Ha pasado ya el juicio “escandaloso”, el denominado caso Bochornos. Responsablemente es hora de evaluar el papel medular de Pamela Martínez en el juicio que condena a Rafael Correa y otras diecinueve personas más.

Previamente dos consideraciones:

1.- Los periodistas no son jueces, no pueden presionar a la justicia, no deben usar un micrófono, una pantalla o un periódico para imponer su criterio (muy personal) sobre un juicio, cuando su papel es informar y reflejar la realidad. Nadie les ha dado el derecho ni la opción de condenar a alguien. Incluso, con el periodismo de investigación, ningún medio puede servir de tribunal. La verdad, eso ya quedó en el pasado o en una biblioteca para los muchos que se asumen como sacerdotes de la moral y de la ética pública.

2.- Los medios anticorreístas han jugado un papel penoso y vergonzante para el periodismo ecuatoriano. Dejaron de lado una norma fundamental para entender el caso Bochornos: la duda. Durante los juicios contra diario El Universo y los autores del libro El Gran Hermano, mostraron todas las falencias del proceso, ahora -en cambio- no han dudado de nada. A los juristas críticos del procedimiento judicial no les han dado cabida en sus espacios de opinión y, es más, filtraron documentos y tuvieron la osadía de publicar la sentencia antes de que sea dictada por el tribunal, con el voto salvado de uno de los jueces (quien, de paso, ya fue linchado en las redes sociales por esos medios y periodistas).

Ahora bien, el miércoles 8 de septiembre el expresidente Correa dijo en la radio pública de Pichincha que su exasesora y también exvocal de la Corte Constitucional, Pamela Martínez, contactó con su abogado y le dijo que Diana Salazar la obligó a escribir el famoso cuaderno que se usó como prueba durante el juicio. Además, en esa misma entrevista explicó que las supuestas pruebas recabadas en las computadoras de la Presidencia son falsas, que se sembraron supuestos documentos y archivos, como ya se hizo en otros casos.

De esto, los medios no han hablado, pero sobre todo los periodistas que “revelaron” las supuestas pruebas del caso Bochornos nunca dijeron nada de la señora Martínez, no colocaron ninguna duda o sospecha sobre la veracidad de sus declaraciones y delaciones. Mientras les sirvió para revalidar su objetivo, dieron por hecho todo lo que ella dijo.

Claro, el poco afán “periodístico”, por intereses muy puntuales o porque había quienes dirigían la “investigación”, dejó como “verdad mediática” las versiones de Martínez para que pasaran como válidas y auténticas. A cualquier curioso le bastaría con preguntarse cómo se tomó un cuaderno forjado en calidad de prueba madre o clave, pero acá la prensa prefirió -incluso- armar una obra de teatro sobre ella, con financiamiento de la Contraloría.

Con el fervor con el que trabajan para “reflexionar” sobre otros asuntos, ¿a los periodistas y a los expertos de calumnias se les olvidó explicar en qué consiste el influjo psíquico?

Pamela Martínez tenía varios antecedentes en la utilización del nombre del expresidente Correa. En varias ocasiones llamó al diario El Telégrafo, en su nombre, para solicitar información o sugerir editorialistas (como su esposo, Jimmy Salazar). Siempre fueron asuntos de orden muy personal, para su beneficio particular. Bastaba con hacer dos o tres llamadas y quedaba claro que tomándose el nombre del entonces presidente nada de lo que pedía lo había solicitado Rafael Correa.

De este tipo hubo otros pedidos a diferentes personas y autoridades, según cuentan algunos consultados para este artículo. Claro, también usó el nombre del exvicepresidente Jorge Glas. “Buena parte de sus actividades se concentraban en agenciarse cargos o favores de las instituciones a través de sus contactos, tomándose el nombre del presidente o del vice. A muchas de las reuniones sociales iba con su esposo y “con él planificaba todo lo que pensaba hacer”, comenta un funcionario del ex y actual gobierno que conoció de cerca de Martínez.

Salazar fundó el partido Justicia Social, que ahora patrocina la candidatura de Fabricio Correa. Lo usó como una fuente de ingresos también. En las elecciones de alcaldes y prefectos del año 2019 “ofertó” su partido a cambio de enormes cifras de dinero. En un caso concreto pidió once millones de dólares. Como era imposible un pago así, quedó en nada el acuerdo.

Algo parecido pasó, según varias fuentes, con la exvicealcaldesa de Quito, Daniela Chacón. A ella le habrían pedido 150 mil dólares como aporte al partido para ser candidata a la Alcaldía de la capital. En varios medios digitales circuló la versión de que Chacón corroboró ese pedido con la dirigencia nacional y llegó hasta Pamela Martínez: “Ella, al principio, dijo que no, que ellos no piden dinero por candidaturas, pero después seguían insistiendo, decían que me apure, que había otros interesados dispuestos a poner el dinero”.

Chacón no fue candidata. Jimmy Salazar se postuló a la prefectura del Guayas. Obtuvo el 1,75 % de la votación. Todavía quedan dudas del modo en que legalizó su partido; también hay informes sobre la validez de las firmas recogidas para el reconocimiento del CNE.

Salazar y Martínez fueron denunciados por falsificación de sus títulos de masterado. Según el abogado Pedro Granja: “los esposos hicieron las cosas juntos. Los dos deben estar presos. Y no entiendo por qué hasta ahora la Fiscal no toca a Jimmy Salazar”.

La Universidad de Guayaquil no encontró los sustentos necesarios para validar esas maestrías. No cumplieron con el mínimo de asistencias para obtenerla. Por tanto, en enero de 2020, el Consejo Superior Universitario de la Estatal de Guayaquil anuló los títulos de cuarto nivel de Salazar y Martínez.

En su afán de protagonismo y exhibicionismo también tuvieron un programa de televisión, que transmitía el incautado TC Televisión, y que generó pérdidas por 150 mil dólares, según una auditoría posterior realizada por la Contraloría.

En conclusión, hay dos elementos clave para entender el rol de la única beneficiaria de los sobornos de Odebrecht:

1.- Su papel es triste y perverso al mismo tiempo: al querer salvarse fue víctima de una manipulación que algún día se esclarecerá con todos sus detalles. Y victimaria de quienes la pusieron en un lugar con base en la confianza, de la cual abusó. Lo hizo para su beneficio personal, en compañía de su esposo, cuya ambición política lo llevó a creer que un día sería Presidente de la República.

2.- No cabe duda que quien traiciona una vez traiciona dos y, seguramente, al igual que el agente Raúl Chicaiza, saldrá un día a revelar cómo mintió, para qué lo hizo y qué acciones efectivamente desempeñó cuando fungía de asesora de la Presidencia y vocal de la Corte Constitucional. Cuando eso ocurra el efecto también será otro: revelar a esos periodistas y medios en su verdadera condición. Solo entonces entenderemos para qué sirven ciertos jueces, fiscales, abogados, periodistas, opinólogos y demás.

Hasta que eso ocurra, lo de fondo es otra cosa: el caso Bochornos solo sirvió para la proscripción política y no para esclarecer de verdad lo que hizo Odebrecht en Ecuador, donde no aparecen los socialcristianos ni un exalcalde llamado Mauricio Rodas.

Por Editor