadero, que intenta ser trasmitido a los demás.

A los gitanos los han expulsado, encarcelado, esclavizado, internado y masacrado en campos de concentración y extermino, especialmente en Europa, que los ha acusado de ser malandrines y criminales indeseables. En realidad, eran la cabeza de turco cuando las cosas andaban mal y las autoridades no asumían sus responsabilidades. También, se prohibía el matrimonio entre los gitanos y se separaba a los niños de sus padres. La finalidad de las persecuciones era “erradicar a esta sucia raza que era odiosa a Dios y perniciosa para el hombre”, según un manifiesto de la iglesia católica de España de mediados de siglo XVIII.

Cuando la madrugada del 22 de junio de 1941, Alemania atacó a la Unión Soviética, sus tropas comenzaron la eliminación sistemática y masiva de comunistas, gitanos y judíos, que fueron fusilados por las SS y sus compinches locales, como los partidarios de Stepan Bandera, hoy héroe nacional de Ucrania. Desde fines de 1942, empezó la deportación a Auschwitz de los gitanos del Tercer Reich. Se les obligaba a portar un triángulo negro y se les tatuaba una Z en el brazo. Con ellos se practicaba experimentos médicos en los laboratorios de Josef Mengele, con la más alta tasa de mortalidad de todos los detenidos en el antedicho campo. No se conoce con exactitud cuántos gitanos fueron víctimas de las persecuciones nazis, sólo que la inmensa mayoría de ellos, cerca del 80%, fue exterminada.

A los pocos gitanos que sobrevivieron el genocidio hecho en la Alemania Nazi, no se les recompensó ni se les hizo justicia, ni siquiera para que se conozca la verdad histórica, que más bien fue borrada de los discursos oficiales, de las películas sobre el tema y de la información propalada por la gran prensa; sólo el papa francisco se ha disculpado ante los gitanos. Tampoco, el pueblo rom fue acogido con beneplácito en los países donde se les persiguió ni se les prestó ayuda para que pudieran reconstruir su vida, luego de haber perdido a sus familiares y haberes. La negación de la realidad siniestra es algo cotidiano en los gitanos, que durante la historia han sido tratados peor que perros.

En la película rusa, Los gitanos se van al cielo, que describe la vida del pueblo rom a comienzos del siglo XX, en las faldas de los Cárpatos del imperio Austro-Húngaro, hay una escena en la que Rada, la bella protagonista del film, es pretendida por un noble y rico terrateniente que, para poder hacerla suya, le propone matrimonio, lo que se supone es inaudito en esa época y lugar. Rada se burla de la propuesta y le niega su mano porque quiere ser libre. “¿Para qué?”, le pregunta con asombro el rechazado pretendiente. “Para ir hasta el fin del mundo”, contesta Rada. “¿Para qué?”, insiste él. “Para ir y regresar”, le contesta Rada, festejándose a sí misma. También Rada le confiesa a Zorbar, otro protagonista del film y el hombre que más ama: “A nadie en mi vida he amado como a ti, pero a mi libertad la amo mucho más.” Y ahí sí no hay argumento que valga, sólo cabe la pregunta, ¿por qué un pueblo tan sufrido y que es víctima de todo tipo de prejuicios, algunos de sus miembros desprecian las ventajas materiales con tal de conservar la libertad? Tal vez porque las expresiones que hoy se vierten contra ellos son exactamente las mismas que pronunciaban los nazis antes de exterminarlos en masa durante la Segunda Guerra Mundial.

Sea cual fuere la respuesta, lo cierto es que el pueblo rom no renuncia ni a su cultura ni a su modo de ser y manera de vivir, porque buscan ser libres y, a lo mejor, son nómadas porque siempre y en todo el mundo occidental son perseguidos.

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