Por Rodrigo Rangles Lara
En un acto de sincera transparencia, la catedrática universitaria, Cecilia Ansaldo, publicó en internet la siguiente frase lapidaria: “Los maestros hemos fracasado; la gente que nos gobierna, salió de nuestras aulas”.
El reproche, verbalizado en presente, apunta directo a quienes tienen, hoy, el control de los tres poderes del Estado, con el presidente Guillermo Lasso, cabeza de un gobierno neoliberal que la catedrática universitaria considera parte del fracaso de los maestros al sentir, en carne propia, las consecuencias del engaño al magisterio y, por extensión al pueblo ecuatoriano.
Ningún pedagogo puede estar de acuerdo con el trato recibido si, debido a las políticas económicas gubernamentales inhumanas, empobrecen a una inmensa cantidad de compatriotas, especialmente a los de clase media que van sin retorno hacia la pobreza o la miseria, donde sufren las consecuencias de haber equivocado su voto.
Se trata de la miseria física creada por la plutocracia gobernante, negándoles intencionalmente, a más de la mitad de la población, la ayuda urgente que requieren para suplir la carencia de derechos fundamentales, así como el acceso a educación, vivienda, salud, bienes de primera necesidad y servicios básicos.
Ejemplos de esa miserable política económica abundan en los once meses de gobierno. Solo vasta traer a cuento el caso, protagonizado en los últimos días, de la firma de un decreto gubernamental que pretende regalar, el 80 por ciento de los ingresos petroleros, a transnacionales extranjeras del sector, perjudicando ex profeso al Estado que, ahora mismo, carece de fondos para atender apremiantes demandas sociales de los ecuatorianos.
Altos cargos de los distintos poderes del Estado auspician, coauspician o son actores activos de, además, sembrar miseria moral en el país. El mandatario, que llegó al poder mintiendo a diestra y siniestra, carece de autoridad para pedir o exigir la verdad como motor de una sana convivencia social.
El gobernante que ocultó dineros de dudosa procedencia en paraísos fiscales, en claro acto de corrupción y violación legal ¿Cómo se atrevería a demandar honestidad a los subalternos o gobernados? Imposible, por eso, cada día, nos sorprenden con episodios parecidos a los de “Don Naza”, sorprendentemente declarado inocente en los juzgados y, simultáneamente, asesinado para impedir se descubra la trama completa del ilícito y los implicados de charreteras de plata y oro.
En este país macondiano, donde abundan jueces y fiscales subastadores de justicia o se inventan casos con el fin de perseguir a los opositores, o se emiten sentencias paranoicas al estilo de “influjos síquicos” o se crean pruebas acusatorias similares a la del amañado cuaderno escrito, a vuelo de pájaro, lo imposible se vuelve realidad. ¡Miserables, sin remedio ¡
En contrapartida, abonando la tesis de país fallido, se escenifican masacres indefinidas en los mal llamados centros penitenciarios, cuna de una incontrolable ola delincuencial que azota las urbes y campos ecuatorianos, de un imparable y violento brote narco delincuencial, a la manera de Sinaloa, acompañada de la consabida prostitución, obras también de los adoradores del capitalismo salvaje y sus tenebrosas teorías de mercado.
Avergüenza a los verdaderos patriotas que, desde la embajada imperial, sin concretar nombres, denuncien la existencia de “narcogenerales” en los órganos de seguridad del Estado o la presencia de “narco jueces” dictando sentencias con togas traicionadas y, en consecuencia, “recomienden” al gobierno el nombramiento del más alto jefe policial bajo la supuesta premisa de que, ese servidor público, goza de su entera confianza.
Estamos, entonces, enfrentando a una miseria moral campante en las más altas esferas de la estructura judicial que no se borra escribiendo cartas o manifiestos públicos, auto alabándose de honesta y amante de la justicia, cuando el país entero sabe que, entre tantos oscuros “milagros”, ascendió truculentamente a esa apetecida magistratura, exhibiendo el nada honroso título de: Fiscal 10/20.
Es esa justicia tarifada que santificó a los hermanitos Isaías, autores de un millonario atraco bancario a miles de ecuatorianos y, ahora, apalancados en esa sentencia ¿legal? insisten en una dolosa indemnización de dos mil millones de dólares, apadrinados del abogado Ricardo Noboa, cercano consejero del presidente Lasso.
A la miseria moral de los salteadores del Estado y causantes de la desgracia popular, se suma la miseria espiritual, la peor de todas; porque al carecer de valores trascendentes, son capaces de cometer crímenes de lesa humanidad, tal cual ocurrió en el 2019, con el asesinato de 11 ecuatorianos, violación de derechos humanos a más de mil presos y decenas de heridos, por el solo delito de reclamar las inhumanas políticas del traidor neoliberal Lenin Moreno.
Imposible pedir que muchos de los asambleístas vinculados al régimen o la misma presidente besamanos del órgano legislativo, elegida en mérito a sus antecedentes nada éticos, piensen en valores trascendentes, miren más allá de sus horizontes materiales, si todos sabemos que legislan, en unísono con el ejecutivo, buscando beneficio propio (con chantajes incluido, según denuncias del propio Lasso) defendiendo intereses plutocráticos, en desmedro del esfuerzo material e intelectual de la población.
Cuentan, en esa deshonrosa aventura, con la abierta complicidad de un sistema mediático corrupto y periodistas mercenarios que, bajo el disfraz de “independientes”, han llegado a suplir, con eficacia, el papel de los destartalados partidos políticos neoliberales, en su afán de mantener apuntalado un gobierno adorador del capitalismo salvaje, a todas luces desprestigiado.
Ese desprestigio, cosecha de errores presidenciales y la aplicación a rajatabla de la doctrina neoliberal, también pone a tambalear el odio inoculado en las masas – con interminables campañas de desinformación y mentiras – trastrocando en enojo y rabia, hasta en filas “lasistas” y, por supuesto, en amplias capas ciudadanas que empiezan a corear, cada vez con mayor fuerza las consignas: “Fuera Lasso, fuera” o “Que se vayan todos”.
Al paso que vamos, con marchas y manifestaciones públicas de descontento protagonizadas en varios rincones del territorio ecuatoriano, el régimen está cosechando sus políticas públicas diseñadas para auto beneficiarse, olvidándose que la clave de la gobernabilidad no está en el uso de la fuerza policial y militar, o en la compra de conciencias, sino en la capacidad de servir a la humanidad, de servir a los más necesitados, de vivir en justicia, con solidaridad y honestidad pilares de la paz social.
Qué lástima dan esos miserables que nadan en dinero y bienestar; pero, son paupérrimos en moral, ética, solidaridad y amor por la humanidad.