Mi abuelita decía, en casos en que merecía el comentario: “plata botada”. Me explico: tres títulos superiores y los más altos cargos en el Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador para coronar su brillante carrera diplomática acusando a un gato de espionaje. Eso, eso es plata botada.
Jaime Merchán ha tenido una predilección por el trato displicente y ofensivo con un asilado en la misión diplomática que hoy regenta. Ha hecho varias rabietas contra Julian Assange, ha gruñido, como lo hace un felino con título de “embajador”.
La mayor de todas las indelicadezas de Merchán es haber abierto las puertas para que ingrese la policía de otro país a territorio ecuatoriano para llevarse detenido a un ciudadano naturalizado ecuatoriano y asilado y, además, hacerlo con frases de desplante. Felino erizado.
Y, luego, decir a la prensa del mundo que el gato de Assange en realidad Bond, James Bond 00Gato, realizaba tareas de espionaje. ¿Por qué un funcionario diplomático, en el que nuestro Estado ha invertido tanto, hace esta declaración a un medio internacional? Tres posibilidades: la primera, es simplemente plata botada, digno representante de esas almas naftalinas que por haber sido embajadores se sienten por encima de la estratosfera; la segunda, sus estudios de Derecho Internacional del Espacio, en la Universidad George Washington University le desarreglaron la terraza y esgrime conspiraciones interestelares con la misma facilidad con las que imputa a un gato; la tercera opción: la decisión del gobierno de Ecuador de entregar a un periodista al peor de los escenarios no tiene suficientes argumentos y en la búsqueda desesperada de motivos terminó por acusar al gato.
La simple teoría de un embajador se convirtió en argumento de Estado cuando ninguna autoridad diplomática dijo otra cosa. El que calla otorga, para el Gobierno nacional James es un espía. Plata botada.
Si ese es el nivel de reflexión en la que se sostiene la diplomacia ecuatoriana quedas claras las razones por las que Ecuador perdió el juicio contra Chevron, la injerencia del gobierno de Estados Unidos en las elecciones seccionales de marzo, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional o la salida abrupta de UNASUR.
Obviamente, por andar tras la pista del resbaloso Bond, James Bond 00Gato se olvidó el mentado embajador de temas tan “secundarios” como la soberanía, los derechos humanos, los principios de derecho internacional. Pero lo que más demuestra que Merchán es plata botada es que relegó el sentido común y ha terminado por ser un ratón obsecuente –tanto como sus jefes- con las disposiciones de Sam, Tío Sam.
Para mí que Bond, James Bond 00Gato rasguñó los sillones de cuero del embajador y el diplomático le juró venganza sin cuartel. Lo mismo que le juró su Jefe a Assange por haber descubierto que ha tenido bien asegurado su futuro en donde no se deben en una ratonera lejana.
Luego de vomitar la bola de pelos de su arrogancia, este diplomático ecuatoriano se habrá atorado en el hecho de que Bond, James Bond 00Gato tiene sobre los 32.000 seguidores en Twitter y él ninguno. ¿Un felino es más relevante que un jefe de misión en Londres? ¡Ciudadanos, estamos botando la plata en la tal academia diplomática!
Cuando menos en algunos de sus representantes quienes, acostumbrados a capear temporales internacionales importantes con más o menos éxitos, terminan por no saber qué hacer con la papa caliente. Y el enemigo de Bond, James Bond 00Gato cometió un desliz del tamaño de un estadio. Pero ni eso fue suficiente para que hubiera una aclaración oficial. Esa es una marca de este “gobierno” (por llamarle de alguna manera), soltar lo que salga del hígado y dejar que esté.
(El argumento principal del gobierno, dicho y repetido en todas latitudes, de las manchas fecales en las paredes, es tan peregrino que denigra la inteligencia).
Para los egipcios, el gato es una encarnación de Bastet, diosa protectora del hogar, que da armonía y amor. Querido embajador Merchán, en vista que no respeta su investidura como representante de Ecuador ante un gobierno extranjero, tenga la bondad de respetar a los felinos y su condición santa y no crea que la fantasía que ha cultivado con nuestra plata sirve como argumento diplomático, porque eso, eso es ¡plata botada!