Augusto Taglioni*
*Especial para Ruta Krítica
Mauricio Macri cumplió mil días en el gobierno sin muchos logros para mostrar y con una crisis económica que pone en duda la posibilidad de reelección en 2019. Con argumentos endebles y una batería de pretextos orientados a echar culpas a la crisis internacional y a la supuesta herencia recibida del kirchnerismo.
No hay un solo número alentador en la gestión de Cambiemos. La pobreza supera el 30%, el desempleo se acerca los dos dígitos y la inflación llegó a 42 por ciento en 2016, 25 en 2017 y, según estimaciones de diversas consultoras, este año oscilará entre el 42 y el 50 por ciento. Cabe destacar que antes durante la campaña electoral del 2015, Mauricio Macri dijo que “durante su gobierno, la inflación no iba a ser un problema” y el equipo económico pronosticó un descenso de la misma que terminaría con un 2019 con una inflación del 5%. Imposible errar por tanto.
En ese línea, lo que se suponía que iba a ser un shock de confianza que “inundaría de dólares” el sistema productivo argentino se convirtió en un mero acto de fe a los mercados para subordinar el crecimiento económico a la llegada de inversiones que, por cierto, nunca aparecieron. Entonces, si abandonas el mercado interno, no impulsas el consumo y sometes el crecimiento a la inversión y esta no llega, no creces y si no creces, hay recesión. Y así fue.
El gobierno depositó el manejo de la economía a CEOS de empresas multinacionales y bancos privados que, como el modelo económico en general, terminaron fracasando y el endeudamiento creció a pasos agigantados. Según el Observatorio de la Deuda Externa que dirige el economista Arnaldo Bocco, informó que el 85% del PBI está destinado a la deuda y la última devaluación ubicó al salario medido en dólar en el sexto puesto por debajo de Uruguay, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay y Bolivia cuando en 2015 se encontraba en el primer puesto del ranking. A su vez, la fuga de capitales creció un 17,1% en el primer semestre del 2018 respecto de igual período del año pasado, hasta alcanzar los u$s16.676 millones, según datos del Balance Cambiario de junio del Banco Central.
Y si faltaba algo más para completar el preocupante cuadro de la economía, apareció el Fondo Monetario Internacional. ¿Por qué? Pues, el mercado frenó el financiamiento externo antes de la cuenta y puso en aprietos al gobierno que, sin más, acudió al FMI para pedir ayuda… otra vez.
La presión de Donald Trump hizo efecto y el FMI aprobó un crédito stand by a tres años por 50.000 millones de dólares, de los cuales el organismo financiero liberó de inmediato 15.000 millones que vendrán con fuertes condicionamientos tales como reformas previsionales, ajuste fiscal, dólar a 45 pesos y una brutal falta de autonomía para definir su política monetaria.
Luego de la última corrida cambiaria que dejó al dólar al borde los 40 pesos, el gobierno argentino decidió reducir drásticamente los ministerios eliminando entre otras áreas relevantes, los ministerios de salud y trabajo, este último creado por Juan Domingo Perón en 1949.
El gobierno no controla la economía y se encuentra absolutamente expuesto a la crisis global. Su lectura en ese tema fue desastrosa por varios motivos: decidir abrirse a un mundo que se está cerrando, permitir una relación comercial desigual con Estados Unidos y la Unión Europea, ignorar la importancia de China y el lado Oriental del mundo para las relaciones comerciales y ser cómplice de la destrucción del sistema de integración regional impulsado por la Casa Blanca con la paralización de Mercosur y el vaciamiento de UNASUR. Por todos estos puntos, la Argentina se muestra débil ante el mundo y su moneda es una de las más vulnerables.
El gobierno sabe con certeza que la economía no arranca y la recesión será larga, profundizando la desigualdad, el desempleo y aumento el costo de vida de los ciudadanos que, entre otros problemas, sufren los efectos de la polarización de la tarifa de los servicios de luz y gas y los aumentos indiscriminados del transporte público, los alimentos y la nafta.
