Resultado de un “eficiente liderazgo” nacional y un “modelo exitoso” porteño, desnudados por el Coronavirus, sumamos cadáveres sin saber exactamente cuántos son, porque los datos oficiales o mediáticos gubernamentales, deliberadamente, tratan de ocultar muertos que, para ellos, no han muerto.
No es gratuito ese manoseo, especialmente en Guayaquil, convertido vergonzosamente a ojos del mundo, en el epicentro de la pandemia latinoamericana, e impactados con imágenes y videos dantescos de cadáveres incinerados en la vía pública, abandonados en mortajas plásticas o pudriéndose entre olores nauseabundos en medio de la desesperación de familiares, expuestos a nuevos contagios y nuevas mortajas.
La inverosímil diferencia estadística de fallecidos divulgada desde esferas oficiales, es tan abismal frente a la realidad que, “el líder eficiente y patriótico”, mohíno como niño cogido en falta, pidió transparentar los datos y decir la verdad, invocación difícilmente creíble en una persona que traicionó a su pueblo y a la patria, sin remordimiento.
Al momento de borronear estas letras, días luego del “transparente anuncio”, leo periódicos alineados con el gobierno con titulares o cabezotes informando sobre un total de 487 muertos en el país y, por supuesto, una Infografía Nacional de carácter oficial con un registro de 537 fallecidos, en contrapunto de investigadores extraoficiales que aseguran ser más de diez mil los enterrados, solamente en la Perla del Pacífico.
¿Por qué manipular, encubrir y engañar? En el fondo, por miedo, al saberse responsables de esa injustificable y dolorosa masacre sobre la que deberán rendir cuentas, tarde o temprano, ante la historia y la justicia.
“El líder eficiente” y su equipo de fanáticos fondomonetaristas deben explicar la razón para mutilar el presupuesto destinado a preservar la salud de los ecuatorianos; los despidos masivos de médicos y salubristas de distintas especialidades; el desmantelamiento de esos modernos hospitales que sarcásticamente llamaron “elefantes blancos” y, algunos de ellos, entregaron la administración, como cuota política, a saqueadores profesionales.
Cuando la pandemia blandía la mortal guadaña tomando como víctimas preferidas a los habitantes de barrios marginales, olvidados del “liderazgo eficiente” y del “modelo exitoso”, obligaron a los galenos a combatir el bicho sin las mínimas protecciones sanitarias y sin los insumos necesarios. La situación salió de control a punto de que la Ministra de Salud renunció con un público reclamo al Ministro de Finanzas, Richard Martínez, por negarse a transferir los fondos indispensables para atender la emergencia.
Mientras médicos y enfermeras se contagiaban y algunos morían junto a sus pacientes, el inefable Martínez, empresario exitoso y representante de las Cámaras en el desgobierno, se apuraba pagando 350 millones de dólares de deuda externa, beneficiando a los bonistas en la nada despreciable suma de 185 millones.
El “eficiente liderazgo” y el “modelo exitoso” no terminan de enterrar “los muertos que no han muerto” y los que seguirán muriendo gracias a su indolencia e incompetencia y, sin pausa, maquinan para cumplir su macabra obra de regalar la Patria sin percatarse de que, cuando se descubra esa cínica truculencia, despertará incontenible la ira popular y ¡Ojalà! Los encuentren confesados.