Desde octubre del año pasado, el Presidente Lenin Moreno ha evidenciado altos niveles de ansiedad, que terminaron en ataques de pánico, no sólo por la peculiar y distorsionada forma de percibir y entender la realidad, su incapacidad para gobernar y la creciente oposición a su declarada fobia social contra los pobres de la Patria.
Tan pronto sus servicios de inteligencia le informaron de las multitudinarias movilizaciones y el rechazo popular a la eliminación de los subsidios a los combustibles, convirtió Carondelet en un verdadero bunker y, en lugar de enfrentar ahí la situación, huyó a Guayaquil a protegerse en las faldas del socialcristianismo y de otros aliados incondicionales de conocido empuñe como los Bucaram.
Con razón justificada, si se tratara de un ciudadano común, pero no de un Jefe de Estado, en marzo pasado, vuelve a desaparecer de la escena hacia lugar desconocido, espantado ante el solo anuncio de la inesperada visita del Covid 19, pretexto para que sus amigos y protegidos – autores intelectuales, materiales o cómplices – asalten los fondos hospitalarios, mientas los cementerios se llenaban de muertos y los servicios de salud colapsaron.
Se percibe una crisis de angustia gubernamental ante la indetenible repulsa popular generada por el incremento de la miseria y desocupación, la entrega generosa y truculenta del Ministro Richard Martínez de millonarias sumas de dinero a prestamistas nacionales y extranjeros, la aprobación de leyes con dedicatoria para regalar los bienes del Estado a los poderosos de siempre y la indetenible ola de corrupción protagonizada desde los más altos niveles de la administración, de la mano con empresarios corruptores.
¿Cómo podemos entender – si no es por un ataque de pánico- la ilegal y desesperada actuación del Contralor Pablo Celi? De la misma manera que rompió los papeles para posicionarse ilegal y abusivamente de la Contraloría, pretende romper la ley electoral con el fin de eliminar del Registro de Partidos, entre otros, a Compromiso Social que cobija a Revolución Ciudadana del ex Presidente Rafael Correa.
Y en esa crisis de angustia, mueven concertada y torpemente sus fichas dentro del propio Consejo Nacional Electoral y utilizan, nuevamente, su aparato de injusticia con la intención de defenestrar a la propia presidente y los dos vocales de mayoría, montando – como de costumbre- supuestos delitos, porque las nuevas víctimas y antiguas aliadas se oponen a su antidemocrática demanda de cerrar el paso a la candidatura de Correa y de cualquier ciudadano afín a esa línea opositora.
La decisión es evitar, a cualquier costo, la posibilidad de que Correa y sus muchachos accedan al poder, porque la destrucción de la economía popular, el desprestigio gubernamental, la repulsa a Moreno, a sus principales lugartenientes y a sus aliados políticos, así como a las fuerzas económicas, sociales y comunicacionales que sustentan al régimen – encuestas de por medio – les lleva a la conclusión que sus posibilidades electorales son pírricas, como pírrico es el anhelado futuro de seguir gozando arbitraria y tramposamente de las mieles presupuestarias.
En ese contexto de futuro político incierto para sus aspiraciones presidenciales, queremos entender la anunciada decisión del abogado Jaime Nebot de renunciar a cualquier posibilidad de terciar en los próximos procesos electorales, pese a que, según su entusiasta apreciación: “en las encuestas serias siempre estoy primero”.
Se ha dicho que “en política se fríe granizos” y aunque más de un derechoso estará llorando esa decisión, ya veremos si los socialcristianos o maderas de guerrero se conforman con la ausencia política de Nebot y aceptan un candidato de segunda, porque, se quiera o no, el varias veces Alcalde de Guayaquil y frustrado candidato presidencial, logró aglutinar a su alrededor los poderes neoliberales visibles y ocultos que han destruido el país junto a Moreno.
La renuncia, además de la imposibilidad de quitarse ese estigma gobiernista, obedece al desastroso manejo de la pandemia en Guayaquil, con un doloroso saldo genocida que desnudó su publicitado “modelo exitoso” y le enajenó de su tradicional electorado popular, gracias al cual gobernó, a su antojo, más de una década.
El espanto es tal en las huestes neoliberales que, además, pretenden arbitrariamente postergar las elecciones, tratando de regalar tiempo a los jueces del “Caso Sobornos” para lograr una sentencia condenatoria que bloquee la anunciada postulación de Correa a la Vicepresidencia de la República.
Ese trastorno de ansiedad generalizado por deshacerse de Correa y su movimiento político, se evidenció a los pocos días que Moreno asumió el poder, cuando desató una inesperada campaña de odio y persecución contra su mentor, en su traicionero afán de destruirlo siguiendo consignas extranjeras, contando con el entusiasta apoyo de los dueños del país y los oportunistas de siempre.
Esa ciega campaña de odio persecutor sustentando en verdades, verdades a medias, calumnias y mentiras, sumado a una corrupta y desastrosa administración del Estado, terminó por destruir el país y su institucionalidad. Exageraron de tal modo en su mañosa intención que el ciudadano común descubrió el engaño y, ahora, a contrapelo de los deseos de sus estrategas, ejecutores y, y auspiciantes, en lugar de liquidarlo política y personalmente, lograron convertirlo en víctima que goza de un creciente apoyo popular, con enormes posibilidades de ganar los próximos comicios.
El estrés que deben sufrir los victimarios de la Patria debe ser traumático ante la sola posibilidad de pensar que Correa vuelva al poder y cumpla su reciente oferta de que, si triunfa en los próximos comicios, pasará la factura a los traidores y pícaros “no por venganza sino por justicia”.
Pobrecitos los victimarios ¡Cómo deben estar sufriendo!