Por Andrea Ávila
Del paro nacional del año pasado aún quedan cuestiones sin resolver. Desde las más obvias: ¿quién incendió la Contraloría? Porque ya sabemos que los adolescentes detenidos y días después liberados no fueron. ¿Quién ordenó capturar a los venezolanos en el aeropuerto de Quito? Nos quedó claro que eran unos taxistas sin afán conspirativo. Pero termino octubre con más interrogantes.
Me llama la atención que pensemos tanto en las apariencias, que antepongamos las supuestas intenciones del otro y no podamos construir comunidad, que estemos siempre en la cultura de la sospecha y midiendo las posibilidades, ambiciones o intereses electorales o no del otro. Lo digo porque llega a ser incluso paradójico que existan dos comités de víctimas del paro: uno con correístas y otro sin correístas. Perdón, ¿de qué se van a contagiar? ¿Cómo no se pueden unir acciones ni siquiera en la tragedia? Es cierto que, como bien lo apuntó SusanSontag, el dolor nos puede desencadenar la rebeldía, la rabia o la indiferencia. Las personas podemos ser compasivas, pero también completamente frías y brutales cuando el otro no se ajusta a nuestros cánones de afecto o pensamiento, o cuando creemos que su cercanía nos puede perjudicar. Tenemos el sentido de la solidaridad y la conmoción algo chueco. Y de esto voy a poner un ejemplo que me deja, una y otra vez, perpleja. Que exijo, por coherencia, respuestas.
En octubre de 2019, Laura Carrión, artista y cabeza de familia de cuatro niños, recibió un impacto de un policía directamente a su cara. No se sabe si fue un disparo o un bomba lacrimógena, eso lo deberá determinar la investigación judicial. A consecuencia de ello, Laura perdió el conocimiento durante largo tiempo. Su diagnóstico fue el siguiente: fractura de 5cm2 en el cráneo, sangrados en el cerebro y el oído, disminución de la capacidad auditiva, pérdida total del olfato, daño en las membranas que transmiten el sentido del gusto. A causa del impacto de la bomba lacrimógena, desde entonces, solo distingue dulce, salado o picante, pero ningún otro sabor específico. Además, sufre terribles dolores de cabeza y padece, incluso cuando duerme, de tinnitus: una sensación auditiva que consiste en percibir sonidos que no proceden de fuentes externas.
Del hecho, hay una foto en la cual Laura aparece herida y llevada por los paramédicos. Una foto que se requiere para que las investigaciones de la Fiscalía avancen. Esa foto fue tomada por Fernanda Gallardo y publicada por Voces el 11 de octubre de 2019. Ella pidió ser llamada por la Fiscalía como parte del medio y no a título personal. Así se hizo. Sin embargo, no acudió a rendir su versión. Este 30 de octubre pasado, un día antes del inicio del juicio político a la ministra Romo por el uso de bombas caducadas durante el paro, el director del portal, Andrés Durán, debía dar su versión telemáticamente para que las investigaciones avancen. Al igual que Gallardo en su momento, no se presentó. No dio su versión sobre el contexto de las fotos. No se entregaron las imágenes.
En medio de los actos para recordar octubre escuché a Nicole Villafuerte, cofundadora de Voces, en una entrevista hablar de la violencia en su contra durante el paro. ¿Hay violencia que se juzga y otra que se pasa de largo?, pedí que le preguntaran, dado lo contradictorio que resultaba su testimonio frente a la actitud de su medio. Se negaron. No era el momento ni el tema, me dijeron.Comparto que –“quizás”- Nicole no estaba al tanto del tema y no podía contestar adecuadamente. Sin embargo, que la cofundadora no conozca de una cuestión tan delicada, relacionada -además- con los hechos de octubre de 2019, que fueron ampliamente cubiertos por el portal, me hace borrar el quizás. Me sorprendería que no lo supiera: son los temas que suelen tratarse en reuniones editoriales o administrativas, más aún cuando se trata de un medio de comunicación digital pequeño. De todas maneras, la única forma de salir de dudas era hacerle la pregunta en caliente, como estrategia de buen periodismo, para abrir el debate y enriquecer el relato. Ya, ahora, no tiene sentido, las preguntas son otras.
Impedir que Nicole respondiera me hizo sospechar de que se trataba de una negativa conveniente. ¿Acaso hay ojos o sentidos que valen más que otros y que, por tanto, quienes los perdieron merecen más exposición mediática? ¿Hay vidas más importantes? Todo ser humano cuenta. No entregar las pruebas para que la Fiscalía continúe las investigaciones es, finalmente, hacerle el juego al gobierno de Lenín Moreno, a la ministra Romo que con su gigantesco cinismo niega los crímenes de octubre del año pasado, a la mediocridad y complicidad de Diana Salazar. No entregar esa foto, no presentar su versión de los hechos, es hacerle el juego al silencio y a la injusticia. ¿Por qué están mirando hacia otro lado? ¿Porque Laura Carrión forma parte de otro colectivo de víctimas? Están actuando de la misma manera que la prensa corporativa, que habla solo lo que le conviene al poder que representa, al que le paga las cuentas. Ellos, además, también se han negado a rendir sus versiones. ¿Por qué? ¿Miedo o complicidad? Y, entonces, quienes quieren distinguirse en el manejo de la noticia y el periodismo terminan pareciéndose, en las prácticas, justo a aquello que critican. Dejan de lado principios básicos. Olvidan que, cuando se lucha contra la injusticia, no hay banderas políticas, lo único que importa es, como dice Alejandro Ponce Villacís, el abogado que patrocina a Laura, “la defensa de la persona humana y sus derechos”. Y si olvidan esto, lo olvidan todo.