El “Primer Mandatario”, Lenín Moreno Garcés, no oculta su devoción por los socialcristianos. Claro, gracias a ellos -y otras hierbas venenosas- se sostiene en el cargo a pesar de la caída estrepitosa en las encuestas, denuncias de corrupción y un horroroso manejo de la economía nacional. Y para que no quede la duda de su agradecimiento, este 25 de julio hizo explícito acaso su deseo más profundo: que Jaime Nebot le suceda en el cargo.
En su discurso (lleno de lugares comunes, de paso) Moreno se refirió a Nebot como su “gran amigo” y añadió que le dejó “la enseñanza de la generosidad”. Y luego hizo de futurólogo: “Estarás tomándote unos días, unos meses de descanso, Jaime, pero con toda seguridad el futuro te tiene preparado retos bastante más grandes todavía”. Con lo cual el exalcalde guayaquileño no sabrá si alegrarse o preocuparse. Jamás los antecesores que advierten del futuro para sus posibles sucesores tienen la fe comprada y menos el pronóstico asegurado.
Lo cierto es que la ceremonia del 25 de julio fue un espectáculo de sometimiento al socialcristianismo desde casi todas las funciones del Estado, como para certificar que estando de acuerdo en el sucesor las autoridades de aquellas serán convalidadas. Olvidan (incluidos los Rotura de los 25 y los de Alianza PAIS) que con los socialristianos nada está dicho y ellos jamás guardan lealtades a los traidores, tampoco a los que se arrodillan ante ellos. ¿O ya olvidamos los casos de Jamil Mahuad, Fabián Alarcón, Gustavo Noboa o Lucio Gutiérrez?
El espíritu socialcristiano ha quedado demostrado en varios pasajes de la historia, más allá de la hipotética madurez y generosidad de Nebot a la que alude Moreno. Ya hay pruebas de ello en los recientes días cuando la actual alcaldesa hizo gala de su demanda por obras y presupuesto para su municipio cantonal. ¿Cuál es ese espíritu? En términos criollos: son “casa sola”, no se casan con nadie y si algún romance exhiben es hasta que les sea útil, luego caen en el consabido “úselo y tírelo”. Además conocen perfectamente al que ahora les adula: el mismo que hizo muchas loas a Rafael Correa. O sea: el que traiciona una vez, traiciona dos veces.
Moreno no puede exhibir lealtades a nadie. Y Nebot conoce, “más por viejo que por diablo”, de lealtades y traiciones.
La herencia real de Lenín Moreno será:
1.- Un país en bancarrota, con una deuda dos veces más grande que la que dejó el gobierno anterior, con la gran diferencia que la deuda se invirtió en obra y procesos de materialización de infraestructura productiva para otro tipo de desarrollo.
2.- Una institucionalidad con porosidades por todo lado, desatando iniciativas individuales para perjuicio del Estado, es decir, una institucionalidad obligada a los vaivenes de la furia anticorreísta y para jugar al “dime qué quiere y veré qué le doy”. Con una Fiscalía al servicio de ONGs conocidas y una embajada perniciosa, que ayudan a perfeccionar un estado de miedo y persecución infinita.
3.- Un proceso de privatización y desempleo que reventará en cualquier momento y con lo que, además, vendrán nuevas deudas y más concesiones al estilo neoliberal. Por tanto, grandes negociados por parte de consejeros y amigos del Presidente, incluso con la renegociación de las mismas concesiones para garantizar a las empresas extranjeras plenas ganancias a costa de la desaparición de los beneficios sociales.
4.- Un gobierno al servicio de una potencia extranjera, con el que no caben las discusiones soberanas y por eso los ‘nuevos’ procesos de integración impedirán una mejor economía regional en momentos de crisis global.
5.- Y, por qué no, un territorio plagado de violencias en micro poderes criminales, mafiosos y con una Fuerza Pública deteriorada, desfinanciada y en medio de un asedio delincuencial que genera la sospecha de una estrategia intencionada para crear la necesidad de una intervención armada en el país.
¿Será este escenario el que quiere heredar Moreno a Nebot? Al parecer, y por las señales que dan las últimas visitas al Ecuador, de los representantes del imperio del Norte, Moreno sigue haciendo muy bien sus tareas vergonzosamente serviles, y eso le garantizaría su estadía, cuando sea necesario, en EE.UU. y, al mismo tiempo, el pacto de no agresión mutua con Nebot, de lo cual no habrá una sola prueba hasta que éste -ojalá que no- logre instalarse en Carondelet.