La primicia de la aparición de Ricardo Palma ante la opinión chilena, ganó la portada de The Clinic. Este ex guerrillero del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), nuevamente se convirtió en noticia principal a mediados de febrero pasado, luego de su última huella dejada el 30 de diciembre de 1996, cuando fugó en un helicóptero de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. Hoy sus revelaciones tienen que ver con el haber dejado la clandestinidad, una vez que Francia le concediera el refugio político, desde el 23 de enero pasado. También desarrolla un diálogo muy rico con el periodista Patricio Hernández, a quien explica el giro que han tomado sus convicciones comunistas que le llevaron a vivir en la clandestinidad desde los 80, cuando formó parte de las estructuras armadas de una izquierda radical. La conversación revela un mensaje de respeto al guerrero derrotado para que lo dejen vivir en paz, luego de décadas de persecución.

Interpretaciones de la lectura a la entrevista extensa que se publica en el joven periódico santiagueño, que hizo caso omiso del mercado de San Valentín (en pleno 14 de febrero) para dedicarle ocho páginas tabloide y la portada, al encuentro de dos protagonistas de una misma época. De manera franca y un diálogo directo, las partes revelan su agenda: por un lado, Palma gana a un aliado en los lectores para sobrellevar la condición de prófugo en un mundo que todavía lo cerca e interpela por haber sido un protagonista del intento de matar a Augusto Pinochet en 1990 y de la lucha revolucionaria en América Latina. Por otro lado, Fernández reafirma su periodismo irreverente frente a la política autoritaria que se ha consumado en el poder desde cualquier ideología y, más bien, desarrolla inquietudes atrevidas e incómodas al estatus quo para reivindicar a la sospecha. Ambos logran lo suyo porque pertenecen a una misma generación, aunque con vidas muy distintas, quieren lo mismo: incidir en el sentido que tiene aquel pasado en sus vidas actuales.  

¿Cómo crear semejante magia, si se trata hechos ocurridos hace más de veinte años?, ¿acaso gobierna la coyuntura o San Valentín? ¿Por qué un joven chileno puede conectarse con aquel antecedente histórico que trazó un antes y un después (me refiero a la elección de Salvador Allende y el posterior golpe militar)? ¿La publicación de The Clinic hace periodismo o alimenta una nostalgia de pocos?

Algunas preguntas se responden en el texto claramente, pero otras se logran de la omisión, de lo que se calla pero está allí, de manera tácita, porque quien lee sabe o sigue las pistas que dejan el entrevistado y el entrevistador. No hay diálogo sin escucha, ni un contexto que se cuente. Comencemos por lo último, ¿qué omisiones deja marcado el documento?

La lucha en diferentes frentes. En septiembre de 1970 la Unidad Popular chilena ganó las elecciones con un discurso y proyecto socialistas, algo inédito en América Latina porque solo Cuba lo había desarrollado desde la rebeldía armada. Aquello tomó fuerza en un escenario de boicot interno y externo permanente, hasta que el terror se impuso a partir del golpe militar el 11 de septiembre de 1973. Las posiciones políticas se delinearon en Chile a partir de aquello y Ricardo Palma se ubicó en la del Partido Comunista y su estructura política militar del FPMR, creada en los 80 (El Escape del Siglo, testimonio de Palma). En cambio, Patricio Fernández, criticó a la dictadura alineado a la convocatoria a plebiscito de 1988. Hoy, una gran parte de los chilenos se identifica con la lucha contra la dictadura de Pinochet, y otra buena parte con quienes la defendieron.

La marca del terror en todo el país. La sociedad chilena en su conjunto vivió las secuelas del terror de Estado, protagonizada por los militares y sus aliados económicos, políticos, mediáticos, católicos e internacionales. Ricardo Palma testimonia en la entrevista, sobre las condiciones miserables del encierro dedicada por el juez y la tortura de las instancias militares. Mientras que Hernández se cultivó en procesos académicos y culturales que también incidieron para que el plebiscito gane con el NO a la dictadura. Esta dinámica fue generalizada en el Chile de entonces y se recoge prolijamente en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago, inaugurado a finales del primer mandato de Bachelet .

La herencia de ser guerreros. Ambos insisten en ser parcos entre ellos, como si fueran dos desconocidos, evaden los elogios o los vituperios, más aún, los sensacionalismos y los testimonios que ganen en protagonismos heroicos o trillados. Se trata de un relato serio, de profundo respeto mutuo y reconocimiento de ser hijos de la guerra. Desde diferentes trincheras y audacias fueron parte de un mundo confrontado y estúpido, en condiciones donde compartieron con personas valiosas y otras traidoras que se vanaglorian de sus retóricas mentirosas. Palma desde la insurgencia contra el sistema capitalista, decidido, temerario a ratos. Hernández desde la guerra contra las verdades lapidarias de fin de siglo y a favor del cuestionamiento liberador. Ambos idealistas y traicionados por lo que creían, radicales y dispuestos a dar todo por sus creencias. Al primero casi lo sacrifican, al segundo lo reconocieron.

La huella del presente. El diálogo de los dos chilenos que reconocen a Nicanor Parra como un antecedente importante y valioso de su generación, también saben que el presente se hace desde la opinión, el qué dirán y lo que se nombra masivamente. Por eso dan la cara, reflexionan en voz en alta y entregan lo mejor de sí para los lectores expectantes, impresionados de lo que son capaces de inventar juntos.…

Este tipo de periodismo no es el usual para hablar de la insurgencia. Más bien, resulta común tener un tratamiento con la crónica espectacular, el relato del crimen, de la audacia y del miedo a los protagonistas de los hechos de sangre y violencia, porque no se quiere dar un reconocimiento político a las acciones rebeldes. Con las debidas distancias y precisiones, este periodismo se generalizó en la prensa ecuatoriana referida a los relatos sobre el movimiento insurgente. Incluso, el 15 de enero pasado, durante la defensa que hizo Enrique Herrería a favor de su candidatura para responder a la impugnación para ser Juez de la Corte Constitucional del Ecuador, realizada por colectivos de Derechos Humanos, Herrería empleó las imágenes y titulares de la prensa de entonces (1990) para enseñar al público lo cruel e inhumanos de los delincuentes subversivos contra los que actuó él, cumpliendo la ley, siendo Gobernador del Guayas. Sobre esa prueba y un discurso en el que se victimizó como perseguido político del anterior gobierno, justificó que se lo mencione como posible involucrado en crímenes de lesa humanidad, según el informe de la Comisión de la Verdad (2010). A los pocos días fue nombrado juez de la máxima instancia de justicia del país.

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