Ante esta situación, Macri y su equipo cuenta con tres diques de contención. Mantener la Asignación Universal por Hijo y el aumento de las jubilaciones que, aún retrasados como están, intentan aguantar el desborde social de los sectores populares, la militarización de la seguridad con la posibilidad de las Fuerzas Armadas cumpliendo funciones en seguridad interior y permitir la represión de las policías federales y provinciales y, por último, la utilización de la justicia como disciplinador de los líderes opositores. La conocida mediáticamente como “Cuadernos de la corrupción” es el modus operandi por el cual el poder judicial argentino busca instrumentar un “Lava Jato” local. Las anotaciones del ex chofer de un funcionario de primera línea de la administración kirchnerista es la excusa del poder económico para demonizar, estigmatizar y perseguir al kirchnerismo en general y a la ex presidenta Cristina Fernández en particular. El Juez Claudio Bonadío se vistió de Sergio Moro y, como también sucede en Ecuador, puso todos sus esfuerzos en juntar las declaraciones de “arrepentidos” como pruebas que demuestren un sistema de pago de coimas. Cabe destacar que las empresas constructoras conocidas en Argentina como “Patria Contratista” financian la política a cambio de favores estatales desde mucho antes del gobierno K. Sin ir más lejos, Mauricio Macri es un fiel exponente de ese sector empresarial con Sociedades Macri (SocMA) y IECSA.
“La crisis es por culpa de los cuadernos y la corrupción del gobierno anterior”, dijeron el presidente y sus ministros. Esto es lisa y llanamente un insulto a la inteligencia de la sociedad y, por sobre todas las cosas, un esfuerzo fracasado para tapar los problemas que viven los argentinos. Encuestadores dan cuenta de esto y aseguran que las preocupaciones de los argentinos son inflación, desocupación, tarifazos e inseguridad.
Antes decíamos que Macri perdió el control de la economía en manos del FMI. ¿Qué pasa con la política? Ya no dejó de definirse en la Casa Rosada, sino más bien se trasladó a Comodoro Py (edificio principal de la Justicia argentina) en donde el poder judicial opera todos los días en contra de la oposición violentando de forma peligrosa el Estado de Derecho.
¿Hay posibilidad para el peronismo en 2019? Resulta difícil pensar que con pocos (por no decir ninguno) logros para mostrar el gobierno mantenga intacta la idea de reelección aún más teniendo en cuenta el espiral descendente en el que entró Cambiemos luego de la aprobación de la reforma previsional y posterior represión de las fuerzas de seguridad. El 2019 no será el 2017 cuando el gobierno logró impulsar la obra pública para asegurar la victoria electoral. Lo que viene es más recesión, obra pública ajustada por los acuerdos con el FMI y la causa de los cuadernos y aumento acelerado de la conflictividad social.
Por eso, la única esperanza de Macri para seguir en el sillón de Rivadavia es la dispersión de la oposición que sigue discutiendo si es conveniente que Cristina sea candidata a la presidencia. No hay dudas que si el peronismo construye la unidad, la victoria en segunda vuelta está asegurada. ¿Lograrán procesar las diferencias para ponerse a la altura de las demandas sociales? Es una pregunta que desde hace 3 años no tiene respuesta. Los gobernadores e intendentes peronistas que optaron por una relación cordial con el Presidente están perdiendo la paciencia y no quieren que sus territorios sufran los ajustes que el gobierno impulsa, la discusión del presupuesto esta semana será clave para saber cómo se posicionarán. Alberto Rodríguez Saa, gobernador de San Luis y posible candidato a presidente, dijo hoy en Radio 10 que “el FMI se enteró del contenido del presupuesto antes que nosotros”.
Nadie se salva del ajuste. 57 universidades realizaron medidas de fuerza por casi un mes y facultades tomadas, docentes siguen con paros de actividades todas las semanas y los despidos no cesan tanto en el sector público como en el privado.
Intensidad e incertidumbre se apoderan del día a día en Argentina, la oposición busca robustecer un espacio que convoque a sectores amplios de la sociedad mientras Macri transita los mil días con muchas dudas y, prácticamente, ningún logro para mostrar.