Hernán Reyes Aguinaga

¿Por qué tanto apuro y escandalización para apresar a Lula por parte de la corrupta alianza entre los tres poderes del Estado brasileño? Más allá de que el establishment quiso aprovechar el “factor sorpresa” acelerando el proceso judicial hasta su detención, aunque eso haya significado violar principios elementales del derecho, hay una explicación de carácter simbólico. En su duro discurso antes de enfrentar la detención, Lula arremetió contra los dos medios más poderosos de sus país: “O Globo y Veja van a tener orgasmos múltiples con mi foto preso”.

Pero, ¿por qué tan enconado odio mediático contra Lula? Tras prácticamente no haber tocado a los medios en sus dos mandatos, y luego de tomar conciencia del enorme peso político que tienen para obstaculizar la democratización de la sociedad, Lula prometió “que su partido presentaría una ley para cambiar el sistema de medios, para que dejen de manipular a la gente», manifestando que en especial O Globo tiene la intención de destruir al Partido de los Trabajadores.

Lo que está claro es que desde que empezó el famoso caso Lava Jato, los grandes medios brasileños tuvieron activa participación no solo en las denuncias de los casos ciertos de corrupción, sino más allá de eso, en una sistemática campaña de desprestigio hacia el expresidente y hacia la defenestrada presidenta Dilma Rousseff, exponiéndoles en la picota pública, las más de las veces sin el sustento en cuanto a la veracidad de sus acusaciones y hasta recurriendo al sensacionalismo barato.  

Pero la ciega y visceral oposición a Lula por los grandes medios es antigua. Desde las primeras elecciones a las que se presentó Lula en 1989 encabezando el Frente Brasil Popular, la preferencia de los medios monopólicos por el candidato de las derechas, Collor de Melo, fue evidente: “Respecto a Lula, los medios proyectaron una imagen negativa, de un hombre sin estudios, sin experiencia, sin condición para gobernar un país tan importante. En lo que tocaba a Collor, fue proyectada una imagen de gobernante austero, serio, honesto, cuando en realidad se trataba de una gran mentira”, según la académica Verbena Córdula. Esto era muy explicable: Lula presentaba como parte de su programa la idea de democratizar los medios desde el derecho a la comunicación y el acceso universal a la información

La irreconciliable oposición de los mayores medios privados no sólo tiene una raíz ideológica, puesto que su conservadurismo ha sido el sostén histórico de la hegemonía de las élites en ese país. Hay también razones económicas de fondo y no negociables en términos democráticos. Evitar el desmantelamiento de la concentración de la propiedad mediática en pocas manos es la más importante. Según un estudio de Córdula, hasta antes del primer mandato de Lula en 2003, casi cuatro de cada diez concesiones de radio y televisión  eran propiedad de políticos del Partido Frente Liberal y uno de cada tres a políticos de los partidos Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB) y Partido Progresista Brasileiro (PPB), todos de derecha, El PT no tenía una sola concesión en manos de sus militantes. Y, lógicamente, los medios no estaban dispuestos a tolerar cambios en su posición de poder.

Lamentablemente, en los dos gobiernos de Lula (2003-2011) implicaron, según muchos analistas, un complejo proceso de “autonomización” de los temas más fuertes de la “lucha comunicacional” del PT y el mantenimiento de riesgosas alianzas estratégicas “amplias” que incluyeron hasta al pentecostal Partido Liberal y al PMDB, seguramente previstas en el hecho de que el tema de la regulación mediática desparezca del programa de campaña en 2002; la no creación del Sistema Brasileño de TV Digital sino sólo el acomodo a la adopción del patón digital japonés, en sintonía con los intereses de los grandes medios, en 2006; el intento por crear el Consejo Federal de Periodismo fue rechazado en la Cámara de Diputados; otro proyecto impulsado para democratizar la industria del cine y del audiovisual fue “puesto a dormir” tras las acusaciones de los emporios mediáticos de que era “estalinista” y buscaba el “dirigismo cultural”, y más aún tras el escándalo de corrupción conocido como el de la “Mensualidad” que aludía a pagos de sobornos mensuales a diputados-, y que estalló en 2005 y sentenciado en 2012 concluyó en condenas de hasta 40 años de cárcel a 25 personas, muchas de ellas cercanas al PT

Como argumenta en un estudio Philip Kitzberger, a la larga, los imperativos pragmáticos de la gobernabilidad escogidos por sobre la dubitativa apuesta por hacer respetar los principios de democratización de la comunicación impulsaron a Lula en sus mandatos a no confrontar a fondo con el poder de los grandes medios.

Ese fue un error mayúsculo. En este caso, el poder mediático siempre estuvo agazapado esperando y apoyando el resurgimiento del neoliberalismo y el triunfo -por la vía de las urnas o no- de la derecha. Error fatal, porque el odio de las élites mediáticas hacia los líderes y militantes de un partido que, pese a sus dubitaciones y errores, produjo significativas transformaciones en la calidad de oportunidades de vida de millones de brasileños, se basó en la propia permisividad hacia los medios de poder concentrado para que siguieran avalando lo más pestilente del sistema político brasileño. Error que se pagó caro, pues finalmente estos medios intocables se lanzaron como hienas contra Dilma y contra Lula, luego de que siempre silenciaron los asesinatos de líderes sociales, aplaudieron la militarización y criminalización de las barriadas más pobres y protegieron a los verdaderos corruptos, ahora en el poder, y que manejan a su antojo la justicia para seguir manteniéndolo.

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