Por Andrea Ávila

El domingo 16 de mayo, el Ecuador se despertó con la noticia de que el Defensor del Pueblo, Freddy Carrión, se vio envuelto en hechos violentos que son de dominio público. Según imágenes que circularon en redes sociales, una mujer recibió de su parte un trato violento. La opinión pública, en general, ha condenado la actitud de Carrión. Las organizaciones agrupadas en la Alianza por los Derechos Humanos pidieron la renuncia del defensor, sin dejar de exigir independencia en el tratamiento del caso, y respeto a la institucionalidad de la Defensoría del Pueblo. Otros políticos, periodistas y ciudadanos vinculados a la derecha ecuatoriana también han exigido la salida de Carrión. Y otro grupo ha considerado que detrás de estos hechos existe una intención de afectar a la Defensoría, en concreto al informe de la Comisión de la Verdad, que investigó las violaciones de derechos humanos del paro de octubre de 2019, y que estuvo conformada con independencia partidista.

Pedir que Carrión sea investigado y tratado conforme a derecho, que la víctima sea protegida por todas las instancias judiciales, es algo que no admite cuestionamientos. Sin embargo, llama profundamente la atención que muchos quienes piden un tratamiento imparcial para el defensor recurran a argumentos profundamente machistas y discriminatorios con el movimiento feminista; con lo cual, no solo deslegitiman por completo sus posiciones sino también le hacen un flaco favor a las agrupaciones políticas en las que militan o con las que simpatizan.

Por ejemplo, un artículo (firmado por Gina Donoso y Oswaldo Ruiz) publicado en este portal fue recibido con malestar porque critica al feminismo por pedir la salida del Defensor del Pueblo. Lastimosamente, algunas afirmaciones de esa nota ahondan en el estigma de que el correísmo es antifeminista. Dado que muchos de quienes aquí escriben o escribimos son o somos identificados con esa militancia, una publicación como la que menciono afecta a todos y se convierte en una posición partidista, que deja sin espacio a los matices, ni exime a quienes mantenemos una fuerte militancia feminista. Si se pretende demostrar un cambio respecto a las tesis y temas que defiende el feminismo, el artículo en cuestión no ayuda, perjudica.

Freddy Carrión puede ser “defendido” bajo las siguientes consideraciones, sin recurrir a comentarios machistas o antifeministas. Estos argumentos han sido señalados de una u otra manera por varios colectivos del movimiento feminista.

