Algo raro ocurría en la pantalla antes de que la AT&T se llevara Directv de la Venezuela bloqueada. El problema no era el programa de fútbol que le soplaron a Pompeo “dizque ven” los venezolanos. La cosa es más realista y menos balompédica. No la protagonizaban los canales sancionados por EEUU (Globovisión y Pdvsa TV), sino RT (Rusia Today) y Telesur. Con motivo del 75 aniversario del fin de la segunda guerra mundial, estos medios se dedicaron a echar la historia como es y no como la cuentan Natgeo, CNN y el Pájaro Loco.
Si la muerte de un héroe duele, la de unos superhéroes devasta. Mucho más si los mata la realidad, siendo ellos personajes de ficción, prefabricados por Hollywood o Disney. Eso hicieron Telesur y RT, al contar y demostrar al mundo que fue la Unión Soviética, la heroica URSS, la que derrotó a la Alemania Nazi y que las tropas que llegaron al Reichstag y Auschwitz estaban bajo el comando supremo de un señor llamado Stalin. Lo demás es cine, “Pelotón” y Netflix.
Lo que narraban estos canales frente a 75 años de mentiras, lo vino a corroborar un coronavirus. La pandemia que hace estragos en el mundo abrió la oportunidad para que aparecieran los superhéroes, pero estos se espantaron ante un bichito invisible, el Covid-19. Spiderman, Batman, Superman, todos se horripilaron. Los héroes de batas blancas eran simples ciudadanos anónimos o llegados de países que Hollywood vendió como enemigos de sus superhéroes (China, Rusia, Cuba). La realidad pandémica contaba otra historia: los villanos de Occidente eran los héroes. Y al revés.
En Venezuela, la cosa alcanzó niveles intolerables. Un pueblo de pescadores atrapó no a uno, sino a dos Rambo. Ya eso había sucedido en Vietnam, pero Hollywood perpetró otra historia y el gringo de a pie se la tragó con palomitas. Era demasiado. Un coronavirus y unos pescadores le daban soporte a lo que transmitían Telesur y RT. Apremiaba rescatar a Robin, Superman y a su misógino Clark Kent, para que este escribiera su historia. El primer paso sería provocar un blackout informativo sacando del aire esos canales. Pero ya era tarde. La contagiada Nueva York, más que por Superman, rogaba por tapabocas. Ya ni Batman se acordaba de Robin, desmayado a la vera de un hospital portátil, frente a CNN.