En un editorial de este Portal comentábamos el 3 de junio del año 2018: Y el tiempo no solo nos ha dado la razón. Con el decreto 660 el “Primer Mandatario” Lenín Moreno, en la práctica, deja de gobernar, delega sus responsabilidades y evita cualquier consideración política para su mandato. Por supuesto, delega a quienes en la práctica también hacen la gestión gubernamental: sus Secretarios más cercanos, “leales” y, no es exagerado decir: codiciosos.

Más allá de si es legal o no la decisión el mensaje obvio es que, una vez más, le importa como también ya lo dijimos el pasado 10 de diciembre. Por esta razón es inocultable su descenso acelerado en las encuestas y la creciente sensación de que no tiene sentido mantener a un Presidente y en consecuencia la necesidad adelantar elecciones, revocar el mandato o pedir la muerte cruzada. Cualquiera de las tres tendría sustento en lo que hacen este momento José Augusto Briones, María Paula Romo, Juan Sebastián Roldán o Andrés Michelena. Incluso, con la sospecha de que el vicepresidente Otto Sonnenholzner se quede sin piso o se lo use como una ficha de recambio, lo que pasa en Carondelet se reduce a una sola frase: Moreno se quiere ir.

Ahora: ¿sin Moreno cómo se sostiene la institucionalidad política del Ecuador? ¿Cómo van a argumentar los más “demócratas” el desbarajuste iniciado con la consulta de hace un año y con las designaciones ilegales e ilegítimas del Consejo Transitorio regido por Julio César Trujillo? ¿Tienen ya una Corte Constitucional a su modo y a su servicio para justificar cada una de las arbitrariedades que vendrán en adelante? ¿Dónde van a dejar el espíritu de Montecristi por el que tanto apelan Alberto Acosta, Ramiro Ávila (juez de la Corte Constitucional) y de los supuestos izquierdistas que señalaron a Rafael Correa como el culpable de vulnerar la Constitución?

Mientras todo aquello ocurre en la dimensión política de un país paralizado y sin ninguna brújula o a la espera de un redentor, la economía se cae a pedazos, el INEC camufla las cifras del desempleo y la inflación, los banqueros siguen presionando para ganar más dinero cuando detectan la caída del consumo, la restricción del crédito y la ausencia de inversión estatal. Según los “magos del neoliberalismo” la reducción del déficit fiscal y del gasto estatal en la burocracia alimentaría la economía. Sin embargo ha ocurrido lo contrario: crece el endeudamiento externo, el desempleo aumenta y la salida de funcionarios públicos, alrededor de 100 mil hasta enero de este año, no crean mejores condiciones ni para el Estado y menos para la pequeña empresa ni para los comerciantes que ven caer sus ventas día tras día.

Si lo deseable es que se vaya Lenín Moreno que se lo posibilite por los canales institucionales, vía revocatoria y que se respeten tiempos y procedimientos. Pero es difícil creer en los actuales gobernantes y sus socios (medios, cámaras y partidos de derecha). Para todos ellos, incluidos muchos de los actuales ministros, la mejor salida es la inercia y dejar que llegue el año 2021 y resolver en las urnas la anomia política que nos agobia.

¿Quién le ha dado la autoridad legal a Santiago Cuesta para que señale lo que debe hacerse con los bienes públicos? ¿Cómo explican sus bascosidades políticas los supuestos modositos de Ruptura de los 25 en el poder o un Richard Martínez convertido en un parapeto de economista y consultor? ¿De qué sirve un bloque oficialista en la Asamblea Nacional si su titular vive pendiente de hacer la venia al embajador de EE.UU.?

Hoy por hoy Ecuador es el ensayo de la más retorcida operación política de la derecha que cooptó a un presidente elegido con un programa de gobierno que no aplica, unas élites políticas y económicas codiciosas e irresponsables con el pueblo, pero sobre todo una farsa de democracia que se deriva en una mentirosa libertad de expresión y un sometimiento internacional a EE.UU. sin parangón. Este es ya el peor de los gobiernos, el más triste retrato de la mediocridad y la indolencia social. Lo que prueba que la derecha, efectivamente, no está hecha para gobernar institucional y constitucionalmente; porque lo más transcendental para esos grupos es hacer mucha plata en el menor tiempo posible y para eso tienen, en el marco de una incipiente legalidad, a personajes como Trujillo y a los nuevos jueces dizque constitucionales, y a partidos como el ex MPD, CREO y PSC que fungen tras bastidores como los operadores de la arremetida neoliberal que pretende, sin vergüenza alguna, reinstitucionalizar al país. En la práctica lo único que alientan es el “que se vayan todos”… y después del caos que cada cual coseche las sobras.

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