Camus escribía en El Estado de Sitio: “Día vendrá, acaso, en que todo sacrificio os parecerá vano, en que el grito interminable de vuestras sucias rebeldías habrá callado al fin. Ese día reinaré verdaderamente en el definitivo silencio de la servidumbre.” De no haber variaciones en la opinión de las grandes mayorías, parecería que nos aproximamos peligrosamente a ese día, pues no se explica cómo en la actualidad ha cambiado tan radicalmente la manera de ver la historia no tan lejana del mundo.

Allá por el año 1948, los niños jugaban al territorio. El juego consistía en dividir un rectángulo en dos partes iguales, cada jugador tomaba el nombre de un país e intentaba arrebatar, mediante artimañas, la parte que le correspondía al contrincante. En ese entonces, todos peleaban por llamarse Rusia, nombre que se debía sortear para tener el honor de representar a ese país. Nadie dudaba entonces de su papel vencedor durante la Segunda Guerra Mundial y todos estaban conscientes del rol de Stalin, Roosevelt, Churchill, De Gaulle y del esfuerzo de los Aliados en la consecución de la victoria sobre Alemania Nazi. Pese a que sólo eran niños, para jugar al territorio ningún jugador quería representar a alguna potencia del Eje.

Hoy, viejos ya, resulta que hay adultos que ignoran cómo se dieron las cosas y sostienen que en Normandía los EE.UU. ganaron dicha guerra; tampoco falta el que desconoce que el 2 de febrero de 1943 concluyó la épica Batalla de Stalingrado, donde se jugó el destino de la humanidad, que los soldados soviéticos tomaron Berlín y liberaron Europa de yugo nazi. Cuando mucho, los que se creen medianamente enterados afirman que los pobres soldados nazis murieron de frío en las tundras siberianas y que Rusia no fue derrotada gracias a la generosa ayuda de EE.UU. e, incluso, algunos sostienen la estulticia de que Hitler y Stalin son la misma cosa. El comunismo, ideal que en ese entonces era aceptado y promulgado por altas personalidades de las bellas artes, la ciencia y la política, ha sido tan denigrado que en la actualidad se debe buscar con lupa para encontrar a un comunista.

Por eso no llama la atención que esas mismas personas sostengan sobre el problema venezolano el lugar común de que Maduro es un dictador corrupto y poco inteligente, que en Venezuela la gente se muere de hambre, que allá nunca hubo elecciones libres y que el Presidente Trump debe liberar a ese pueblo de las garras del comunismo.

A estas cándidas personas no les importa que hubo muchos dictadores tipo Batista, Somoza, Videla… y que, sin embargo, nunca se hizo contra ellos la alharaca que hoy se hace contra Maduro; que si en cualquier país un diputado del montón se declarara mandatario e hiciera un llamado a que las fuerzas armadas se sublevaran y derrocaran al presidente  en funciones, lo más probable es que le metieran preso, algo que no ha sucedido en Venezuela; que la corrupción hay en todo el mundo, particularmente en los países que proclaman la necesidad de intervenir en Venezuela; que Salomón fue un gobernante sabio y muy pocos otros lo han sido, por lo que si no ser inteligente fuese motivo para intervenir, entonces que tirase la primera piedra el que se creyera sabio; que es raro el lugar donde no hay hambre, que incluso en EE.UU., según el expresidente Obama, hay cerca de cincuenta millones de hambrientos.

Los que critican a Maduro cometen el pecado con rabo de no tomar en cuenta el derecho internacional ni la presunción de inocencia de cualquier acusado y, menos todavía, meditan sobre las funestas consecuencias que traería para toda la región una guerra civil en Venezuela. Como por ensalmo ignoran, o fingen ignorar, que se trata de algo nuevo, que podría denominarse “Doctrina Trump”, que dejaría en soletas a la de Monroe, puesto que mientras la segunda reza “América para los americanos”, la primera rezaría “Las riquezas del planeta para nuestros monopolios.” Lo que es confirmado por John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Trump, cuando declara que habría una gran diferencia si las petroleras de EE.UU. pudieran acceder a los pozos de crudo de Venezuela, para lo cual “estamos conversando con las principales compañías estadounidenses… el objetivo es que estas empresas produzcan petróleo en Venezuela.” Por lo que el altruismo de Trump, que tampoco hubo en gobiernos anteriores, queda para que lo canten pajaritos preñados.

Y cualquiera medita sobre ¿cómo así tiene tanto éxito entre los timoratos del mundo esta doctrina que justifica la piratería universal para robar las riquezas naturales del planeta y arroja por la borda el derecho internacional en favor de la intervención en los asuntos internos de otros estados? La respuesta se encuentra en la conferencia que dictó el afamado director de cine Nikita Mijalkov en el programa Biesagón sobre la ventana de lo posible, o ventana de Overton, en honor a su autor, el politólogo norteamericano Joseph Overton, que consiste en una serie de acciones concretas que permite imbuir en la inmensa mayoría de una población lo que parece imposible de ser imbuido, para conseguir resultados deseables.

De acuerdo a esta teoría, para la realización de cada idea, o problema en una sociedad indulgente, sin ideales rigurosos y en la que la división entre el bien y el mal no está claramente establecida, existe una ventana de posibilidades dentro de cuyos límites toda idea es discutida, propagada, abiertamente defendida y aceptada legalmente. Las posibilidades de esta ventana varían desde lo completamente inaceptable, por ser una idea repugnante y éticamente inconcebible por estar alejada de la moral pública, hasta una política moderna ampliamente discutida, masivamente aceptada y legalizada por las leyes, una realidad asimilada por la conciencia social. No se trata de un simple lavado de cerebro sino de una tecnología mucho más sutil, que funciona en las sociedades que han sufrido una ruptura moral y las normas de la existencia humana han sido alteradas o bien han sido destruidas con la adopción de nuevas leyes y costumbres. Esa técnica funciona en los medios típicamente liberales debido a su tolerancia para proscribir tabúes.

El concepto de ventana de lo posible es viable en cualquier sociedad tolerante, en la que la libertad de expresión se distorsiona y donde se han eliminado, una tras otra, las barreras que la protegen de su autodestrucción. Desea afirmar que todas las mujeres son putas, use la ventana de Overton y sostenga que la putería es la norma de la vida; un tabú que puede ser eliminado. También, el método funciona para hacer aceptable el bombardeo indiscriminado contra la población civil de cualquier país, las mal llamadas guerras humanitarias, el asesinato selectivo de dirigentes populares, la invasión a países soberanos, la tala de bosques, el exterminio de especies animales y todas las barbaridades que a nombre de la libertad comete el imperialismo.

Las élites consolidadas en el poder encargan encuestas que justifican los crímenes que pretenden legalizar, y en la conciencia pública se establece el nuevo dogma.

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