El exvicepresidente de Lenín Moreno ha mentido descaradamente: el 30 de abril de 2020 dijo textualmente: “se los diré por última vez: no soy candidato a nada, no pertenezco a ningún partido político, no soy un político. Y creo que nunca lo seré”.
Claro tiene el mejor ejemplo en su exjefe. Moreno suma decenas de mentiras. Pero ahora Otto, a más de seguir sus pasos, nos cree tontos a todos los ecuatorianos. ¿No es político y asumió la Vicepresidencia, cargo de “suprema política”? Le guste o no, se haga el “otto” o el muy despistado, eso es política pura y dura. La política es noble y un ejercicio democrático absolutamente legítimo. Pero Otto no parece entender de sensatez ni de transparencia política. Desea ser el Nayib Bukele de Los Andes.
De ese 30 de abril hasta el día de su renuncia apenas pasaron 68 días. Y en ese lapso ocurrieron muchas cosas. La renuncia a la candidatura presidencial de Jaime Nebot, por ejemplo. Por eso, no es gratuita la de Otto a pocos días de ello. Se entablaron conversaciones para la conformación de un frente de “liberales” y “libertarios”, y se corrieron encuestas. El exvicepresidente tiene mejores números que Guillermo Lasso y otros aspirantes de ese bloque conservador. Pragmático como es Nebot, le pasó la posta y dejó el camino abierto para la consecución de ese frente al estilo febrescorderista de 1984.
En otras palabras: la derecha empresarial, agroexportadora y financiera de Guayaquil está decidida a continuar con la obra de Moreno pero con menos inoperancia y mediocridad para sus fines comerciales y oligárquicos. Sabe perfectamente que Lasso no da la talla para otra contienda electoral y además de su ego inflado tiene demasiados conflictos con los “patricios” guayaquileños.
Por supuesto, mientras nos entretienen con la terna, con el futuro de Otto, con el silencio de Nebot, el régimen neoliberal acelera el ajuste fondomonetarista, y desarrolla un despliegue de resoluciones y decretos para desmontar definitivamente el marco constitucional de Montecristi.
Todo eso con un añadido grave: el incremento inusitado de la deuda externa, con supuestas renegociaciones, cuando en realidad son acuerdos mínimos de cualquier país en medio de una pandemia.
Además de mentir que Rafael Correa dejó una deuda por encima de los 50 mil millones de dólares, ahora nos quieren engatusar con la idea de que le dejan en menos problemas al futuro gobierno. Mientras tanto, la flexibilización laboral y el decreto 883 de octubre se hace realidad cada día, con un costo social inconmensurable.
Otto y sus aliados van a exigir mucho más a Moreno en lo que queda de su mandato. Por eso, sin duda alguna, en los próximos días veremos al exvicepresidente apoyando la consulta de Nebot y, a partir de ahí, consolidar y restaurar el Frente de Reconstrucción Nacional del extinto León Febres Cordero. Además, tendrán el respaldo del aparato mediático de la prensa privativa, cierta embajada y el ala más fascista de las Fuerzas Armadas y de la Policía.
Y todo esto con el afán de privatizar la seguridad social, vender a precio de coronavirus los proyectos y obras estratégicas del Estado y desmantelar la institucionalidad pública para favorecer los negocios privados de quienes efectivamente gobernaron estos tres años.