Por Lucrecia Maldonado
El tiempo va pasando tras el asesinato brutal de María Belén Bernal Otavalo, y la cosa pinta, como todo en esta administración del gobierno, incierta, provisional y mediocre. Sin embargo, no se debería dejar pasar la ocasión de referirse a la campaña de desprestigio que se levantó contra su madre, Elizabeth Otavalo, y contra la misma víctima de feminicidio, como si desacreditándola el horrendo crimen no lo fuera tanto.
‘Era celópata’ dijo alguien ya desde el principio, acerca de la infortunada abogada. ¿Y? ¿Había que matarla a golpes y terminar estrangulándola por eso? Vamos a pegar celópatas de cualquier sexo, entonces, que en este país abundan.
Pero, como en todo, la maquinaria de troll centers y afines comenzó pronto a urdir una burda (por decir lo menos) estrategia contra su madre. Resulta que no tenía que peinarse ni maquillarse para acudir a las entrevistas en medios. Una de las más acerbas críticas, que lanza un señor (o sea, un troll) por ahí, en un artículo que circula en redes y por Whatsapp, la acusa de ‘fría’ por haber ido a la peluquería (¿le consta?) y haberse arreglado la cara para asistir a estos encuentros. Y nos preguntamos, ¿es en serio? Pero hay otra cosa: seguro que, si iba despeinada, pálida, con los ojos hinchados, la nariz tapada y la cara sucia de lágrimas secas la habrían criticado por eso, que no les quepa la menor duda. Qué falta de respeto para el público, ir en esas fachas, comprendemos el dolor, pero… Ya les leo. Porque aquí no se trata de una crítica, como dijimos en una entrega anterior: se trata de una estrategia. Haga lo que haga, cáele, para eso te pagamos.
Otra crítica se dirige hacia su actitud combativa durante el proceso. Su presencia en marchas, su altivez, la fuerza con que sostenía sus argumentos. Parecería que no corresponde: tenía que estar derrumbada en el piso o desmayarse cada cinco minutos para cumplir con su rol de madre destrozada por la pena.
Pero la peor crítica de todas es por haber saludado con Paola Pabón. O sea, por demostrar aunque sea una leve simpatía o gratitud hacia la Revolución Ciudadana. Porque todo podrá ser, hasta peinarse y maquillarse para verse bien cuando todos esperaban que se viera pésimo, o hasta no llorar lo suficiente ni con la suficiente intensidad según los cánones sociales de la ‘madre cariñito santo’ tipo, hasta eso se podría perdonar. ¡Pero saludar con la prefecta correísta, qué horror! Capaz si le hacía un feo monumental hasta se le perdonaba lo otro e incluso se podía alabar su fortaleza o el respeto que manifestaba hacia la audiencia al recomponerse en medio de semejante dolor.
Quizá los mismos seres que han tejido toda esta historia son los que van tras la periodista Alondra Santiago, acusándola de lo mismo, reclamándole hasta por el hecho de respirar y enviándola de regreso a su país, en una burda y grosera actitud típica de gente cuyo cerebro funciona a menos del 10%, seguramente.
Ahora, y como se seguirá sosteniendo en este espacio, este tipo de opiniones, tuits y posts en redes sociales, y laaargos artículos reenviados hasta la saciedad por servicios de mensajería, aunque así lo parezca, no provienen de mentes calenturientas ni de personajes aquejados por graves cuadros de estupidez crónica. También son estrategias, y se agarran de lo más básico de la idiosincrasia nacional para crear imaginarios repletos de prejuicios y falacias tales como: “si no llora hasta no poder hablar y desmayarse, es porque no le quería”, “si se arregla para aparecer en medios, es frívola y malvada”, y la peor y más absurda de todas: “si saluda con Paola Pabón, es correísta y por lo tanto una mala persona”.
Sin embargo, lo peor de todo esto es que se pretenda que este tipo de artimañas caigan en tierra fértil porque se presume que la gente, la población en general del Ecuador no tienen suficientes destrezas de razonamiento ni el discernimiento necesario como para darse cuenta de la estrategia detrás del troll center. Que se aprovechen de nuestra malsana tendencia a juzgar desde los estereotipos y a no detenernos a pensar dos minutos antes de criticar lo que ignoramos.
Como se ha dicho en otras ocasiones: están en todo, y conocen los puntos débiles de nuestra idiosincracia. Entonces mal haríamos nosotros en seguirles dando motivo a troll centers y demás para seguirnos tratando como a subnormales mentales, o incluso menos.