  1. Su derecho a la legítima defensa, a un juicio justo y a la presunción de inocencia. Toda persona los tiene. Y se puede exigir en redes y foros, en entrevistas y espacios de opinión el respeto a este derecho.
  2. La institución no es la persona que lo dirige. Se puede exigir el respeto a las actuaciones de la Defensoría del Pueblo por ser técnicas y emarcadas en sus funciones, y dejar claro que Carrión como persona no puede desacreditar la institucionalidad de la Defensoría que, además, ha tenido un trabajo de defensa de los derechos humanos anterior a su designación como principal de ese organismo.
  3. Carrión  tiene derecho a defenderse en libertad por dos razones: la prisión preventiva, como se ha dicho en varias ocasiones, es medida de último ratio; y porque al ser quien ha encabezado las críticas e investigaciones al sistema penitenciario, por seguridad, no puede estar bajo custodia de ese mismo sistema. Es una preocupación real que su vida puede peligrar.
  4. El defensor tiene derecho a mantenerse en el cargo. Por presunción de inocencia y porque todo funcionario puede pedir licencia para asumir asuntos de orden personal o legal. En este punto se difiere con los movimientos feministas y de derechos humanos porque han exigido su renuncia. Sin embargo, se puede debatir, argumentar, dar puntos de vista jurídicos sin afirmar, como lo hacen Donoso y Ruiz, que: “Los colectivos feministas han sido quizá los grupos más visibles con el discurso unísono y estridente que pide la cabeza del Defensor del Pueblo”. Calificativos innecesarios que solo recuerdan a los apelativos más recalcitrantes con los cuales el machismo se refiere a las manifestaciones de los movimientos de mujeres. Los autores, además, olvidan que no solo agrupaciones feministas, sino también de defensa de los derechos humanos hicieron ese pedido.
  5. El defensor tiene fuero de Corte, el cual perdería si renuncia. Este punto abona al anterior y permitiría que las denuncias en contra de Freddy Carrión sean investigadas por la Corte Nacional, lo cual garantizaría mayor independencia. Es penoso decirlo, pero la justicia ecuatoriana no goza de buena imagen. Sabemos que fácilmente casos importantes, que interesan políticamente, pueden ser tratados por jueces de otras instancias en cualquier jurisdicción.
  6. Es precipitado decir, sin pruebas, por pura especulación, que “el caso Carrión” es otro ejemplo de lawfare. De igual manera, sería juzgarlo por adelantado. El movimiento feminista ha sido claro en exigir una investigación independiente, y en no adelantar criterios. Ha centrado su pedido de renuncia basándose en esta (dada la contundencia de las imágenes) y otra denuncia de violencia doméstica que tuvo ya el defensor. La justicia lo dirá y debemos mantenernos atentos de que se garantice un juicio justo para todas las partes.
  7. Se puede cuestionar la difusión de pruebas procesales y demandar una investigación al respecto. ¿Por qué medios digitales y asambleístas recién posesionados tuvieron acceso a los videos que muestran parte de lo sucedido la madrugada del 16 de mayo? El hecho de que hayan circulado, los invalida como prueba. Por tanto, se está impidiendo que la víctima de violencia obtenga verdad, justicia y reparación. Parece que ese sector que difundió las imágenes (el feminismo ha sido harto cuidadoso en proteger la identidad de la víctima y en no publicitar esas imágenes) no es consciente (ni le interesa) del daño letal que ha hecho a un proceso de investigación penal. Pero este hecho solo interesa parcialmente y no en toda su dimensión. Sirve para señalar a quienes los circularon como parte de un complot, pero -nuevamente- de la afectación a los derechos de la víctima no se dice nada. Solo el feminismo ha levantado su voz al respecto. Ese feminismo al cual Donoso y Ruiz llaman “estridente”. 
  8. Quienes hablan de un complot en contra del defensor, han hecho comentarios profundamente machistas. Han emitido frases como las siguientes: “pagó el precio por sus instintos”. “Sabían de su debilidad”. “Hay que cuidarse cuando se ejerce cargo público”. “Cae en desgracia por una femme fatale”. ¿Acaso no se dan cuenta de que esas afirmaciones sitúan a Carrión como violento y machista? Señores: revisen su masculinidad. En cada una de esas frases ponen la culpa en las mujeres: la fatalidad, la que despierta el instinto, la que lo hace caer en desgracia. Lo que están diciendo en realidad es que Carrión debía fingir bien, no debía notársele ni su machismo ni su violencia, debía de tener cuidado para no ser pillado en falta. Es decir, aseguran que así es y que por eso le tendieron “una trampa”. ¡¿Se dan cuenta de lo que dicen?! No hacen un lllamado a revisar sus prácticas sexistas, ni a la instrumentalización que se hace de las mujeres. No se cuestionan su falta de compromiso con sus relaciones sexo-afectivas, se celebran el coleccionismo y lo ven como parte del instinto del macho. ¡Penosa automirada la que se tienen! ¡Vergonzosas justificaciones las que esgrimen! No piden cuestionarse su relación con las mujeres, se recomiendan “cuidarse”. El pacto patriarcal de los hombres en su “mejor” expresión. No reflexionan ni cinco segundos sobre la estructura social del machismo que reproducen entre disculpas turbias y malos chistes. Mejor defensa harían guardándose su machismo. Y mayor contribución a la sociedad, comprometiéndose a cambiar. Esos comentarios no ayudan.
  9. No se puede acusar al feminismo en general de nada en este tema. De nada. El feminismo ha defendido, y seguirá haciéndolo, los derechos de las mujeres, y a vivir en una sociedad libre de violencias. La gran mayoría de quienes se denominan feministas son conscientes de que la lucha es por conseguir derechos para todos, no solo para las mujeres. El feminismo es consciente de que sin cambios estructurales en el aparato económico, la equidad es una quimera. “Cuestionar” como lo hacen Donoso y Ruiz “un discurso de cierto sector del feminismo ecuatoriano al que le falta reflexión y una mirada más profunda, crítica e interseccional de las diversas opresiones a las que aún debemos hacerles frente” es desconocer lo actuado por el feminismo desde hace décadas. Ese “cierto sector del feminismo”, quizás, sea el feminismo liberal, o el autodenominado light, pero no el que lleva décadas peleando por millones de mujeres y personas empobrecidas, con una clara consciencia de que la condición de interseccionalidad no supone silenciarnos ante la violencia, sino denunciarla, al igual que todas las opresiones y desigualdades en las que nos vemos envueltas y que se suman a otras como el racismo, la pobreza, o la orientación sexual (solo para nombrar unas pocas). ¿Cuál es ese “sector del feminismo”? Debieron dejarlo muy claro.

Se puede “defender” al Defensor del Pueblo sin recurrir a sexismos ni ataques al movimiento feminista. El correísmo, además, esta abocado a hacerlo si quiere -de una vez por todas- sacudirse el estigma antifeminista que lo acompaña.

Por Editor