Carol Murillo Ruiz

Lenín siempre dijo que no le interesaba la presidencia de la República del Ecuador ni pasar a la historia. (Parecía una broma…). Pero todos sabemos que no es una decisión propia ni individual –cuando se ejerce un cargo público de elección popular- el que alguien cumpla un destino social y político en el marco del itinerario histórico micro o macro.

Así, los golpes de efecto mediáticos y políticos que hemos visto durante meses en el Ecuador ya ni siquiera esconden las intenciones y prácticas de quienes hoy administran –¿democráticamente?- sus instituciones sino la connivencia ideológica y fáctica de unos medios al servicio del auténtico poder que ahora los aúpa y financia con la entrega de publicidad y varios adeptos incondicionales en las redes sociales. Un poder que otra vez ha caído en el columpio más nocivo de nuestro trajín como nación: las disputas entre regiones (costa-sierra).

Frente a todo esto, no dejo de preguntarme y ahora preguntarte, Lenín, cada vez que me atrevo a ver algún noticiero televisivo, oír un programa radial de entrevistas o leer en la web la versión de algún diario digital: ¿qué sientes cuando lo que se informa es un pastiche forrado para confundir y relativizar el papel político que tienes en este momento del acontecer ecuatoriano? ¿No te da vergüenza haber fingido ser un hombre tirando a la izquierda, con un discurso flojo y ligero, por supuesto, pero dizque afín a un proyecto político que te dio la bendición para que conduzcas con coherencia su continuidad? ¿No meditas en tus desvelos íntimos el papel que estás jugando en la trama de intereses económicos que tú nunca conociste de cerca, a pesar de decir que fuiste y eres un empresario de ‘toda la vida’, porque tu umbral social no permite semejante transacción de prestigio de clase?

En la corta conversión entre el gobierno de Rafael y el tuyo, ya se notaban tus devaneos; pero matizados con tu fortuito humor y tu condición de salud, parecía más bien una formita de diferenciarte en estilo y talante. El tiempo ha hecho su trabajo. Ah, el tiempo: el mejor consejero, el que aclara los claroscuros del poder, el que se encarga de poner todo en su real sitio. A ti no deja de situarte en el lugar adecuado: en un abismo del que no eres consciente aún, porque no te concierne la historia ni el porvenir colectivo.

Vacilaba en escribirte, pero una vez me dijiste que podía decirlo todo. Claro que eso no ha sido cierto con otras personas y voces de incalculable valor ético. Entre junio de 2017 y diciembre de 2018 hemos visto cómo tus acólitos pasajeros se encargan de hostigar a tirios y troyanos por cualquier causa, figurando ese constructo repulsivo que tus asesores y tú mismo montaron para llegar al corazón débil y vulnerable de la gente melindrosamente sensible: la corrupción.

¿No te da vergüenza Lenín ser parte de una plataforma de inducción ideológica masiva que pretende legitimar tu mandato cuando después de casi veinte meses sabemos que no gobiernas y que te dejas usar –con plena conciencia y oportunidad- gracias a tus debilidades políticas e ideológicas y por las veleidades de la tradición familiar (restituir esa pintura decadente de la esposa/primera dama)? ¿No te da vergüenza decir que donas plata a un hospital que es parte del Estado (o sea, de todos nosotros) y que hacerlo es política pública y no filantropía tuya y de don Otto?

¿No te das cuenta Lenín que lo que hiciste en el gobierno de Rafael y que te dio excesiva reputación nacional e internacional hoy lo has echado por la borda y apenas se te recordará por haber sido un puente útil para que tus amigos de antaño, por la casualidad de hechos pasados actuados por tu progenitor, hoy te facilitan hacer pequeñas migas con el alcalde más viejo del Ecuador y su muñequeo regional?

La historia es una red de miles de hilos y nudos pero lo ignoras. Te han hecho creer que los medios en su ubicuidad tecnológica hoy son los que escriben y registran letrada y visualmente la historia, tu historia. Eso es mentira Lenín. Recién leía un libro estupendo en el que se retrata la prehistoria del hombre. Por esas investigaciones científicas sabemos lo que nunca sabremos de ti siendo un ser contemporáneo: de qué material estás hecho en tu corazón y en tu cerebro. ¿O es que estás convencido Lenín de que tus discursos y tu rictus postizamente afectado van a persuadir a los historiadores y estudiosos de que tu “obra” política es superior a la inteligencia social presente y futura?

Te pongo un ejemplo para que lo captes mejor: querías unos medios públicos libres y profesionales. Hoy dan lástima. Por allí hay un director de El Telégrafo (¿todavía es director?); un hombre culto y poseído de exquisitas maneras pero condicionado por un Secretario de nombre innecesario que hasta le impidió escribir artículos para que no se contamine la visión del diario. Nunca entenderé cómo Fernando Larenas se sometió a eso, ha sido más fino y prudente siempre. Pero, además, hay hoy –¿aún sobrevive?- una subdirectora que hace propaganda en las redes con un nivel intelectual penoso, insultante y superficial. Y que confunde su incapacidad cognitiva con la función que desempeña. El Telégrafo, otrora el primer diario público del Ecuador, ahora es un folleto de coyuntura, pues tampoco proyecta su legado en la historia nacional. ¡Que nadie diga que en los períodos correístas El Telégrafo fue un libelo! ¡Y quien lo diga que vaya a una hemeroteca y compare!

¿Lo deduces Lenín? Haz y han hecho lo contrario a lo que hipotéticamente querías: que la comunicación pública subsista depurada y dando voz a lo ciudadano. En la actualidad solo sirve para embadurnarte de aprobaciones, salvar tu exiguo influjo como autoridad y retocar a quienes hoy mandan tras el telón de tu imperceptible ternura.

¿No te da vergüenza exaltar a tus nuevos aliados y subscribir una praxis económica que nos hunde en la telaraña de los intereses privados locales y sus vínculos con la mafia de los organismos –prestamistas- internacionales? ¡Qué va! Ni te erizas… No te importa el país ni su gente. La cooptación que han hecho de tu efímera presencia política no te deja observar el bosque, solo la fruta dulce de tu árbol favorito: el olvido. Pero no habrá olvido. La historia es implacable incluso con los héroes y más con los que arreglan los simples camerinos.

¿No te da vergüenza Lenín subir el precio de los combustibles justo en Navidad para que la población, hundida en el consumismo que trae la mercantilización de esta fiesta, ni sepa ni le incumba que estás estropeando su porvenir; porque una vez que se desplaza la función del subsidio y la capacidad regidora de lo público lo que le regalas es pobreza e incertidumbre?

Supongo que tú y tu cotidiano entorno sanguíneo tendrán una Feliz Navidad. Es indudable. La publicidad lastimera que hoy se difunde en los medios, en la que cantas una trillada canción del siglo pasado, es la ratificación de tu retirada de la realidad. Vocalizas para que todo parezca compasivo y amoroso. ¿No te da vergüenza que ni siquiera en Navidad dejas de exhibir tu fugaz caridad?

Sin duda, no te da vergüenza nada.

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